En la
madrugada de este lunes 12 de junio falleció Fernando Martínez Heredia,
profesor, ensayista e historiador cubano y uno de los principales pensadores
latinoamericanos. A modo de homenaje, Rebelion publicó por primera vez online
el artículo que enviara en marzo pasado para el libro “América Latina. Huellas
y retos del ciclo progresista”, compilado por Pablo Solana y Gerardo Szalkowicz
y editado por Sudestada en Argentina y La Fogata en Colombia. Allí elabora un
agudo análisis de la etapa y los desafíos que atraviesa el proceso cubano en el
marco del escenario continental.
Fernando Martínez Heredia / Rebelion
Fernando Martínez Heredia (1939-2017) |
Como todos saben, Cuba es
un país realmente singular. Solo mencionaré los cambios colosales de la vida de
las personas, las relaciones sociales y las instituciones generadas por el
proceso revolucionario, conquistadas y desarrolladas con la participación
decisiva de las mayorías, codificadas por las leyes y convertidas en
costumbres. El consenso por parte de las mayorías de que el poder político ha
gozado durante más de medio siglo tiene bases muy firmes en el imperio de la
justicia social, la redistribución sistemática de la riqueza del país en
beneficio de esas mayorías, la identificación general del gobierno como
servidor de los altos fines de la sociedad y administrador honesto -y no como
una sucesión de grupos corrompidos que medran, engañan y lucran- y la defensa
intransigente de la soberanía nacional plena.
La sociedad de justicia,
bienestar y oportunidades para todos que se logró como saldo del proceso hasta
1990 ha sufrido deterioros y reducciones de esos rasgos en los últimos 25 años.
No me detengo en la profunda crisis que vivió Cuba en la primera mitad de los
años ´90, que originó esa tendencia negativa, solamente añado dos constantes
que operan siempre y sistemáticamente en contra: la agresión permanente de
Estados Unidos, desde 1959, que incluye el funesto estado de guerra económica
del bloqueo; y las profundas y abarcadoras desventajas económicas que sufrimos,
como la mayor parte de los pueblos del planeta, causadas por el sistema de
financiarización, centralización, robo de recursos y exacciones parasitarias
del gran capital.
La crisis pudo ser
enfrentada y remontada porque se produjo la conjunción de una gran sagacidad,
decisión de resistir, valentía y un apego estricto a los principios
socialistas, combinados con una enorme flexibilidad táctica y con la
abnegación, la combatividad y la pericia de las mayorías, franqueada por el
extraordinario desarrollo que habían experimentado sus capacidades y su
conciencia política en las décadas previas. Fue mucho más que el mantenimiento
de un gran pacto social. No hubo ninguna rendición, ni apelación al repertorio
neoliberal que era usual: la política social ejemplar cubana se mantuvo, aun en
los peores momentos. La maestría y la firmeza de Fidel y la sabiduría política
del pueblo, unidos, impidieron la caída del socialismo cubano.
Pero los efectos de la
profunda contracción de la actividad económica y la calidad de la vida, y los
de una parte de las medidas que fue necesario tomar, se hicieron sentir de
manera aguda primero y, aunque pronto fueron atenuados, comenzaron a tener
consecuencias que se han vuelto en parte crónicas, y que han recibido impactos
muy diversos en las dos décadas que siguen hasta hoy.
En la actualidad se puede
apreciar la consolidación de desigualdades ante el ingreso que percibe la
población, que eran desconocidas antes de la crisis. Hay sectores empobrecidos,
y esto es más agudo en grupos sociales que estaban en desventaja por razones
históricas y/o territoriales, o a los que la evolución de la situación fue
llevando a ese estado. De un nivel ínfimo de pobreza y cero pobreza extrema
hace 30 años, hemos pasado a tasas de pobreza que para Cuba son notablemente
altas. Las deficiencias más significativas se encuentran en vivienda,
remuneración del trabajo, situación de comunidades y acceso a una parte de los
consumos necesarios o deseados. De una sociedad en la que las relaciones entre
los esfuerzos laborales y los consumos y la calidad de la vida eran muy
indirectas, hemos pasado a una situación en la que los ingresos directos que se
obtienen desempeñan un papel grande en esos consumos y en la calidad de la
vida. El papel del dinero ha crecido muy sensiblemente en un gran número de campos.
Las remesas desde el
exterior, importantes para la macroeconomía, pueden erosionar también las ideas
socialistas. Es probable que una parte de ellas esté sirviendo para crear
empresas pequeñas, pero privilegiadas en cuanto a operar y sostenerse.
