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sábado, 1 de octubre de 2016

Colombia: La firma de la paz y el plebiscito son apenas el inicio de un largo y escabroso camino

La firma de la paz en Colombia debe alegrarnos, pero no podemos engañarnos respecto a lo que le espera a los colombianos: un camino plagado de escamoteos, obstáculos y evasiones de compromisos adquiridos por parte de la derecha, especialmente de aquellos sectores que se han beneficiado económica y políticamente con la guerra.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño,
en la firma de los acuerdos de paz en Cartagena.
Porque esta, para algunos, ha sido un negocio y una forma de sacar partido en la política, sobre todo en un país que no solo es uno de los mayores productores y exportadores de cocaína, sino que esta situado en una posición geográfica estratégica que ha sido tan altamente valorada por los Estados Unidos.

Esto lo decimos desde Centroamérica, en donde en dos de nuestros países, en Guatemala y El Salvador, se firmaron sendos acuerdos de paz, y lo que siguió después fue un calvario en donde, veinte años después, constatamos que mucho de lo pactado ha quedado en papel mojado.

Un tema de primer orden es el del juzgamiento de todos aquellos que se han visto envueltos en crímenes de lesa humanidad; en Guatemala, por ejemplo, no ha sido sino después de ingentes esfuerzos, a los que han tenido que contribuir las Naciones Unidas, cuando se los ha podido empezar a juzgar. Y, en El Salvador, hasta que hace pocos meses la Corte de Constitucionalidad declaró inconstitucional una ley que amnistiaba los crímenes de guerra.

Este no es más que uno de los múltiples problemas que se presentan. En términos generales, en el contexto de enfrentamientos armados tan cruentos y prolongados como estos, el aparato de Estado en su conjunto es no solo instrumentalizado para estar al servicio de intereses políticos corporativos de la oligarquía, sino que también amplios sectores suyos han sido cooptados para que funcionen para sus intereses de negocios. En Guatemala, uno de los casos, que puede ser traído como ejemplo es el de las aduanas, que grupos de militares empoderados al coparlas con la excusa de frenar la entrada de armas para la guerrilla, terminaron constituyendo verdaderas mafias que se especializaron en enriquecerse a costa suya.

Por experiencia sabemos en Centroamérica, también, el papel nefasto que han jugado los grupos de paramilitares que florecieron al amparo de los ejército. Sus estructuras paralelas a la institucionalidad estatal siguen funcionando por mucho tiempo después de la firma de estos acuerdo, porque forman parte de la lógica represiva con la que se instaura el neoliberalismo en estos países, y Colombia no es una excepción.

En Colombia, florecen verdaderos ejércitos de paramilitares que no desaparecerán de la noche a la mañana. Hay varias razones para ello. La primera tiene que ver con la incapacidad de amplios sectores de estos grupos para incorporarse a la vida civil, para la que no tienen habilidades; la segunda es de carácter político: Colombia es un país en el que la vía de la desaparición del contrincante, especialmente si es de pensamiento de izquierda, pasa muchas veces por sus desaparición física, y de eso hay ejemplos dramáticos en la historia de ese país; en tercer lugar, porque Colombia está a la par de Venezuela, en la que el paramilitarismo colombiano viene jugando un papel de primer orden en el atizamiento de las contradicciones; y en cuarto lugar porque siempre han jugado un papel en la estrategia norteamericana de “apaciguamiento” en relación con sus vecinos “subvertidos” del ALBA, la ya mencionada Venezuela, en primer lugar, pero también con Ecuador, a quien periódicamente molestan con agresiones que no pueden ser llevadas a cabo por el Ejército, pero sí pueden ser realizadas por entes irregulares como estos.

Solo hemos mencionado, de pasada, algunos de los obstáculos que encontrará en su camino la paz en Colombia. Hay que mostrarse jubiloso porque hayan logrado llegar hasta donde han llegado, pero no hay que desmoralizarse cuando empiecen a surgir las piedras en el camino; y no habrá que dejarse engañar, tampoco, cuando empiecen a culpar de todos los incumplimientos a los que entonces serán ex guerrilleros. Tienen para eso los más importantes medios de comunicación que, acorde con su naturaleza, empezarán a echar basura contra todo lo que no sea el proyecto sempiterno de la oligarquía, la que ha mantenido en guerra al país durante más de sesenta años y que, como Obama con Cuba, al no poder vencer por un lado probarán por otro.

América Latina entra en una nueva etapa con la firma de este acuerdo y con la nueva estrategia norteamericana hacia Cuba. El escenario de la confrontación entre ideologías y modelos distintos se traslada ahora al terreno que los cubanos llaman “la guerra de ideas”, que no es más que el espacio de la cultura. Hay que estar alertas y prepararse.

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