Las
presiones sociales están a la vuelta de la esquina, aguardando un diciembre de
flacos bolsillos para Navidad, con salarios muy por debajo de la inflación y
funcionarios y diputados que se premian con aumentos, cuestión tan evidente y
cantada que, en todas las encuestas, la mayoría responde que este es un
gobierno para los ricos.
Roberto
Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde
Mendoza, Argentina
La
ilusión de haber llegado a la cima del poder es un privilegio que cada
alineación de los planetas, la suma de las fechas personales o cualquier otra
cábala le presenta a los gobernantes. Hay un momento íntimo, sublime y supremo
que estalla en la cabeza y les indica que están en la cresta de la ola, en el
cenit de su gloria para hacer su voluntad, ejercer a su antojo hasta pensar en
un reino de mil años o, una reelección en el país de las pampas chatas. Un
maravilloso instante de éxtasis que les priva reconocer la fugacidad de su
efímero paso. Claro que el círculo áureo de cortesanos adulones que dibuja las
fantasiosas realidades alternativas colabora, tanto como aquellos que disfrutan
de pingües ganancias con la acción gubernativa, mientras el coro de cotorras de
los medios genera la bruma propiciatoria para promover el diario engaño
colectivo.
Planteado
así el paraíso macrista pos-eleccionario, garrote en mano y sonrisa anodina de
por medio, llamó a los 24 gobernadores provinciales, dispuesto a firmar el
nuevo Pacto Fiscal. Un pacto que, como estila decir en su avaro léxico, instaba
al diálogo para lograr “consenso”; palabra difícil de entender cuando quien la
pronuncia te pone el caño del revólver en la sien. Esa es la regla cumplida a
rajatabla desde hace 22 meses, así que, con el cuchillo en la panza, los
mandatarios tuvieron que rescindir 59 juicios por deudas de la Nación a favor
del nuevo pacto fiscal que regirá la coparticipación tributaria a partir de
ahora, menos la provincia de San Luis que, con sentencias a su favor de la
Suprema Corte, no aceptó la ridícula propuesta presidencial. Coto privado de
los peronistas Rodríguez Saa desde hace décadas, no envió a su actual
gobernador Alberto, hermano de Adolfo, uno de los cinco presidentes del 2001,
sino al vice, junto al ministro de hacienda, dado que la decisión se había
tomado de antemano. Y, si el apriete viene de la mano de la obra pública, los
Rodríguez Saa han pavimentado su provincia e iluminado de manera ostentosa las
rutas nacionales y provinciales, al punto de haber instalado el eslogan, “San
Luis, el otro país”.
El
triunfo oficial consistió en trasladar a las provincias la responsabilidad de
reducir progresivamente el déficit gubernamental, manteniendo el gasto en
valores constantes como meta fiscal, ajustando sus respetivos impuestos
inmobiliarios, cuya base debe acercarse al precio de mercado, trasladando
idéntica directiva también a los municipios.
“Los distritos se
comprometen a disminuir sus impuestos por el equivalente al 1,5 por ciento del
PBI en cinco años. Para Ingresos Brutos, hay un cronograma de reducciones hacia
2022 según la actividad. Por ejemplo, las mineras tendrán un 1,5 el año próximo,
0,75 en 2019 y a partir de 2020 quedarán exentas. En cambio, la telefonía
celular podrá tributar hasta un 7 por ciento el año que viene y bajará a un 5
por ciento en 2022. El acuerdo prevé “desgravar inmediatamente los ingresos
provenientes de las actividades de exportación de bienes, excepto las
vinculadas con actividades mineras o hidrocarburíferas y sus servicios
complementarios” y también quitar impuestos a “los ingresos provenientes de
prestaciones de servicios cuya utilización o explotación efectiva se lleve a
cabo en el exterior del país”. En tanto, el impuesto de sellos se reducirá a
0,75 por ciento en 2019, a 0,5 en 2020, a 0,25 en 2021 y se eliminará en 2022.”[1]
Aunque la gobernadora
Vidal se haya mostrado satisfecha con la firma y la aceptación del Fondo del
Conurbano, todos tuvieron que esforzarse para mostrar su satisfacción a
sabiendas que les habían torcido el brazo desde arriba, como la gobernadora de
Tierra del Fuego, Susana Bertone que aceptó todas las condiciones para mantener
lo poco que va quedando de las industrias australes, en base al congelamiento
de salarios convalidado hasta el 2019, incluso por el titular de la otrora
poderosa Unión Obrera Metalúrgica UOM, Miguel Caló que expresó – en consonancia
con del discurso de Macri – que todos debían renunciar a favor del conjunto,
aunque el gremialista fue más directo y cabulero, expresando que las
negociaciones eran como en la perinola, unos ganaban y otros perdían, olvidando
a quiénes él tiene el deber de defender, como le sucede a la cúpula de la CGT
con sus reflejos tardíos.
Aunque
Macri no es Menem y bien lo sabemos, algo parecido sucedió en los noventa
cuando la Nación trasladó la responsabilidad de la educación a las provincias,
transformando al Palacio Pizzurno, sede del ministerio nacional, en una cascara
vacía donde la cúpula técnica negociaba la continuidad de sus proyectos con los
ministerios provinciales que eran los que tenían las escuelas con alumnos y
docentes, un negocio encubierto para pocos que, sumado a la ley educativa de
entonces, colaboraron a la destrucción del sistema.
A
Macri no le interesan las respuestas, las críticas ni dar marcha atrás si es
necesario y convencer a los propios que han escuchado sus propuestas, como con
los impuestos al vino que volvieron a foja cero. Miente, miente tanto y gusta
al círculo blindado de información que, convencido, está instalado en un
segundo período. Sobre todo porque va acallando todas las voces disidentes.
Luce
sobrio, lejos de la personalidad del riojano patilludo que descollaba en el
baile, los deportes y los dramas de alcoba, típico de los aires que soplaban en
nuestros países en esos años de neoliberalismo desembozado, pero cercano en sus
objetivos políticos.
Mientras
en la Casa Rosada se firmaba el pacto y, por la tarde el presidente salía
disparado al predio de la Sociedad Rural
para el cierre de la reunión de la OIT, combatiendo el trabajo infantil,
decenas de manifestaciones populares se pronunciaban en la calle en su contra,
negadas desde los medios y sólo difundidas por las redes que demuestran un
insoportable mar de fondo, que las presiones sociales están a la vuelta de la
esquina, aguardando un diciembre de flacos bolsillos para Navidad, con salarios
muy por debajo de la inflación y funcionarios y diputados que se premian con
aumentos, cuestión tan evidente y cantada que, en todas las encuestas, la
mayoría responde que este es un gobierno para los ricos.
MUY BUENO ¡LO COMPARTO!!!
ResponderEliminarAdriana Vega