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sábado, 19 de noviembre de 2016

Cinco ideas para orientarnos en la crisis civilizatoria

Necesitamos afinar y afirmar nuestro pensamiento crítico para navegar en las aguas de la crisis civilizatoria. Cinco ideas que desarrolló el escritor argentino Ernesto Sabato en su libro “La resistencia”, publicado en el año 2000, nos parecen vigentes y de gran actualidad para orientar nuestras acciones individuales y colectivas,  así como la búsqueda y construcción de alternativas.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

“En este camino sin salida que enfrentamos hoy, la recreación del hombre y su mundo se nos aparece no como una elección entre otras, sino como un gesto tan impostergable como el nacimiento de la criatura cuando es llegada la hora”. Ernesto Sabato

El de nuestra época es un escenario global complejo. La profundidad de la crisis del sistema capitalista -como modelo civilizatorio, y ya no solo como un modo de producción- derriba viejas certezas ideológicas labradas durante años en el sentido común de la cultura de masas, y al mismo tiempo surgen o se expresan con mayor beligerancia nuevos factores de conflicto y disputa social,  política, económica y cultural, que desestabilizan la lógica de control y reproducción de la dominación de los sistemas sociales. Aunque, es preciso reconocerlo, tales tensiones no se concretan todavía en transformaciones revolucionarias del orden hegemónico. Parafraseando a Antonio Gramsci, asistimos a la pugna entre lo nuevo que quiere nacer y lo viejo que no quiere morir, cuya resolución lleva implícito el riesgo de la restauración del orden que pretende subvertirse.

Asimismo, parecen llegar a su fin los equilibrios de poder que dieron estabilidad al sistema internacional surgido de la segunda posguerra mundial –o que al menos permitieron gestionar sus contradicciones-, y avanza aquí también una pugna entre quienes intentan que prevalezca la visión de un mundo unipolar, definido por la hegemonía noratlántica (EE.UU más la Unión Europea), y quienes impulsan la cnfiguración del mundo multipolar.

Y como si lo anterior no fuese suficiente, el impacto acumulado de la acción humana sobre la naturaleza nos enfrenta a desafíos inéditos, como los fenómenos ambientales asociados al cambio climático, ante los que no es aventurado afirmar que se decide la sostenibilidad y el futuro de la vida humana en el planeta.

En definitiva, vivimos en un mundo en el que cunden la desesperanza y el miedo, pero también se agitan la rebeldía y las utopías emancipadoras. Esto abre posibilidades tanto para los giros democratizadores, como para los regresivos y conservadores (restauradores). La irrupción de lo nacional-popular y del progresismo latinoamericano en estos primeros años del siglo XXI y la reciente elección presidencial en los Estados Unidos, ilustran bien las potencialidades y limitaciones de una y otra opción.

En estas circunstancias, necesitamos afinar y afirmar nuestro pensamiento crítico para navegar en las aguas de la crisis civilizatoria. Cinco ideas que desarrolló el escritor argentino Ernesto Sabato en su libro La resistencia, publicado en el año 2000, nos parecen vigentes y de gran actualidad para orientar nuestras acciones individuales y colectivas,  así como la búsqueda y construcción de alternativas.

La primera idea es combatir a toda costa la resignación y la indiferencia ante el mundo y sus realidades, las más inmediatas y las más lejanas: “No mirar con indiferencia cómo desaparece de nuestra mirada la infinita riqueza que nos rodea (…)”, la presencia humana que “nos sacude, nos alienta”, porque de lo contrario “no podremos ser solidarios con nada ni con ni con nadie, seremos esa expresión escalofriante con que se nombra al ser humano de este tiempo, átomo cápsula”.

La segunda es rescatar y defender los valores y prácticas culturales y comunitarias, ante una globalización –capitalista, neoliberal, moderna in extremis- que “aplasta con su poder” y su “uniformidad arrogante” a las culturas, “en su deseo infernal de clonar al ser humano para mejor dominarlo”. La apertura, el diálogo y el encuentro con la diversidad resultan indispensables, toda vez que “el conocimiento de otras culturas otorga la perspectiva necesaria para mirar desde otro lugar, para agregar otra dimensión y otra salida a la vida”, decía Sabato.

La tercera sugerencia del intelectual argentino apunta a hacer de la educación un espacio de sensibilización ambiental y de transformación social, de humanización en el sentido amplio del término. Es urgente –advertía- una educación que enseñe a los niños y los jóvenes “que cualquier daño que hagamos a este universo grandioso perjudicará la vida futura y puede llegar a destruirla”, que no los engañe “en lo que se refiere a la irracionalidad del consumo, a la injusticia social, a la miseria evitable, y a la violencia que existe en las ciudades y entre las diferentes culturas”.

La cuarta idea es incidir política y democráticamente en los poderes públicos, para exigir que los gobiernos “vuelquen todas sus energías para que el poder adquiera la forma de la solidaridad, que promueva y estimule los actos libres, poniéndose al servicio del bien común, que no se entiende como la suma de los egoísmos individuales, sino que es el supremo bien de una comunidad”.

El último punto de este ideario de la resistencia es enfrentar juntos el miedo que nos paraliza, ese miedo inoculado por las usinas mediáticas, por los políticos que actúan como cajas de resonancia de los poderes fácticos, por los ideólogos de la resignación (que, en el neoliberalismo, convirtieron en dogma el llamado fin de la historia). “Uno no se atreve cuando está solo y aislado, pero sí puede hacerlo si se ha hundido tanto en la realidad de los otros que no puede volverse atrás”, escribió el autor de novelas memorables como El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abaddón el exterminador.

No se trata de recetas infalibles ni pautas incuestionables –que, por lo demás, nadie las tiene-, sino de principios que iluminan y alientan una praxis liberadora en todos los ámbitos de la vida, que podrían ayudarnos a perfilar horizontes de transformación de nuestras sociedades y a recuperar “el gozo inmenso que entraña compartir el destino”, como  bien dijera el viejo y querido Sabato.

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