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sábado, 28 de octubre de 2017

EE.UU: Nikki Haley y los neoconservadores se preparan para asaltar el poder

El repunte neocons en el gobierno de Estados Unidos está llegando a través de la influencia sostenida y la conspicua presencia de la Embajadora en Naciones Unidas, Nikki Haley, en las decisiones más importantes de política exterior de la administración Trump.

Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela

La corriente retrógrada y más reaccionaria políticamente hablando en Estados Unidos en las últimas cinco o seis décadas es la de los neoconservadores, un movimiento político defensor del  libre mercado, el individualismo y la exacerbación de ideas nacionalistas que a su vez pretenden imponer por la fuerza al exterior de sus fronteras, por lo que promueven la agresión y la intervención en los asuntos internos de otros países, incluyendo la acción militar como instrumento de imposición del modelo de vida estadounidense, desde la consideración de que sus principios y valores configuran criterios universales emanados de la idea de que el pueblo de Estados Unidos fue elegido por Dios para cumplir sus designios en la tierra. Son comúnmente conocidos como neocons.

Aunque los neoconservadores se han extendido a algunos países de Europa, básicamente han incubado en Estados Unidos. De forma generalizada se les relaciona con el sector más regresivo del Partido Republicano, pero se ubican en distintos sectores de la sociedad, incluyendo el Partido Demócrata. En cualquier caso, son profundamente anticomunistas y aborrecen las ideas socialistas.

Su estructura de pensamiento rechaza de forma radical a otras civilizaciones en particular a los musulmanes, pero también a los latinos y asiáticos, en general odian a cualquier minoría nacional en su país, así como a las de carácter sexual y religioso, también repudian a los luchadores por la paz y a los defensores del medio ambiente, pues los consideran poseedores de argumentos anticientíficos, creados con el único objetivo de afectar y perturbar a Estados Unidos.

Están en contra del aborto, la eliminación de la pena de muerte y la eutanasia, no quisieran que la sociedad se modernice, están apegados a la conservación de las normas y están dispuestos a cualquier acción para defenderlas, sin importar terceras personas puedan ser afectados o que haya daños colaterales, para lo cual no escatiman en la acción represiva de la policía u otros órganos de seguridad, incluyendo el ejército, lo cual en el plano internacional significa la apología y la justificación de la guerra como necesidad, por lo cual desprecian la labor de organizaciones internacionales a favor de la paz.

No les interesa la historia ni las costumbres, exponen repulsión por el arte popular y por las expresiones sociales que emanen del sentir y la cultura surgida de manifestaciones de grupos y sectores excluidos de la sociedad.

Defienden a ultranza al Estado capitalista, pero desprecian a la burocracia en pro de una exacerbación de la tecnología como medio de transformación y mejoramiento de la sociedad.

Tras conocer estas características, se puede concluir que el pensamiento neoconservador es lo más cercano del fascismo, el nazismo y el falangismo que inundaron Europa a mediados del siglo pasado, causando la mayor devastación que la humanidad haya conocido jamás. Así mismo, después de escuchar la retórica del presidente Trump y algunos miembros de su equipo de gobierno, se tiene la impresión de que, no obstante, los portadores de estas ideas adquirieron auge durante el gobierno de George W. Bush, ha sido en esta administración donde han trepado a las más altas instancias gubernamentales en Estados Unidos, lo cual expone al planeta a un peligro de gran dimensión.

El repunte neocons en el gobierno de Estados Unidos está llegando a través de la influencia sostenida y la conspicua presencia de la Embajadora en Naciones Unidas, Nikki Haley, en las decisiones más importantes de política exterior de la administración Trump.

La influencia de Haley ha llevado al presidente a mantener una posición extrema en el caso de Irán, contrariando las opiniones del propio Departamento de Estado y de los otros cinco países firmantes con Irán del Plan Conjunto de Acción (JCPOA), refutando además las conclusiones de las investigaciones in situ llevadas a cabo por la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA). El rechazo de Trump de continuar certificando el JCPOA fue interpretado por Haley como “un anuncio claro para Pyongyang”, lo cual además hace evidente la perversa mentalidad criminal de la embajadora, al relacionar un hecho con el otro.

