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sábado, 6 de agosto de 2016

Entre Hillary y Trump

Como sucedió en la Alemania de los veinte y principios de los treinta, cuando la crisis hizo avanzar a los comunistas pero también a los fascistas, en Estados Unidos la crisis explica el fenómeno Sanders pero también el fenómeno Trump.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

El sistema bipartidista estadounidense  ha decidido quienes serán los contendientes para la justa presidencial del 8 de noviembre de 2016. Para mi gusto, hubo dos grandes novedades en la carrera por las candidaturas presidenciales que desafiaron  al establishment de Estados Unidos de América.  En la derecha surgió una candidatura que parecía una broma al principio y que se ha convertido un dolor de cabeza, no sólo para los demócratas sino también para los mismos republicanos. Hoy Donald Trump se ha acercado  peligrosamente en las encuestas a Hillary Clinton y ya no resultaría sorprendente que terminara ganando las elecciones. Desde la izquierda, surgió Bernie Sanders con un planteamiento demócrata y antineoliberal que resulta radical para los parámetros estadounidenses. Con un avance insospechado que resultó amenazante para la candidata demócrata del sistema, Sanders fue la gran revelación en las primarias demócratas. Lo que también parecía improbable en mayo de 2015, terminó siendo un gran movimiento que enarboló la necesidad de una “revolución política”.

Al final, el establishment demócrata se impuso a través de no pocas manipulaciones de la dirigencia partidaria que se supone tendría que haber sido imparcial en el proceso. En el lado republicano, no sucedió así. Ha ganado la nominación un candidato incómodo que pone al Partido Republicano en una gran incomodidad. Trump resulta el candidato ideal para la base blanca y ultraderechista del partido, pero inviable para la necesidad de un partido que ha mostrado una declinación en los últimos 25 años. Estados Unidos de América ha cambiado cultural y demográficamente como para que un candidato reaccionario,  racista, sexista, antiinmigrante y atrabiliario sea representativo de lo que es hoy el país.

No obstante Trump ha avanzado de manera insospechada. La razón de ello estriba en la última  gran crisis en que se ha sumido el gran imperio desde la debacle financiera de 2008. Como sucedió en la Alemania de los veinte y principios de los treinta, cuando la crisis hizo avanzar a los comunistas pero también a los fascistas, en Estados Unidos la crisis explica el fenómeno Sanders pero también el fenómeno Trump. Hoy Trump ataca al Tratado de Libre Comercio, la apertura neoliberal que ha desmantelado la industria nacional que huye a la periferia capitalista para aprovechar sus ínfimos salarios y altas tasas de explotación. Ha atacado el expansionismo imperial que tiene hundido al país en una inmanejable deuda pública que lo está convirtiendo en un gigante enfermo. Trump ha aprovechado el descontento de los trabajadores, especialmente los blancos, y ha encauzado dicho enojo en el chauvinismo, la xenofobia y el aislacionismo desde siempre latente en la ultraderecha estadounidense.

El problema es que Clinton no genera confianza. Ha defendido demasiadas posturas de la derecha como para ahora generar entusiasmo en los partidarios de Sanders. Se deslinda del “gran dinero” mientras recibe 48 millones de dólares de ese sector. Como su marido, es una política de múltiples discursos. Aun así, concuerdo con Bernie Sanders: la llegada a la Sala Oval del impredecible Trump puede tener consecuencias insospechadas.

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