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sábado, 1 de abril de 2017

América Latina en tensión

Tanto Venezuela como Ecuador son puntos cruciales de esta batalla que se libra hoy en América Latina. Lo que pasa en un lado repercute en el otro, y lo fortalece o debilita. Es una batalla cruenta, de posiciones, en la que los actores, a pesar de haberse renovado, siguen siendo en esencia los mismos de los tiempos en los que la OEA echó a Cuba de su seno.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

La OEA es uno de los escenario de la batalla
política actual en América Latina.
La muerte del presidente Hugo Chávez envalentonó a la derecha latinoamericana que ha pasado con fuerza a la ofensiva. Quien se mantuvo en silencio, oculto o en el disimulo mientras las circunstancias le fueron adversas, sale a la luz y, tal vez porque se reprimió largamente, se une al coro de quienes apostrofan con rabia. Ese parece ser el caso del señor Secretario General de la Organización de Estados Americanos, el uruguayo Luis Almagro, quien después de cobijarse bajo el ala de Pepe Mujica echó a volar por cuenta propia y se desmadró de tal forma que no le dejó más opción a su antiguo jefe que repudiarlo.

El tal Almagro se ha transformado en punta de lanza obsecuente para echar por tierra el proyecto bolivariano en Venezuela; lo hace sin ambages, abiertamente y sin pudor desde el organismo que en otros momentos de nuestra historia ha sido ya utilizado con fines similares.

Recuérdese el caso de Cuba. En esa oportunidad los tiempos eran otros, y dócilmente cumplieron los lineamentos que dictaron los Estados Unidos y la echaron sin ambages. El que no hayan podido hacerlo hoy con Venezuela revela, entre otras cosas, el debilitamiento de los Estados Unidos en el espacio que siempre consideró su patio trasero, su perrito tranquilo echado a los pies del amo, como nos le recordó recientemente el señor que ahora funge como presidente del Perú.

Ahora hay oposición, cuestionamiento y resistencia. Es sintomático que hasta El Salvador, el pulgarcito de América -como lo llamó el poeta Roque Dalton-, se plante ante el coloso de las siete leguas. No es poco decir: El Salvador tiene un modelo económico altamente dependiente de las remesas que le llegan de los Estados Unidos y en el contexto actual, en el que el poderoso emperador está furioso con los migrantes, cuestionar la política imperial es todo un acto de valentía.

El campo de quienes asumieron posturas como la que mantiene hoy El Salvador se ha debilitado, si no fuera así no se estaría en esta batalla que, entre otros lugares, tiene lugar en la OEA. Es una batalla larga, que se agudiza con el tiempo, que tiene picos y clímax cada poco tiempo y a la que no se le ve salida pacífica en el futuro.

Ese mismo tablado tiene esta misma semana, en otro país, otra escena crucial, atravesada por el mismo enfrentamiento y la misma virulencia. Se trata de las elecciones en Ecuador. Es solamente otra faceta, otra arista de la misma situación y así debe entenderse, como una expresión particular de un fenómeno que de expresión regional, latinoamericana.

Esto no quiere decir que lo que sucede en un país es lo mismo que lo que sucede en otro, no, pero sí son expresión de una tendencia general que se expresa de forma particular en distintas partes y países de nuestra región. Esta tendencia expresa varias cosas: por un lado, lo ya dicho, la creciente debilidad de los Estados Unidos, que ya se ve imposibilitado de hacer acatar su dictum como en el pasado; por otra parte, el fortalecimiento de las fuerzas que apuestan por un cambio de modelo no solo económico sino incluso, más en general y en sus casos más radicales, civilizatorio. Estas fuerzas están por todas partes y se expresan de muy distinta forma; en algunos lados lograron llegar al gobierno, en otras tienen posibilidades aún no concretadas y en otras están lejos aún de lograrlo, pero están vigorizadas.

Tanto Venezuela como Ecuador son puntos cruciales de esta batalla que se libra hoy en América Latina. Lo que pasa en un lado repercute en el otro, y lo fortalece o debilita. Es una batalla cruenta, de posiciones, en la que los actores, a pesar de haberse renovado, siguen siendo en esencia los mismos de los tiempos en los que la OEA echó a Cuba de su seno.

Los unos, siguen teniendo como referente fundamental a los Estados Unidos y desde ahí hablan, sin rubor, sintiéndose a gusto en los pasillos de sus instituciones; entre amigos, tuteándose y llamándose por su nombre de pila con los funcionarios imperiales o sus acólitos. Los otros cuentan solo con sus propias fuerzas y por eso la unión les es tan indispensable. Son tiempos nuevos, de los que Martí dijo que había que irse a dormir teniendo a las armas como almohada. Son tiempos que llama a definiciones, a tomas de posición que desvelan lo que somos.

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