Es conocido el vínculo de Haley con uno de los “tanques de pensamiento” neocons más acreditados como tal en Estados Unidos, el American Enterprise Institute (AEI) que ha sido desde siempre portador de las ideas más retrógradas de Estados Unidos hacia el Medio Oriente. En esa calidad fue promotor directo de la invasión de Irak en 2003 durante el gobierno de Bush, así mismo ha sido notoria la subordinación de Haley a las políticas sionistas emanadas de su lobby en New York y del propio Estado de Israel. Junto a la senadora Lindsay Graham, otra destacada neoconservadora comparten una irrestricta pasión y entusiasmo por Israel, y una dura retórica anti iraní y anti rusa, de la misma manera, apoyan sin tapujos la política intervencionista de su país en cualquier lugar del mundo, recibiendo para sus acciones, ingentes recursos financieros provenientes de grandes inversionistas ligados a los sectores de ultra derecha del sionismo internacional, que incluso han insinuado desde el año 2013 la necesidad de que Estados Unidos detone un arma nuclear en territorio iraní, si  el país persa no cumple las demandas estadounidenses en materia nuclear, las que por cierto no son compartidas por la comunidad internacional. 

En otro ámbito, la Embajadora arrastró a Trump a sostener su verborrea belicista en contra de la República Popular Democrática de Corea (RPDC), siendo ella misma quien emitiera sendas amenazas contra ese país en el seno de la ONU: en una sesión de ese organismo a comienzos del mes de septiembre llegó a decir que Pyongyang "está rogando por una guerra". Tan solo una semana después en la misma instancia afirmó que ya se habían agotado todas las opciones, por lo cual el Pentágono debía encargarse de este asunto, asegurando  que “Corea del Norte será destruida”.

Otro frente de batalla tomado por Haley como un reto personal, y ante el cual Trump también ha aceptado sus postulados, es el interno de la ONU.  Asumiendo su responsabilidad cual “matón de barrio” o, desde otra perspectiva, como el “niño dueño del juguete”,  su ataque contra la AIEA por el caso Irán, esconde también un interés en debilitar el organismo internacional y a la propia ONU para ponerla a trabajar acorde sus intenciones y puntos de vista, bajo amenaza de retirarse de esta agencia, así como del Consejo de Derechos Humanos, -tal como ya lo hiciera de la UNESCO- si se siguen emitiendo criterios que ponen en evidencia la acción intervencionista  de Estados Unidos y de su aliado Israel.

Esta ofensiva neoconservadora tiene como trasfondo la búsqueda de debilitar a sectores que también pugnan por el poder en Washington.  Como se dijo antes, pareciera que Haley le va ganando la batalla al Departamento de Estado y a Tillerson quien, como representante del sector energético, ha visto cómo va perdiendo espacio en favor de su hoy subordinada. Tillerson ha basado su defensa en una alianza con el sector militar del gobierno, que ve con horror, que se desate una guerra de la que no necesariamente van a tener el control, lo cual derivaría en cambios profundos en la dinámica del poder interno de Estados Unidos. Los rumores cada vez más fuertes en torno a que Trump ya estaría estudiando la destitución de Tillerson en favor de Haley apuntan en esa dirección. Los medios de comunicación más poderosos de manera interesada parecieran estar apoyando tal cambio.

Lo cierto, es que algo se está moviendo en Washington, el punto de inflexión que significó la crisis financiera de 2008, ha seguido su curso, la derrota estratégica de la política de Estados Unidos en Siria, necesariamente tendrá repercusiones en la cueva imperial, en Catar y Turquía, por no decir en Arabia Saudita, han comenzado a producirse cambios y se acercan a Rusia, la política de Trump de avanzar hacia una situación distendida con esta potencia, ha fracasado, los neoconservadores han sido causantes directos de ese hecho para torpedear desde adentro cualquier avance hacia un mundo multipolar o de balanza. Por lo que se ve, en un movimiento de extremo riesgo, Trump ha aceptado su derrota y se ha plegado a las huestes neocons. Imagino que piensa que es mejor estar con ellas que quedarse fuera, en esa medida, habrá que prepararse para lo peor, si los sectores de la ultra derecha ideológica logran su cometido en su cruzada por el poder.    

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