Junto a esas realidades
han sido impactadas las representaciones, los valores, la conciencia y las
ideas, de manera paulatina pero que no puede subestimarse. Entre sus efectos
está la existencia de una franja de población que es ajena a la Revolución, privilegia
los asuntos personales y las relaciones familiares y de pequeños grupos, y
suele creerse ajena a militancias y contaminaciones políticas. Ese apoliticismo
convive en paralelo con las convicciones políticas y las costumbres socialistas
arraigadas, como conviven en paralelo en nuestra sociedad un enorme número de
relaciones sociales, representaciones y valores socialistas y capitalistas. Se
está librando una guerra cultural abierta entre el socialismo y el capitalismo.
Agrego aún otro rasgo
negativo que ha crecido: la conservatización de la vida social. Parece ser aún
más neutra que la despolitización, y pudiera verse solamente como una portadora
de modas, comportamientos, satisfacciones y normas que tienen su referente en
algo que porta el aura de lo intemporal. Como una “vuelta a la normalidad” de
la sociedad. Pero en realidad es un enemigo peligroso del socialismo, porque es
una forma efectiva de desarmar la actividad política y promover la simpatía por
soluciones conservadoras a los problemas de la sociedad.
¿Avanzará el desarme
ideológico? ¿Llegaremos a ser un país “normal”?
Frente a esas realidades
adversas, Cuba conserva fuerzas profundas y enormes para mantener su revolución
socialista de liberación nacional, y un sólido potencial para desarrollarla
hacia nuevas metas, ambiciosas pero necesarias. Ante todo, se ha mantenido la
mayor parte de una política social que asigna recursos, brinda un enorme número
de servicios sobre bases socialistas de gratuidad y universalidad, sostiene
sistemas como los de salud, educación, seguridad social y cultura, y protege a
los grupos humanos con necesidades especiales.
El acumulado con el que
contamos es impresionante a nivel mundial. Un buen ejemplo de ello son los
datos sobre las mujeres cubanas brindados por el presidente Raúl Castro en su
discurso ante la Conferencia sobre Igualdad de Género y Empoderamiento de las
Mujeres de la ONU, el 27 de septiembre de 2015. Las enormes capacidades de
formación general, técnica y científica, que fueron un factor tan relevante
para enfrentar la crisis, siguen siendo una gran ventaja permanente. La
pacificación de la existencia personal y familiar garantizó y elevó la calidad
de la vida, las posibilidades, los derechos, los nuevos problemas y los
proyectos de las mujeres, los hombres, los niños y los ancianos. En Cuba no
existen, desde hace más de 50 años, la violencia en la política, las
ejecuciones extrajudiciales, las desapariciones forzosas ni las torturas a
detenidos. Las tasas de homicidios y de consumo de drogas son bajas. No existe
como problema de alguna entidad la seguridad de la población.
Tenemos,
desgraciadamente, barrios marginales, pero no tenemos seres humanos marginales
que hayan interiorizado su inferioridad y su destino. Nuestros investigadores
estudian la pobreza en el país, pero no tenemos clases subalternas. No se ha
producido, ni permitiremos que llegue a producirse, esa victoria de la
dominación que es la naturalización de las relaciones sociales que producen la
desigualdad, la explotación del trabajo, la exclusión, la opresión. Un
escamoteo de lo esencial que es básico para la hegemonía del capitalismo.
Frente a los desafíos
cruciales de la actualidad y el futuro cercano, es imprescindible conocer lo
mejor posible los problemas, los límites y los retrocesos, identificar lo que
nos perjudica, además de los enemigos externos y las insuficiencias
estructurales, como son el burocratismo y la inercia, males muy graves, la
falta de cumplimiento o el mal ejercicio de tareas que son indispensables, los
errores, la formación de grupos conservadores o de intereses materiales y de
poder social, y los manejos corruptos. Es decir, ganar conciencia de lo que
necesitamos cambiar en nuestro propio campo.
Una forma eficaz de
oponerse a la expansión de las desventajas y exclusiones, por ejemplo, es
discutir y encontrar los modos acertados de combatir la reproducción de las
desventajas de determinados grupos y áreas, incluyendo desatar las fuerzas
unidas de especialistas y masas de población que poseen cualidades suficientes
para hacerlo, y hacer los cambios institucionales que sean necesarios.
Desde 1959 hasta hoy
Estados Unidos ha mantenido su objetivo estratégico de destruir el socialismo
cubano y socavar nuestra soberanía nacional. A partir de diciembre de 2014
comenzó una etapa diferente dentro de la misma estrategia, mediante lentas y
astutas negociaciones, gestos formales, algunas medidas según sus intereses y
una “ofensiva de paz” que erróneamente nos supone ingenuos. Pero mantiene
incólume el sistema ilegal y criminal de agresiones sistemáticas contra Cuba, a
la espera de recibir concesiones y que nos dividamos, mientras intenta seducir
a una suerte de nueva clase media con comercio, inversiones, consumos y
“tecnologías”, y esperanzar a sectores menos conscientes de la franja de
pobreza existente. Sin prescindir, naturalmente, de todas las formas de
subversión que estén a su alcance. Así fue durante la presidencia de Obama. Es
una incógnita –al momento de escribir estas líneas- si Donald Trump continuará
esa fase o si le introducirá cambios.
