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sábado, 15 de abril de 2017

Argentina: Siguiendo el ejemplo chileno

La minoría gobernante argentina no deja de añorar el ejemplo chileno, una pequeña minoría europea privilegiada en la cúspide y una gran base proletaria araucana y mestiza que fue disciplinada por la feroz dictadura de Pinochet y sólo aspira a sobrevivir, porque los beneficios de un estado de bienestar les fueron negados.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

A comienzos de la gestión Macri y luego de recibir al presidente Obama, gesto que marcó la orientación de su política exterior, su siguiente paso fue visitar el país trasandino y establecer un fluido marco de relaciones, dispuesto a intensificarlo ante la perspectiva de ingresar a la Alianza Transpacífico. En este sentido, nombró de embajador a un hábil y lúcido representante, José Octavio Bordón, ex gobernador de la provincia de Mendoza, alto funcionario de Educación del BID y posteriormente, embajador argentino ante Estados Unidos. Sociólogo y docente universitario, Bordón, era un viejo conocido del presidente argentino desde fines de los setenta a quien podía confiar la importante gestión de mejorar los mecanismos de integración, sobre todo en infraestructura y tramitaciones aduaneras, relegadas por la preferencia hacia Brasil, nuestro socio estratégico en el Mercosur.

Cabe señalar que las relaciones con Chile nunca fueron fáciles y por problemas limítrofes, hemos estado a punto de entrar en guerra, a fines del siglo XIX y comienzos del pasado, cuando en prueba de hermandad se erigió la estatua del Cristo Redentor en 1904, como símbolo del abrazo fraterno de los presidentes de entonces, cuestión dejada de lado por las dictaduras de ambos países en 1978, en donde tuvo que intervenir Juan Pablo II, quien envió al Cardenal Samoré para que mediara en el conflicto y disipara la furia militar de iniciar las acciones bélicas, razón por la que fue honrado su nombre al distinguir el paso que une las localidades de Osorno en Chile y Bariloche en Argentina.

Además, nunca terminó de superarse el rol que tuvo Chile en la guerra de Malvinas en 1982, pasando información al Reino Unido, cuando el resto de los países de la región apoyaban decididamente a la Argentina. Era coherente, siempre se definieron los chilenos como lo expresaba un famoso periodista de El Mercurio, el diario decano de Chile, como “los inglesitos del sur”. Independientes y expansivos, desde su independencia, mantuvieron conflictos bélicos con sus tres vecinos, llegando en el siglo XIX a ocupar Lima y dejar sin salida al mar a Bolivia. No es un detalle menor la leyenda del escudo que indica, “por la razón o la fuerza”, ideas directrices de las elites gobernantes que, en el positivismo brasileño promovieron incorporar la frase “orden y progreso” en la enseña verde y amarilla. 

Otra diferencia importante es que mientras Argentina y Brasil, se organizaron como estados federales, Chile decidió ser unitario, es decir, las autoridades son designadas por el poder central. Cuestión desde luego privativa de cada comunidad, pero que delata el espíritu de sus clases dirigentes en cada momento de la historia.

Más allá de estas rivalidades alentadas desde los medios y profundizadas por los sistemas educativos, las poblaciones fronterizas, como en todo el mundo, viven un estrecho intercambio, comercializando según las ventajas temporales y reclaman, una relación de vecindad adulta y responsable, conforme lo merecen nuestros sufridos pueblos.

Luego de la asunción de Donald Trump al frente del imperio, su repliegue a volver a ser la gran potencia y denostar la Alianza Transpacífico, el entusiasmo de ingreso a ese mecanismo pareció estancarse y, equivocadamente, no se advirtieron otras singularidades y similitudes con Chile. La presidente Michele Bachelet, a punto de dejar el mando, se aleja con las dificultades dejadas por los tsunamis y los grandes incendios que arrasaron con pueblos enteros y una economía en recesión. Ella le sucedió a Piñeira, un empresario exitoso, que todo el mundo recuerda y, sobre todo el pueblo chileno, por el rescate de los 33 mineros sepultados. Situación tan alentada desde los medios hegemónicos que las masas, a pesar de las grandes manifestaciones callejeras actuales en Chile en reclamo de la educación y la Aseguradoras de Fondos de Pensiones AFP, frente a un nuevo recambio de autoridades, quieren volver a la derecha, en la generalizada y fomentada creencia que, un empresario acaudalado no necesita robar.

Visto desde esa perspectiva, Macri, Piñeira, como Trump, aparecen como empresarios exitosos aclamados por las masas, a sabiendas de las inmensas distancias que los separan. Pero algo en el inconsciente de las multitudes operó para que se manifestaran por un cambio radical y estas personas llegaran al poder.

Pero volviendo a nuestra pequeña realidad regional, de este cono sur de América que confluye en los océanos Atlántico y Pacífico, la minoría gobernante argentina no deja de añorar el ejemplo chileno, una pequeña minoría europea privilegiada en la cúspide y una gran base proletaria araucana y mestiza que fue disciplinada por la feroz dictadura de Pinochet y sólo aspira a sobrevivir, porque los beneficios de un estado de bienestar les fueron negados. De allí que las inmensas manifestaciones de los obreros y maestros argentinos reclamando la apertura de paritarias, para negociar mejores condiciones de trabajo y salarios, les molesta y quisieran borrarlas de un plumazo. Habida cuenta que la apertura al mundo y la llegada de las inversiones, dependen de una masa obrera sumisa con bajos salarios. Un país para unos pocos privilegiados, como nuestros vecinos.

Pero hay una dificultad y eso lo tienen en claro todos los trabajadores, los derechos adquiridos no se negocian. No es la misma sociedad de los noventa o del 2001, la gente se acostumbró a defender sus derechos y su acceso a un nivel de consumo como nunca lo había hecho. Sabe que si cede va a ser sepultada y no está dispuesta a ello. Por eso todas las estrategias son válidas. Como la carpa itinerante, instalada por los docentes frente a la negativa gubernamental de abrir paritarias y la exhortación presidencial a cumplir las normas, normas fundamentales que ellos ignoran de plano. Hecho que se puso de manifiesto últimamente al ser los maestros duramente reprimidos al intentar ejercer sus derechos en la emblemática carpa, recordando la otrora “carpa blanca” que fue un símbolo de protesta en los noventa.

Para el gobierno, el modelo cierra con represión. Primero la arenga, la inocente frase “la prioridad son nuestros niños que deben tener educación”, (es prioritario cerrar con los docentes, porque de ello depende el nivel salarial del resto de los estatales) expuesta por autoridades y el universo de periodistas sometidos que repican las 24 horas del día en las cadenas hegemónicas, para luego sacar a la policía y la gendarmería a las calles, dispuestos a dar palo y palo, como en las mejores épocas conservadoras de comienzos del siglo pasado.

La pulseada sigue, dos modelos en pugna, separados por una inmensa brecha que cada día se profundiza más. Nadie pretende desestabilizar ni perturbar esta democracia que tanta sangre costó. Por el contrario, la defensa de los derechos ciudadanos es lo que la sustenta, aunque los representantes lo ignoren olímpicamente.

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