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sábado, 27 de agosto de 2016

La honestidad como subversión

La corrupción no tiene ideologías y también existe en el sector privado. Se ha vuelto una enfermedad sistémica. Por eso hoy, ser honesto es ser subversivo.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

La corrupción en la clase política y el Estado es tan grande que en buena parte del mundo la honestidad se ha convertido en un arma poderosa para sumar simpatías. En la medida en que la corrupción  es enfermedad  extendida, la honestidad se ha vuelto en algo que subvierte el orden establecido. Fue la demanda de honestidad lo que derribó al gobierno de Pérez Molina en Guatemala. Es la imagen de corrupción lo que tiene a Peña Nieto en los niveles más bajos de aceptación en México. Pepe Mujica, el ex presidente de Uruguay, se ha convertido en el paradigma de lo que estoy diciendo. Hace un tiempo me sorprendió que un querido amigo, ferviente simpatizante de la derecha, me haya hablado del ex guerrillero tupamaro en términos sumamente elogiosos. La venalidad estatal y política es tan grande, que hasta ha relativizado un tanto la animosidad que generan las diferencias ideológicas y políticas.

Un político o una política honesta puede convertirse en un personaje sumamente irritante para el establishment por su peligrosidad y por el arrastre que entre la ciudadanía puede llegar a tener. En estas últimas semanas la declaración de bienes e ingresos que hizo el líder de la oposición en México, Andrés Manuel López Obrador, generó acerbos ataques por parte de los líderes de los partidos de la derecha neoliberal (el PRI y el PAN). También de buena parte de los comentaristas de radio y televisión que apuntalan al actual régimen. López Obrador declaró que no tiene bien ninguno,  los pocos que tenía ya los heredó a sus hijos. Su ingreso mensual es de 50 mil pesos mexicanos (aproximadamente 2,777 dólares) y recibe además ingresos por las regalías de sus libros y las conferencias que da. A los opulentos políticos de la derecha no les ha quedado más que señalar que López Obrador no dice de dónde saca el dinero para sus constantes giras por todo el país. Fácil de responder: Morena ya tiene ingresos porque es un partido con registro.

Resulta asombrosa la virulencia del establishment contra el líder de la oposición, cuando a la esposa de Peña Nieto se le descubrió una casa valuada en 7 millones de dólares y obtenida de manera oscura. Ni que decir de la suntuosa residencia de descanso del Secretario de Hacienda, Luis Videgaray. O del lujoso departamento en Miami de la pareja presidencial mexicana, valuado en 1.7 millones y cuyo impuesto predial anual equivale a diez meses de salario del propio López Obrador. O del descubrimiento reciente hecho por el equipo de la periodista Carmen Aristégui: Peña Nieto plagió casi el 30% de su tesis de licenciatura. Dicho sea de paso, el plagio de tesis para obtener grados es frecuente en la clase política: Schmidt (Hungría, 2012), Guttemberg y Schavan (Alemania, 2011, 2013), Ponta (Rumanía, 2013), Baldizón (Guatemala, 2014) y Putin en 2006 cuyo caso no trascendió.

La corrupción no tiene ideologías y también existe en el sector privado. Se ha vuelto una enfermedad sistémica. Por eso hoy, ser honesto es ser subversivo.

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