Bienvenidas las reflexiones
del Papa y ojalá que caigan en tierra fértil y nos hagan pensar a todos,
cristianos y no cristianos, en estos lares que tanto necesitan una ética que
haga la diferencia frente a tanta calamidad ética que nos rodea.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
El Papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia. |
Recuerdo a Raúl Castro salir
sonriente de su entrevista con el Papa en el Vaticano y decir, entre serio y en
broma, que con un Papa así daban ganas de volverse cristiano de nuevo. Comparto
esa idea de Raúl cada vez que Bergoglio, el Papa Francisco, dice cosas como las
que ha dicho estos días que ha estado de visita en Polonia y que, en mi humilde
criterio de agnóstico alejado de cualquier religión, hacen vibrar algunas de
las fibras más íntimas.
Como muchos que no se
autodefinen como religiosos ni cristianos, siendo como soy un latinoamericano
criado en países que se inscriben dentro del circuito de la cultura occidental,
mi visión de mundo se encuentra permeada por lo que podría llamar un
cristianismo “cultural” que estructura mis valores.
Tal vez por eso lo que dice
este Papa cala tan profundamente. Esta vez, ha dicho algo con lo que siempre he
concordado, y que me parece que apunta a una dimensión de lo humano
fundamental: ha valorado lo pequeño, lo sencillo, lo humilde, lo que no ansía
el protagonismo, el poder y lo que se asocia a él, y que se entrega sin
condiciones y en silencio.
Ha relevado con esto valores
con los que nos formamos toda una generación de latinoamericanos que ansiamos
cambiar las sociedades injustas en las que vivíamos, y que tuvimos a la
Revolución Cubana como un modelo para nuestras ideas y nuestra acción.
Y en el centro de este modelo,
la figura del Che, con una moral a prueba de fuego que acentuaba, precisamente,
en ese tipo de valores que nos recuerdan tanto a los de ese cristianismo
original, “primitivo”, que hacía de la entrega sin límites y del sacrificio el
centro de la vida sin buscar a cambio nada para sí mismo.
Esas ideas que salen en
Cracovia de la boca del Papa, que fueron el centro del ideario ético y moral
del Guerrillero Heroico, y que hoy parecen tan demodé en medio de la vorágine de la sociedad de consumo, que hace
del individualismo el centro de la vida social, y el brillo personal a través
de la posesión de las cosas el fin último de la vida.
En ese contexto, exhortar a la
humildad y exaltar a los pequeños tiene un carácter revolucionario,
trastrocador de lo dominante, desafiante ante el brillo de los oropeles de los
que con tanta ansia se abocan en pos del poder para conseguirlos.
Esas ideas del Papa en Polonia
deberían ayudarnos a los latinoamericanos de izquierda a recapacitar sobre lo
que somos y lo que ofrecemos a la gente: además de un proyecto de sociedad más
justa, una ética centrada precisamente en esos simples valores, que implican
una propuesta revolucionaria que ya ha tenido un desarrollo en nuestro pasado
latinoamericano, y del cual deberíamos beber continuamente para no perder el
norte.
Cuando, precisamente, el
América Latina se encuentran sobre la mesa temas tales como el de la corrupción
o el de la impunidad, haríamos bien en prestar atención a estos mensajes que
nos remiten al centro de un ideario que debería ser rasgo principal,
definitorio, identificador instantáneo de lo que somos: los más trabajadores,
los que jalan a los demás antes de empujarlos, los que no quieren nada para sí,
los que se sacrifican hasta el último aliento, los más pobres, los más
humildes. Eso es ideario del Che. Esas son palabras de Bergoglio.
Bien sabemos en Centroamérica
de esa cercanía, unión incluso, entre esos valores del cristianismo y el bregar
revolucionario. Durante esos años que hoy conocemos como “los de la guerra”,
los cristianos fueron fundamentales para conformar la organización necesaria
para llevar adelante los procesos que culminaron, en el caso de Nicaragua, en
la Revolución Sandinista, y en el caso de Guatemala y El Salvador, en
sublevaciones sin precedentes en nuestra historia contra los poderes
establecidos.
Así que escuchar al Papa
hablar de estas cosas nos alegra, sobre todo después de esa larga noche de
pontífices reaccionarios y prepotentes, algunos de los cuales, como Juan Pablo
II, llegaron hasta nuestras tierras y tuvieron gestos de señorones mandamases.
En Nicaragua misma, por cierto, este señor Wojtyla se atrevió a regañar a las
madres que pedían una oración por sus hijos muertos por la contrarrevolución
apoyada por los Estados Unidos de América; las mandó a callar, les hizo gestos
de caporal enojado; y al padre Ernesto Cardenal, a la sazón Ministro de
Cultura, lo amonestó en público a su llegada al aeropuerto Augusto César
Sandino moviendo admonitoriamente el dedo índice de su mano derecha.
Así que bienvenidas las
reflexiones del Papa y ojalá que caigan en tierra fértil y nos hagan pensar a
todos, cristianos y no cristianos, en estos lares que tanto necesitan una ética
que haga la diferencia frente a tanta calamidad ética que nos rodea.
Hola Rafael. Gracias por este bello y importante texto que nos hace recordar muchas cosas , principalmente cuando estuve en La Plaza de la Revolucion en Nicaragua, y he veido y escuchado el Papa negar a las mamas de los hijos caidos en combate una oracion. Yo se como los sandinistas y yo nos esforzamos para hacer todo lo posible para la visita del Papa y despues la tristeza cuando dejamos la Plaza de la revolucion. Pero ahora tenemos nuestro Papa Francisco que tiene se posicionado en diferentes ocasiones en contra la discriminacion, la violencia y la opresion a los pobres y oprimidos. Es un orgullo tener un Papa Latino americano y junto a los que sufren toda y cualquiera forma de opresion. Rafa parabienes un vez mas por su articulo y por nos posibilitar aceso a una revista tan importante como Con Nuestra America.
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