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sábado, 21 de octubre de 2017

Venezuela: los vaivenes de la derecha

Esta vez, y una vez más, el chavismo sale fortalecido. Paró la ofensiva violenta, organizó elecciones y salió victorioso. No es poco decir pero, si se quiere afianzar definitivamente el proceso bolivariano, deben corregirse muchos errores, limpiar la casa de corrupción, apostar por la eficiencia. Entonces sí serían invencibles.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

La derecha venezolana ha sido políticamente torpe. Se ha embarcado en estrategias que han desembocado en la perdida de su caudal político, y eso ha quedado patente en las pasadas elecciones para gobernadores. Prometen el oro y el moro, involucran a sus partidarios en estrategias en las que se juegan la vida y, al final, pasan a otra cosa sin importarles la estela de destrucción y muerte que dejan detrás. Cada vez pierden más credibilidad.

Sus más fieles y poderosos soportes no están dentro del país sino fuera; son los Estados Unidos y el secretario general de la OEA. Entre los dos compiten por el premio al más intransigente. Almagro ha llegado al punto de ser más radicalmente de derecha que algunos sectores de la misma derecha venezolana.

Para las clases medias venezolanas, soporte fundamental de la oposición, el que el puntal del proyecto que apoyan esté en los Estados Unidos no es ningún problema. Más que otras clases medias latinoamericanas, siempre aspiraron a dejar de vivir en “la Manhattan de América del Sur”, como gustaban llamar a Caracas, para trasladarse la verdadera. De hecho, son muchos ya los que residen en ese país. No son pocos los que en las marchas en las que se manifiestan hacen ondear la bandera de los Estados Unidos y piden a gritos (como, por demás, lo han hechos sus congéneres brasileños) que intervengan directamente en el país.

Son, en el sentido más estricto de la palabra, unos vendepatria.

A pesar de todo, están cansados, decepcionados, desorientados. No entienden cómo es que todos esos a los que desprecian tan visceralmente, esos a los que despectivamente llaman “los negros”, siguen apoyando a la Revolución Bolivariana. Es lo peor que le podía haber pasado a esos venezolanos prepotentes, que se movían por el mundo en los años de la bonanza petrolera de los años setenta comprando bajo el lema de “está barato, dame dos”.

Ahí están, pues, contradiciéndose entre ellos, echándose el muerto unos a otros y pataleando como niños berrinchudos. Son impresentables. No habrá proceso, por pulcro que sea, que los satisfaga, porque solo les será satisfactorio aquel en el que salgan gananciosos. Como la elección para la Asamblea Nacional o la de los de cinco gobernadores de las pasadas elecciones. El resto es fraude.

¿Qué harían fuerzas políticas de esa calaña en el poder? Un desastre. Tal vez si vemos hacia Brasil podemos tener una muestra: un retroceso de años. Pero en Venezuela sería peor porque a Venezuela hay que escarmentarla. Hay que sentar precedente para que el pobrerío no se atreva a levantar cabeza nunca más.

Esta vez, y una vez más, el chavismo sale fortalecido. Paró la ofensiva violenta, organizó elecciones y salió victorioso. No es poco decir pero, si se quiere afianzar definitivamente el proceso bolivariano, deben corregirse muchos errores, limpiar la casa de corrupción, apostar por la eficiencia. Entonces sí serían invencibles.

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