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sábado, 4 de febrero de 2017

Perú: “Con mis hijos no te metas”, el principio del fin

Los recientes sucesos en la sociedad peruana muestran que la “gran cruzada”, del grupo religioso sectario “Con mis hijos no te metas”, ha entrado en crisis de legitimidad y llega a su etapa final.

Ángel Bravo / Especial para Con Nuestra América

Manifestación del grupo "Con mis hijos no te metas".
Sacar a las calles a marchar a un contingente de personas no es sinónimo de poder, mucho menos  de llamado divino. Es sí reflejo de abuso de poder en la organización religiosa; donde el pastor –“oveja vestida de lobo”- es el líder incuestionable a quien tienen que obedecer. Contrario a lo que enseña la Biblia, ahí no se concibe a la iglesia como pueblo o asamblea de Dios, que siendo protestante debería practicar el sacerdocio universal de todos los creyentes. Contrario a eso sus dirigentes son autoritarios, su discurso es engañoso y sus relaciones son antidemocráticas. Ante la orden del Pastor, gente humilde y sencilla sale ingenua y robóticamente con sus pancartas a defender una causa que no entiende.

Cuando realizaron sus primeras marchas, llamaron la atención de los medios de comunicación porque, contrario a su práctica habitual de ir en pareja casa por casa predicando el evangelio, esta vez eran muchas personas juntas, moviéndose como marionetas. En lugar de entonar sus cánticos tradicionales, transmitían odio ajeno, repetían consignas vehementemente y gritaban frases hirientes contra la comunidad LGTTBI. Todo eso era parte de una campaña orquestada por la derecha política y religiosa conservadora.

Hoy ha disminuido la cantidad de sus seguidores que marchan y también ha decaído el fervor que tuvieron en un principio. ¿Qué pasó entonces? Las maniobras de lobos rapaces, envenenados por sus indiferencias, engañados por su lenguaje religioso, embarrados de odios e interesados en cuotas de poder político, no lograron ocultar más sus intenciones grotescas, perversas y solapadas de todas sus campañas.

Sin duda que al verse retratados en algunos de los videos, muchos de ellos y ellas, ahora se sienten avergonzados. No quieren convertirse en el hazme reír de la gente. “Nos están llamando hasta de fujimoristas” se detecta en los chat de sus redes. No les queda otra opción que poner en cuestión el autoritarismo de sus pastores, negándose a desfilar. En las entrevistas exhibidas, no existe una sola persona que sepa dar razones de por qué participa en esas marchas. El nivel de desconocimiento y la incapacidad para hilvanar alguna idea lógica son asombrosos dentro de este grupo sectario. Evaden las preguntas o dicen que no tienen autorización para dar respuestas; mostrando así, que son “enviados como ovejas al matadero”, masa de maniobra de sus pseudo pastores.

Con sobradas razones algunos periodistas han empezado a hacer algunas críticas en algunos espacios de comunicación frente a esta campaña religiosa fundamentalistas. Al principio les parecía una novedad, pero ahora empiezan a darse cuenta que se trata de una patraña en la que se está utilizando descaradamente la fe de ciudadanos humildes con fines políticos. Si bien la prensa peruana en general se caracteriza por ser cautiva de la oligarquía nacional y defensoras del status quo, no faltan periodistas atentos que con un poco de dignidad e independencia empiezan a marcar distancia del resto. No aceptan que se quiera hacer pasar por verdad sus mentiras ni por ciencia sus prejuicios e ignorancias. Los periodistas y políticos que se han plegado a la campaña de “Con mis hijos no te metas” nunca han gozado de algún prestigio entre los peruanos; siempre acostumbraron a expresarse con vulgaridades e ignorancia, al estilo fujimorista, o con cínica desvergüenza al estilo aprista.

Entre los dirigentes de “Con mis hijos no te metas” no existe uno solo que sea medianamente culto o letrado, capaz de argumentar consistentemente qué es lo que persiguen. Cuando se les solicita que expliquen ¿contra qué parte en específico del currículo del Ministerio de Educación están en contra? En lugar de responder con argumentos, repiten estribillos y textos bíblicos descontextualizados. No conocen el currículo, no lo han leído o no tienen competencia en este campo.

Lo más reciente ha sido el escandalo promovido por el congresista Moisés Guía, que al igual que sus amigos, los fundamentalistas, mostraron su rigidez e hicieron un “show” en los salones del Congreso de la República, ante la Ministra de Educación, insultando, incitando a la violencia y a la sedición. Reacción propia de quien no tiene argumentos.

A pesar que tratan de ocultarlo, es notorio que dentro de las filas fundamentalistas hay fuertes pugnas por el control del poder. El “guía” Moisés le quitó el protagonismo a Julio Rosas. Ambos, de claras raíces fujimoristas, ya se creen congresistas 2021. Hoy es evidente que el grupo está dividido: uno estaría encabezado por Moisés, el “Guía” arrepentido y el otro por Julio Rosas. Ambos, hijos de la misma camada religiosa y política: conservadores de la derecha.

En este momento de tensiones dentro de la sociedad peruana, se va desnudando y descubriendo quiénes son los fariseos contemporáneos que pretenden rasgarse sus vestiduras, siendo lobos que olfatean oportunistamente las mieles del poder establecido, sin reservas, sin vergüenza, sin sangre en la cara. Sin cualquier tipo de ética. No hay futuro para propuestas políticas fundadas en la mentira. Tampoco para discursos religiosos manipuladores. La “gran cruzada” de odio y violencia, se encaminan al fracaso. Han comenzado a cavar su propia sepultura religiosa y política.

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