Las
élites conservadoras que sustentan el poder en Colombia, Argentina, Brasil,
México, Paraguay y buena parte de Centroamérica siguen pensando el mundo como
si no se estuviera dando este giro monumental que los dejará sin proyecto, pues
su proyecto ha sido siempre el del imperio.
Rafael Cuevas Molina / Presidente
AUNA-Costa Rica
La
victoria de la coalición ruso-sirio-iraní en la ciudad Siria de Alepo, más la
derrota de Israel en la ONU, ambas apenas iniciarse el 2017, constituyen un mojón que evidencia el declive del orden
establecido mundialmente después de la Segunda Guerra Mundial, que ha tenido a
Israel como punta de lanza de los intereses norteamericanos en el Medio
Oriente.
Con
ella, se evidencia flagrantemente que “el siglo americano” se encuentra en
franco declive, y que lo que sigue será un mundo multipolar cuyos signos más
evidentes hasta ahora son la articulación de los llamados BRICS, la puesta en
cuestión de la globalización neoliberal desde el centro del poder económico
mundial, el surgimiento de gobiernos antimperialistas en América Latina, y el
imparable protagonismo, en primero lugar económico pero paulatinamente también
militar, de China.
La
respuesta que por el momento ha dado los Estados Unidos a estas circunstancia
que lo atemorizan ha sido la elección de Donald Trump. Es decir, es la réplica
del gato panza arriba, que se defiende como puede ante una embestida que pone
en cuestión la integridad del orden que ha establecido.
Es
una respuesta que puede resultar peligrosísima porque, siendo aún la potencia
del Norte la economía y la fuerza militar más poderosa, podría orientarse hacia
lo que ha estado acostumbrada a hacer durante todo el siglo XX: tratar de
imponer su voluntad.
En
este sentido, han abundado las comparaciones entre la situación estadounidense
actual y la de la Alemania de la década de los años treinta del siglo XX,
cuando la crisis económica y la posición segundona de Alemania en el concierto
de las naciones emergentes europeas llevaron al poder al nacional socialismo con
Hitler a la cabeza, y que desembocó en la Segunda Guerra Mundial.
Esta
situación de declive ha venido siento anunciada por distintos think tank norteamericanos desde hace
por los menos veinte años, y la respuesta dominante del stablishment político ha sido la huida hacia adelante, la
confrontación constante, la guerra permanente, la creación de enemigos aquí y
acullá. Esta situación, en vez de demostrar su fortaleza, evidencia al
debilitamiento cada vez mayor de los Estados Unidos.
América
Latina ha sentido, también, el latigazo del desconcierto del Norte. La actitud
desproporcionadamente belicosa con Venezuela, la continuación del bloqueo a
Cuba y, ahora, la actitud hostil con México, muestra que estamos viviendo en un
momento histórico en el que nuestras relaciones con los Estados Unidos estarán
marcadas por las confrontaciones de diverso grado y nivel.
Como
siempre, los que sentiremos más fuertemente los embates del gigante que patalea
seremos los que estamos más cerca de él, México, Centroamérica y el Caribe. En
primer lugar, los gestos antiglobalizadores afectarán fuertemente a México;
pero la actitud antimigrantes se hará sentir en Centroamérica, cuyas élites
gobernantes han encontrado en la expulsión de sus compatriotas no solo una
válvula de escape para la situación explosiva que crean las sociedades
excluyentes que ha creado, sino que han transformado a las remesas en una renta
de la que lucran.
La
alternativa debería ser encontrar entre los mismos latinoamericanos asidero y
apoyo, pero los tiempos que corren parecen ir en contra de los vientos
integracionistas y de apoyo mutuo que tomaron fuerza en tiempos recientes en
nuestras tierras.
Las
élites conservadoras que sustentan el poder en Colombia, Argentina, Brasil,
México, Paraguay y buena parte de Centroamérica siguen pensando el mundo como
si no se estuviera dando este giro monumental que los dejara sin proyecto, pues
su proyecto ha sido siempre el del imperio.
Tiempos
confusos, tiempos revueltos, tiempos de cambio. Hemos pasado a una nueva etapa
y hay que replantearse la tácticas y las estrategias.
La historia es ciclica y se estsn dando pasos agigantados hacia peores conclictos
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