La corrupción no tiene
ideologías y también existe en el sector privado. Se ha vuelto una enfermedad
sistémica. Por eso hoy, ser honesto es ser subversivo.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
La corrupción en la
clase política y el Estado es tan grande que en buena parte del mundo la
honestidad se ha convertido en un arma poderosa para sumar simpatías. En la
medida en que la corrupción es
enfermedad extendida, la honestidad se
ha vuelto en algo que subvierte el orden establecido. Fue la demanda de
honestidad lo que derribó al gobierno de Pérez Molina en Guatemala. Es la imagen
de corrupción lo que tiene a Peña Nieto en los niveles más bajos de aceptación
en México. Pepe Mujica, el ex presidente de Uruguay, se ha convertido en el
paradigma de lo que estoy diciendo. Hace un tiempo me sorprendió que un querido
amigo, ferviente simpatizante de la derecha, me haya hablado del ex guerrillero
tupamaro en términos sumamente elogiosos. La venalidad estatal y política es
tan grande, que hasta ha relativizado un tanto la animosidad que generan las
diferencias ideológicas y políticas.
Un político o una
política honesta puede convertirse en un personaje sumamente irritante para el
establishment por su peligrosidad y por el arrastre que entre la ciudadanía
puede llegar a tener. En estas últimas semanas la declaración de bienes e
ingresos que hizo el líder de la oposición en México, Andrés Manuel López
Obrador, generó acerbos ataques por parte de los líderes de los partidos de la
derecha neoliberal (el PRI y el PAN). También de buena parte de los
comentaristas de radio y televisión que apuntalan al actual régimen. López
Obrador declaró que no tiene bien ninguno,
los pocos que tenía ya los heredó a sus hijos. Su ingreso mensual es de
50 mil pesos mexicanos (aproximadamente 2,777 dólares) y recibe además ingresos
por las regalías de sus libros y las conferencias que da. A los opulentos
políticos de la derecha no les ha quedado más que señalar que López Obrador no
dice de dónde saca el dinero para sus constantes giras por todo el país. Fácil
de responder: Morena ya tiene ingresos porque es un partido con registro.
Resulta asombrosa la
virulencia del establishment contra el líder de la oposición, cuando a la
esposa de Peña Nieto se le descubrió una casa valuada en 7 millones de dólares
y obtenida de manera oscura. Ni que decir de la suntuosa residencia de descanso
del Secretario de Hacienda, Luis Videgaray. O del lujoso departamento en Miami
de la pareja presidencial mexicana, valuado en 1.7 millones y cuyo impuesto
predial anual equivale a diez meses de salario del propio López Obrador. O del
descubrimiento reciente hecho por el equipo de la periodista Carmen Aristégui:
Peña Nieto plagió casi el 30% de su tesis de licenciatura. Dicho sea de paso,
el plagio de tesis para obtener grados es frecuente en la clase política:
Schmidt (Hungría, 2012), Guttemberg y Schavan (Alemania, 2011, 2013), Ponta
(Rumanía, 2013), Baldizón (Guatemala, 2014) y Putin en 2006 cuyo caso no
trascendió.
La corrupción no tiene
ideologías y también existe en el sector privado. Se ha vuelto una enfermedad
sistémica. Por eso hoy, ser honesto es ser subversivo.
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