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sábado, 5 de agosto de 2017

Gobiernos colonizados

Si con sus oficiosas declaraciones contra la elección de la Asamblea Constituyente los aliados de la MUD pretendían respaldar lo que consideran como “restablecimiento del orden constitucional y democrático” en Venezuela, el efecto logrado ha sido otro: han dado un espaldarazo al intervencionismo descarnado de los Estados Unidos.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

Sumisa, vasalla, indigna, traidora: cualquiera de estos calificativos ilustra con claridad, y en todos sus extremos, la posición asumida por los gobiernos de México, Costa Rica, Panamá, Colombia, Perú, Chile, Brasil y Argentina en relación con las votaciones celebradas el pasado 30 de julio en Venezuela, en las que se eligieron a los miembros de la nueva Asamblea Constituyente. Siguiendo a pie juntillas un guión preparado por la camarilla de banqueros, gerentes de transnacionales, generales retirados y supremacistas blancos que hacen de las suyas ahora en Washington, los presidentes y las cancillerías de estos países se apresuraron a desconocer los resultados de los comicios, cuestionaron la legalidad del proceso constituyente, y respaldaron las sanciones unilaterales impuestas por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, contra el ejecutivo venezolano.

Es el mundo al revés: ahora, las lecciones de democracia las imparten los protagonistas de golpes de Estado parlamentarios; los políticos que no se dan por enterados del asesinato sistemático de periodistas ni de las desapariciones de estudiantes bajo la sombra del terrorismo de Estado; los presidentes y ministros que miran para otro lado mientras líderes sociales, sindicales y campesinos son asesinados, aquí y allá, por paramilitares al servicio de los grandes capitales; los expertos en el arte de la evasión de impuestos en paraísos fiscales; o los cínicos que quieren para América Latina un destino de "perritos simpáticos" que duermen, sin dar problemas, a los pies de los Estados Unidos.

Con este vergonzoso ejercicio de rendición al imperialismo, los gobiernos de los países alineado con Washington tomaron partido a favor de las tesis de los líderes de la oposición venezolana articulados en la llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD); y al mismo tiempo, desconocieron la voluntad soberana expresada pacíficamente por más de 8 millones de ciudadanos quienes, más allá de las banderas partidarias, entendieron que esta elección era una oportunidad para elegir entre la paz o la continuidad de la violencia terrorista desatada por los que dicen defender la democracia, pero atacan sistemáticamente sus instituciones y minan, día tras día, los cimientos de la convivencia social civilizada.

Si con sus oficiosas declaraciones contra la elección de la Asamblea Constituyente los aliados de la MUD pretendían respaldar lo que consideran como restablecimiento del orden constitucional y democrático en Venezuela, el efecto logrado ha sido otro: han dado un espaldarazo al intervencionismo descarnado de los Estados Unidos, cuyos más altos funcionarios -el director de la CIA, el Secretario de Estado- no tienen ningún reparo en hablar públicamente de sus planes para "cambiar la realidad política venezolana", que no son otros sino derrocar al presidente legítimo Nicolás Maduro, destruir los cimientos de la Revolución Bolivariana y sus conquistas sociales, apropiarse de las inmensas riquezas minerales del país -especialmente del petróleo- para repartirlas entre las corporaciones enquistadas en el gabinete de Trump, y colocar en el Palacio de Miraflores un gobierno títere que avance la restauración neoliberal en nuestra América.

En un comunicado de prensa, el Partido de la Revolución Democrática de Panamá deploró que el presidente Juan Carlos Varela haya permitido "sin rubor alguno, la recolonización de la política exterior del país", y denunció que la posición asumida frente a la situación política en Venezuela representa un retroceso hacia "las épocas más oscuras de entreguismo y ha desechado las mejores prácticas diplomáticas del país  caracterizadas por la adhesión  y aplicación de los principios de  no intervención, respeto a la soberanía nacional y a la autodeterminación, el no uso de la fuerza y la solución de los conflictos por medio del diálogo y la negociación". 

Un argumento contundente y extensivo para todos esos gobiernos colonizados que hoy buscan calor en la alfombra de míster Trump. La historia los juzgará.

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