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sábado, 2 de septiembre de 2017

Cambio climático, del sureste asiático a Texas

¿Es posible seguir negando el cambio climático y evadiendo la responsabilidad que nos corresponde como consecuencia de la acción humana sobre los ecosistemas? Por desgracia, la evidencia científica y los estragos sociales y ambientales parecen no ser suficientes para los poderes que realmente gobiernan el mundo.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

En solo cuestión de días, millones de personas en el mundo sufrieron el impacto de desastres hidrometeorológicos relacionados con el cambio climático y la influencia de la acción humana sobre el ambiente. En la India, Bangladesh y Nepal, de acuerdo con datos de la ONU,  1200 personas perdieron la vida y más de 41 millones de personas resultaron afectadas a causa de las inundaciones provocadas por las lluvias monzónicas, que han sido consideradas las más fuertes y destructivas de las últimas cuatro décadas. Mientras, en Estados Unidos, específicamente en Texas y la costa adyacente al Golfo de México, las inundaciones provocadas por el huracán Harvey –el más fuerte en ese estado desde 1961- dejaron un saldo de al menos 30 fallecidos, más de 30 mil personas refugiadas en albergues, otras 450 mil que requerirán ayuda federal, 100 mil viviendas dañadas y considerables pérdidas en la infraestructura industrial (petróleo y químicos) y agrícola. La magnitud de estos fenómenos coincide, cabalmente, con las proyecciones realizadas por los científicos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, quienes alertan sobre modificaciones severas en el nivel de las precipitaciones y la fuerza de tormentas y huracanes,  que aumentarán progresivamente a lo largo del siglo XXI.

En la contracara de este drama humano, los reportes de las agencias internacionales de noticias develan factores en común de estas tragedias, en los que trasluce la influencia de los patrones de desarrollo que están en el centro de la crisis civilizatoria de nuestro tiempo. En el sureste asiático, las construcciones en terrenos inundables y zonas costeras, la saturación de drenajes y alcantarillados producto de la alta contaminación de desechos plásticos, así como la falta de planificación en el crecimiento urbano, se conjugan para aumentar la vulnerabilidad socio-ambiental de las grandes ciudades (algunas sobrepobladas, como es el caso de Mumbai, con casi 20 millones de habitantes). Por su parte, en Texas, las inundaciones sin precedentes que se registraron al paso del huracán se vieron agravadas por la expansión de proyectos urbanísticos sin regulación sobre las reservas forestales; una investigación del GeoTechnology Research Institute y el Houston Advanced Research Center afirma que, entre 1992 y 2010, se perdieron el 70% de los humedales en la cuenca del río White Oak Bayou, lo que significa una severa disminución en la capacidad natural de la región para “manejar casi 15 millones de litros de agua de tormenta”.

¿Es posible seguir negando el cambio climático y evadiendo la responsabilidad que nos corresponde como consecuencia de la acción humana sobre los ecosistemas? Por desgracia, la evidencia científica y los estragos sociales y ambientales parecen no ser suficientes para los poderes que realmente gobiernan el mundo: esos grupos corporativos multinacionales, políticos y militares que,  al decir de David Harvey, “tienen el poder de impugnar, desbaratar y evitar aquellas acciones que amenazan su rentabilidad, su posición competitiva y su poder económico”[1].

Hoy, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, encarna  y expresa con sus declaraciones y decisiones políticas esos intereses que conspiran contra el bien común de la humanidad y nuestras posibilidades de supervivencia. Recientemente, el mandatario estadounidense realizó una visita a la ciudad de Houston, Texas, para verificar sobre el terreno los daños del paso del huracán Harvey. Sin bajarse de su lujosa limusina, y sin acercarse a las zonas de mayor desastre, Trump, un confeso negacionista del cambio climático y responsable de tirar por la borda el Acuerdo de París –herramienta valiosa para la humanidad, pese a todas las limitaciones que se le puedan señalar-, declaró a la prensa sentirse conmovido: “Vi horror y devastación”. En 2012, el magnate escribió un mensaje en la red social Twitter en el que afirmaba: “El concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos para hacer no competitiva a la manufactura de EE UU”. Como se puede apreciar, su cinismo no conoce límites.

A Trump, a los negacionistas de su calaña, y a todos nosotros, en general, nos haría bien no olvidar nunca las palabras del intelectual español Jorge Riechmann: “estamos consumiendo el planeta como si no hubiera un mañana”, pero miramos hacia otra parte, hacia el autoengaño de una pretendida humanización del sistema económico que nos gobierna, sin reparar en el hecho  incuestionable de que en nuestro tiempo “el síntoma se llama calentamiento climático, pero la enfermedad se llama capitalismo”.





[1] Harvey, D. (2014). Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo. Quito: Editorial IAEN. Pág. 250.

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