Si con sus oficiosas
declaraciones contra la elección de la Asamblea Constituyente los aliados de la
MUD pretendían respaldar lo que consideran como “restablecimiento del orden
constitucional y democrático” en Venezuela, el efecto logrado ha sido otro: han
dado un espaldarazo al intervencionismo descarnado de los Estados Unidos.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Sumisa, vasalla,
indigna, traidora: cualquiera de estos calificativos ilustra con claridad, y en
todos sus extremos, la posición asumida por los gobiernos de México, Costa
Rica, Panamá, Colombia, Perú, Chile, Brasil y Argentina en relación con las
votaciones celebradas el pasado 30 de julio en Venezuela, en las que se
eligieron a los miembros de la nueva Asamblea Constituyente. Siguiendo a pie
juntillas un guión preparado por la camarilla de banqueros, gerentes de
transnacionales, generales retirados y supremacistas blancos que hacen de las
suyas ahora en Washington, los presidentes y las cancillerías de estos países
se apresuraron a desconocer los resultados de los comicios, cuestionaron la
legalidad del proceso constituyente, y respaldaron las sanciones unilaterales
impuestas por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, contra el
ejecutivo venezolano.
Es el mundo al revés:
ahora, las lecciones de democracia las imparten los protagonistas de golpes de
Estado parlamentarios; los políticos que no se dan por enterados del asesinato
sistemático de periodistas ni de las desapariciones de estudiantes bajo la
sombra del terrorismo de Estado; los presidentes y ministros que miran para
otro lado mientras líderes sociales, sindicales y campesinos son asesinados,
aquí y allá, por paramilitares al servicio de los grandes capitales; los
expertos en el arte de la evasión de impuestos en paraísos fiscales; o los
cínicos que quieren para América Latina un destino de "perritos simpáticos"
que duermen, sin dar problemas, a los pies de los Estados Unidos.
Con este vergonzoso
ejercicio de rendición al imperialismo, los gobiernos de los países alineado
con Washington tomaron partido a favor de las tesis de los líderes de la
oposición venezolana articulados en la llamada Mesa de la Unidad Democrática
(MUD); y al mismo tiempo, desconocieron la voluntad soberana expresada
pacíficamente por más de 8 millones de ciudadanos quienes, más allá de las
banderas partidarias, entendieron que esta elección era una oportunidad para
elegir entre la paz o la continuidad de la violencia terrorista desatada por
los que dicen defender la democracia, pero atacan sistemáticamente sus
instituciones y minan, día tras día, los cimientos de la convivencia social
civilizada.
Si con sus oficiosas
declaraciones contra la elección de la Asamblea Constituyente los aliados de la
MUD pretendían respaldar lo que consideran como restablecimiento del orden
constitucional y democrático en Venezuela, el efecto logrado ha sido otro:
han dado un espaldarazo al intervencionismo descarnado de los Estados Unidos,
cuyos más altos funcionarios -el director de la CIA, el Secretario de Estado-
no tienen ningún reparo en hablar públicamente de sus planes para "cambiar
la realidad política venezolana", que no son otros sino derrocar al
presidente legítimo Nicolás Maduro, destruir los cimientos de la Revolución
Bolivariana y sus conquistas sociales, apropiarse de las inmensas riquezas
minerales del país -especialmente del petróleo- para repartirlas entre las
corporaciones enquistadas en el gabinete de Trump, y colocar en el Palacio de
Miraflores un gobierno títere que avance la restauración neoliberal en nuestra
América.
En un comunicado de prensa, el Partido de la
Revolución Democrática de Panamá deploró que el presidente Juan Carlos Varela
haya permitido "sin rubor alguno, la
recolonización de la política exterior del país", y denunció que la
posición asumida frente a la situación política en Venezuela representa un
retroceso hacia "las épocas más oscuras de entreguismo y ha desechado las
mejores prácticas diplomáticas del país
caracterizadas por la adhesión y
aplicación de los principios de no
intervención, respeto a la soberanía nacional y a la autodeterminación, el no
uso de la fuerza y la solución de los conflictos por medio del diálogo y la
negociación".
Un argumento
contundente y extensivo para todos esos gobiernos colonizados que hoy buscan
calor en la alfombra de míster Trump. La historia los juzgará.
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