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sábado, 30 de septiembre de 2017

Argentina: Dos meses sin Santiago Maldonado

Este domingo primero de octubre se cumplen dos meses de la desaparición de Santiago Maldonado. Dos meses de zozobra, incertidumbre, negación, ocultamiento, pero sobre todo de mentiras oficiales y manipulación mediática.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

Dos meses de sufrimiento y dolor en que su familia rodó buscando información sobre su paradero sin que nadie le diera una respuesta, donde a su hermano Sergio lo hicieron dar vueltas, le pidieron muestras de ADN, lo ilusionaron, desengañaron y le faltaron el respeto reiteradamente en forma personal y a sus padres que aguardaban en su casa cualquier novedad, conscientes que el Estado Nacional debe proteger, cuidar y resguardar a cada uno de sus habitantes, porque su tremenda potestad está para eso.

Dos meses en donde la actitud del gobierno conformado por las mismas autoridades ha dado un giro de 180 grados que va desde la indiferencia absoluta y la mirada al costado, hecho que ocultaba la responsabilidad del Jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad que estuvo en el escenario de los hechos, la Ministra Patricia Bulrich interpelada en el Congreso y los efectivos de Gendarmería que realizaron el operativo, cuyas reiteradas escuchas telefónicas los condenan de antemano, hasta reconocer su desaparición forzada y ofrecer dos millones de pesos por cualquier información sobre el joven. Decisión tardía, torpe, que insulta la inteligencia de la población, como el viejo chiste que circulaba años atrás en el ambiente universitario cuando se enseñaba la recolección de datos: buscar un llavero en la noche, no en el área donde se produjo la pérdida sino bajo la luz del único farol que estaba encendido, enfatizando el grado de estupidez al que se puede llegar en una investigación.

Dos meses en donde la familia y la sociedad argentina a través de sus organizaciones salieron a la calle reclamando por su aparición con vida, hasta llenar la Plaza de Mayo y las de las principales ciudades del país sin que nadie saliera a dar explicación. Pero que sirvió para demonizar las sospechosas pintadas en los monumentos públicos y justificar la horrorosa represión que vino después incluido un camión hidrante como en las mejores épocas de la dictadura. Cambiando, desde luego el foco de los hechos como lo vienen haciendo desde que asumieron el gobierno. Consejo grosero, torpe del pope de los gurúes que los alumbra, sin prever que a esta usina de engaños le sobrevendrá un alud imposible de prever, porque lo que va, vuelve; lo que sube, baja; que, aunque se hagan los desentendidos, ocurrirá.

Dos meses en que se borraron las huellas en el lugar donde se lo vio por última vez a Mariano y se desestimaron las denuncias y testimonios de la comunidad mapuche que fue violentamente reprimida por la Gendarmería, cuando eran acompañados por Santiago. Dos meses en donde se urdieron y generaron las hipótesis más aberrantes en que se politizó en extremo su ausencia como fruto de una conspiración K, y se relevaron avistamientos de Santiago en los lugares más insólitos y distantes (no ahorraron disparates como que todo un pueblo era parecido a Santiago o que había sido visto en Chile, el sur de Mendoza o cualquier otro dislate sin comprobar), como también la vinculación de la comunidad mapuche a organizaciones terroristas extranjeras, desde las Farp o Isis, con una impunidad y alevosía aberrantes, sin advertir que ello dañaba y ofendía a la memoria y a la familia de Maldonado.

Dos meses donde el juez Otranto dilató su actuación y luego montó un escenario espectacular con todas las fuerzas que encontró: Prefectura, Policía Federal y Gendarmería en un rastrillaje propio de una filmación cinematográfica. Cuando no encontró lo que sabía que no iba a encontrar, con el repudio colectivo, lo apartaron de la causa. Un desenlace que el menos espabilado – incluido el máximo nivel de gobierno que hasta entonces actuaba como un espectador externo, sin asumir su responsabilidad de conductor – podía entender e incluso fundamentar.

La desesperación de los gobernantes frente al resultado de las próximas elecciones de octubre, el desencanto de los votantes que advierten el subsuelo profundo al que cayeron sus expectativas frente al enriquecimiento de las grandes empresas y la clase alta, únicos ganadores del modelo impuesto; la manipulación mediática de la que ya desconfía hasta el menos informado, porque esta costumbre de modificar el eje de los acontecimientos, de golpear con un puño y ofrecer la palma de la otra mano es algo que ya nadie se cree, como la reiterada vocinglería sobre la pesada herencia. Herencia que estaba libre de endeudamiento y de los lazos opresores del Fondo Monetario Internacional y los países centrales, como de una sociedad en crecimiento, industrializada y con un mercado interno en expansión. O insistir con la corrupción, cuando esta práctica los enloda a todos, sobre todo a los empresarios que hicieron su fortuna de la mano de la Patria Contratista con su festival de la obra pública.

Dos meses sin Santiago Maldonado han dado vuelta la tierra, la han roturado como para sembrar de esperanza nuevamente en los jóvenes, los ancianos, los desclasados, los inundados y todos aquellos que se esfuerzan diariamente por construir un país mejor, más justo y solidario, donde el Estado sirva de freno al mercado y proteja a sus sectores más vulnerables y en riesgo.

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