Nadie puede ni podrá
imponerle a Cuba cambios que no sean los que las cubanas y los cubanos quieran
darse libremente, en el ejercicio de su cultura, sus intereses, sus ideales,
sus proyectos y su soberanía.
No podemos separar las
respuestas a la política imperialista de las acciones dirigidas a defender y
profundizar nuestro socialismo: en realidad, estas últimas serán lo decisivo.
La sociedad pasa al centro del combate político, y ella necesita que entre
todos hagamos política social, y hagamos política. Un requisito básico será la
activación de muchos medios organizados que no están siendo eficaces ni
atractivos, y la creación de nuevos espacios y mecanismos para fomentar la
actuación y la creatividad populares. Son innumerables los asuntos, los retos,
las necesidades, los campos en los que podrían ejercitar su participación
quienes sientan que deben hacerlo.
La economía es una
dimensión estratégica que no tengo espacio para abordar aquí. Las referencias a
ella han tenido un lugar central en los últimos años. Pero las relaciones y los
problemas económicos son algo demasiado importante para reducirlos a
invocaciones pragmáticas y medidas que involucren a unos pocos: tienen que ser
campo de debates y de labores de todos. Por otra parte, necesitamos que la
educación escolar se renueve y se desarrolle, pero ese objetivo es
completamente factible, por el intenso amor a la educación que caracteriza a
nuestra cultura, la multitud de personas muy capacitadas que hay en todas
partes del país y la gigantesca cultura institucional que existe en ese campo.
Necesitamos más rescate
en términos ideales y materiales de las relaciones y la manera de vivir
socialista; mayor socialización dentro del ámbito y la gestión estatales; un
impulso cierto de la municipalización y otras formas de descentralización que
beneficien a empeños de colectivos, a las comunidades y al país, y no al
individualismo y el afán de lucro; enfoques integrales de los problemas.
Se está produciendo un
aumento de la politización en sectores amplios de población, que estimula al
nivel inmenso de conciencia política que posee el pueblo cubano. Emergen
sectores de jóvenes expresamente anticapitalistas. Ha crecido la expresión
pública de críticas y criterios diferentes hechos por cubanos socialistas y
dirigidos a fortalecer el socialismo. El pueblo cubano ha ejercido la justicia
social, la libertad, la solidaridad y el pensar con su propia cabeza, y se ha
acostumbrado a hacerlo. Tenemos conciencia política del momento histórico en que
vivimos y lo que se juega en él.
“Yo soy Fidel”
Aquella consigna que
salió a enfrentar su muerte fue inventada por la gente, no fue orientada por
nadie, y se convirtió en la expresión nacional por excelencia, porque contiene
homenaje, orgullo del que la pronuncia y determinación personal de continuar la
causa revolucionaria, encarnada en el líder mayor y más amado. Fidel dio muchas
lecciones en los nueve días del duelo, y ganó su primera batalla póstuma. El
pueblo mostró abiertamente qué es realmente, y demostró que está dispuesto.
Durante más de 30 años,
Cuba se vio prácticamente privada de tener relaciones económicas y estatales
con la región. Pero en los últimos 25 esa situación se transformó radicalmente.
Existe hoy una masa enorme de vínculos sociales, económicos, políticos y
estatales, y por sus posiciones y su alto nivel de actividades internacionales,
Cuba goza de gran prestigio en todo el ámbito regional. Al mismo tiempo, casi
60 años de solidaridad en ambos sentidos entre los pueblos del continente y el
nuestro, y el ejemplo permanente constituido por la sociedad de justicia y
libertad creada por la Revolución en la isla, su soberanía nacional plena y su
antimperialismo e internacionalismo, configuran un hecho muy relevante entre
las realidades latinoamericanas.
Eventos recientes
adversos en Venezuela y algunos otros países latinoamericanos nos preocupan a
todos y podrían indicar que el tipo de proceso que tuvo muchos logros en una
parte de la región y generó tantas esperanzas está chocando con sus límites, y
el imperialismo y sectores capitalistas locales han pasado a la ofensiva con el
fin de liquidarlo y esparcir el derrotismo. Cuba mantiene su apoyo y
acompañamiento a esos procesos, y lo expresa muy claramente. Si la tendencia
actual avanza y se consolida, sin duda tendremos más dificultades y menos
compañía, pero, como siempre, haremos causa común con nuestros pueblos hermanos
y el país mantendrá la política de apoyo a las coordinaciones de América Latina
y el Caribe, y al horizonte integracionista
Brillante, honesto y revolucionario!!!
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