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sábado, 3 de septiembre de 2016

América Latina: repliegue progresista y nuevos peligros

Es indudable que se vienen tiempos aún más difíciles para nuestra América. Pero, como bien señala el vicepresidente boliviano García Linera, la generación de latinoamericanos de la que somos parte todavía tiene fuerza, experiencia y esperanza suficiente para reorganizarse e impulsar un nuevo flujo, una nueva oleada transformadora.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

Los frentes de batalla  política, social, económica y cultural se multiplican por todas partes en América Latina, mientras nos adentramos en lo que el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, en una entrevista para el diario argentino Página/12, definió como un momento de “retoma” parcial del poder y la iniciativa política por parte de la derecha en varios países, y de repliegue de las izquierdas y del progresismo latinoamericano en general, en medio de una crisis económica que se prolonga sin soluciones a corto plazo.

En este escenario, la disputa por la hegemonía y la definición de los horizontes de futuro, en la que hasta hace un par de años los procesos nacional-populares lograron posicionar con éxito una diversidad de proyectos posneoliberales, que a su vez expresaban un clima de época caracterizado por la búsqueda de alternativas al dominio de los organismos financieros internacionales, al ideario del Consenso de Washington, y al sentido común arraigado en las sociedades neoliberales, poco a poco va cediendo posiciones al proyecto de la restauración conservadora, que no es otra cosa sino el regreso al pasado de subordinación y humillación de la dignidad nacional de nuestros pueblos.

Viejos y nuevos peligros emergen a la esfera pública, amenazando la continuidad de las conquistas sociales de los últimos 15 años, y en algunos casos,  infligiendo heridas profundas en el tejido institucional de las democracias que, hacia finales del siglo XX, emergieron del oscurantismo de las dictaduras militares, mas hoy se revelan frágiles y precarias ante la acción concertada de los poderes fácticos.

La nueva variante de golpes de Estado aplicada en Honduras, Paraguay y Brasil, perpetrados desde los poderes legislativo y judicial, y ya no desde los cuarteles; la guerra económica y las maniobras de desestabilización permanente en Venezuela; el ajuste económico neoliberal y el guiño oficialista -con pretensiones de reconciliación- a los represores  y genocidas en Argentina; o las estrategias diplomáticas para desmantelar el MERCOSUR como primer paso para descarrilar la integración regional nuestroamericana, en beneficio de la Alianza del Pacífico, son solo algunos ejemplos del arsenal que despliega la derecha latinoamericana, y que el imperialismo estadounidense apoya y promueve desde las sombras, como el tigre “que viene con zarpas de terciopelo”, al decir de José Martí.

Y ese tigre, que ya tenemos encima, no duda en mostrar con ferocidad sus garras al mundo. Mientras el candidato del Partido Republicano a la presidencia de los Estados Unidos insiste en levantar un muro en la frontera con México, y hacer pagar a este país el costo de su construcción, la candidata del Partido Demócrata proclama sin sonrojo la excepcionalidad estadounidense: “Estoy convencida de que somos la última esperanza de la Tierra”, “Somos la ciudad que brilla en lo alto de la colina”, fueron algunas de las frases que usó en acto de campaña en Ohio. Ambas tesis son tributarias de uno de los supuestos ideológicos fundamentales del imperialismo: la supremacía de una nación sobre la barbarie que deben civilizar como destino manifiesto.

Es indudable que se vienen tiempos aún más difíciles para nuestra América. Pero, como bien señala el vicepresidente García Linera, la generación de latinoamericanos de la que somos parte todavía tiene fuerza, experiencia y esperanza suficiente para reorganizarse e impulsar un nuevo flujo, una nueva oleada transformadora: Entre otras cosas depende de lo que tú puedes hacer hoy en tu barrio, en tu universidad, en tu medio de comunicación, en tu poema o en tu teatro para articular sentido común, para impulsar ideas de lo colectivo o de lo comunitario. Si en algún momento eso, por algo no calculado, se articula con otras iniciativas comunitarias, puede dar lugar a otro flujo. En una semana, en un año, en 10 años. Lo importante es que tú luches y te organices. Si no te alcanza la vida, vendrá el siguiente que se sumará a lo que hiciste, para que él sí pueda ver que viene un flujo. Las revoluciones son así”.

Resistir para vencer parece el destino inexorable de América Latina.

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