La colusión de intereses empresariales y financieros involucrados en
el proyecto al que se opuso Cáceres muestra, claramente, los engranajes del
poder corporativo transnacional que promueve y defiende el modelo depredador
extractivista.
Rafael Cuevas Molina/Presidente
AUNA-Costa Rica
Marcha en Tegucilpa, exigiendo justicia en el caso del asesinato de Berta Cáceres. |
Este
3 de marzo se cumple un año del asesinato de Berta Cáceres y los autores
intelectuales del crimen siguen en la oscuridad. No es extraño. Seguramente se
trata de gente con mucho poder en Honduras. Recuérdese que antes de su asesinato había sido víctima de hostigamiento por parte
del Estado hondureño a través de la Policía Nacional y el Consejo Hondureño de
la Empresa Privada (Cohep). Incluso la jerarquía de la Iglesia católica
hondureña, a través del cardenal Óscar Rodríguez, prohibió a los feligreses
organizarse en COPINH (Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas
de Honduras) -dirigido desde el 2013 por Cáceres-, y escuchar sus medios de
comunicación comunitarios.
Esta actitud de la gremial patronal, el Estado y la Iglesia hondureña
no debe extrañar. Berta Cáceres encabezaba las protestas contra la construcción
de una represa en el río Guaicarque por la compañía china Sinohdro (la mayor
compañía constructora de presas del mundo), la Corporación Financiera
Internacional (CFI) del Banco Mundial, y la compañía hondureña Desarrollos
Energéticos S. A. (DESA). La presión ejercida produjo el abandono de las dos
primeras pero la tercera continuó. La represa busca producir energía eléctrica
para abastecer a las empresas mineras.
Honduras es un emporio para las mineras, las empresas madereras y las
hidroeléctricas, y un infierno para quienes se les oponen, no solo a ellas
sino, en general, al modelo de desarrollo depredador. El país ostenta
proporcionalmente el más alto índice de asesinatos de ambientalistas en el
mundo.
Honduras es eso: una hondura que no permite avizorar un horizonte
menos opresivo. La gente escapa como puede, migra desesperada huyendo del
estado de cosas impuesto después del golpe de Estado que sacó del poder a
Manuel Zelaya. Antes de quedarse ahí, sus ciudadanos prefieren afrontar las más
terribles peripecias: caer en las garras de las mafias de extorsionadores
mexicanas; los cárteles de la droga y la trata de blancas; desbarrancarse en La
Bestia, el tren de la muerte; ser cazados como animales salvajes por finqueros
gringos en el desierto colindante con la frontera mexicana; o vivir la
discriminación en un país en donde la xenofobia es pan de todos los días.
Una situación insoportable.
Berta Cáceres fue activista indígena feminista y ambientalista.
Encabezó manifestaciones de protesta contra el golpe de Estado del 2009 y, por
lo tanto, se puso en la mira del poder, ese mismo que, en sus enredos
palaciegos, ahora hace triquiñuelas para reformar la Constitución para hacer
posible la reelección presidencial. Recuérdese que oponerse a ella fue la causa
para que echaran abajo al gobierno de Zelaya.
La colusión de intereses empresariales y financieros involucrados en
el proyecto al que se opuso Cáceres muestra, claramente, los engranajes del
poder corporativo transnacional que promueve y defiende el modelo depredador
extractivista: una empresa del capital transnacional chino; una agencia de uno
de los principales agentes financieros impulsores del modelo neoliberal de
desarrollo a escala mundial; y una empresa de un Estado enano.
Parece de manual.
Evidentemente, viendo cuáles eran los intereses a los que se oponía
Berta, todos sabemos que los autores intelectuales de su asesinato no
aparecerán nunca. Los ejecutores sí, claro; los que apretaron el gatillo, los
peones, los donnadies, esos sí, ellos van a pagar los platos roto de la fiesta.
Los otros, seguirán tomando su güisqui en reuniones internacionales,
encontrándose en el Foro Mundial de Davos y riéndose, a mandíbula batiente, no
solo de quienes han mandado a matar sino, también, de los pobres títeres que
gobiernan los estados de opereta en los que obtienen los minerales para
seguirse haciendo más ricos y, de paso, acercarnos a todos cada vez más
rápidamente al precipicio de la debacle medioambiental.
Sí. Creo que tu artículo se debera leer a nivel masivo en nuestro país, Guatemala, por muchas y afines razones.
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