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sábado, 18 de noviembre de 2017

Argentina: Mentime que me gusta

Las presiones sociales están a la vuelta de la esquina, aguardando un diciembre de flacos bolsillos para Navidad, con salarios muy por debajo de la inflación y funcionarios y diputados que se premian con aumentos, cuestión tan evidente y cantada que, en todas las encuestas, la mayoría responde que este es un gobierno para los ricos. 

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

La ilusión de haber llegado a la cima del poder es un privilegio que cada alineación de los planetas, la suma de las fechas personales o cualquier otra cábala le presenta a los gobernantes. Hay un momento íntimo, sublime y supremo que estalla en la cabeza y les indica que están en la cresta de la ola, en el cenit de su gloria para hacer su voluntad, ejercer a su antojo hasta pensar en un reino de mil años o, una reelección en el país de las pampas chatas. Un maravilloso instante de éxtasis que les priva reconocer la fugacidad de su efímero paso. Claro que el círculo áureo de cortesanos adulones que dibuja las fantasiosas realidades alternativas colabora, tanto como aquellos que disfrutan de pingües ganancias con la acción gubernativa, mientras el coro de cotorras de los medios genera la bruma propiciatoria para promover el diario engaño colectivo.

Planteado así el paraíso macrista pos-eleccionario, garrote en mano y sonrisa anodina de por medio, llamó a los 24 gobernadores provinciales, dispuesto a firmar el nuevo Pacto Fiscal. Un pacto que, como estila decir en su avaro léxico, instaba al diálogo para lograr “consenso”; palabra difícil de entender cuando quien la pronuncia te pone el caño del revólver en la sien. Esa es la regla cumplida a rajatabla desde hace 22 meses, así que, con el cuchillo en la panza, los mandatarios tuvieron que rescindir 59 juicios por deudas de la Nación a favor del nuevo pacto fiscal que regirá la coparticipación tributaria a partir de ahora, menos la provincia de San Luis que, con sentencias a su favor de la Suprema Corte, no aceptó la ridícula propuesta presidencial. Coto privado de los peronistas Rodríguez Saa desde hace décadas, no envió a su actual gobernador Alberto, hermano de Adolfo, uno de los cinco presidentes del 2001, sino al vice, junto al ministro de hacienda, dado que la decisión se había tomado de antemano. Y, si el apriete viene de la mano de la obra pública, los Rodríguez Saa han pavimentado su provincia e iluminado de manera ostentosa las rutas nacionales y provinciales, al punto de haber instalado el eslogan, “San Luis, el otro país”.

El triunfo oficial consistió en trasladar a las provincias la responsabilidad de reducir progresivamente el déficit gubernamental, manteniendo el gasto en valores constantes como meta fiscal, ajustando sus respetivos impuestos inmobiliarios, cuya base debe acercarse al precio de mercado, trasladando idéntica directiva también a los municipios.

“Los distritos se comprometen a disminuir sus impuestos por el equivalente al 1,5 por ciento del PBI en cinco años. Para Ingresos Brutos, hay un cronograma de reducciones hacia 2022 según la actividad. Por ejemplo, las mineras tendrán un 1,5 el año próximo, 0,75 en 2019 y a partir de 2020 quedarán exentas. En cambio, la telefonía celular podrá tributar hasta un 7 por ciento el año que viene y bajará a un 5 por ciento en 2022. El acuerdo prevé “desgravar inmediatamente los ingresos provenientes de las actividades de exportación de bienes, excepto las vinculadas con actividades mineras o hidrocarburíferas y sus servicios complementarios” y también quitar impuestos a “los ingresos provenientes de prestaciones de servicios cuya utilización o explotación efectiva se lleve a cabo en el exterior del país”. En tanto, el impuesto de sellos se reducirá a 0,75 por ciento en 2019, a 0,5 en 2020, a 0,25 en 2021 y se eliminará en 2022.”[1]

Aunque la gobernadora Vidal se haya mostrado satisfecha con la firma y la aceptación del Fondo del Conurbano, todos tuvieron que esforzarse para mostrar su satisfacción a sabiendas que les habían torcido el brazo desde arriba, como la gobernadora de Tierra del Fuego, Susana Bertone que aceptó todas las condiciones para mantener lo poco que va quedando de las industrias australes, en base al congelamiento de salarios convalidado hasta el 2019, incluso por el titular de la otrora poderosa Unión Obrera Metalúrgica UOM, Miguel Caló que expresó – en consonancia con del discurso de Macri – que todos debían renunciar a favor del conjunto, aunque el gremialista fue más directo y cabulero, expresando que las negociaciones eran como en la perinola, unos ganaban y otros perdían, olvidando a quiénes él tiene el deber de defender, como le sucede a la cúpula de la CGT con sus reflejos tardíos.  

Aunque Macri no es Menem y bien lo sabemos, algo parecido sucedió en los noventa cuando la Nación trasladó la responsabilidad de la educación a las provincias, transformando al Palacio Pizzurno, sede del ministerio nacional, en una cascara vacía donde la cúpula técnica negociaba la continuidad de sus proyectos con los ministerios provinciales que eran los que tenían las escuelas con alumnos y docentes, un negocio encubierto para pocos que, sumado a la ley educativa de entonces, colaboraron a la destrucción del sistema.

A Macri no le interesan las respuestas, las críticas ni dar marcha atrás si es necesario y convencer a los propios que han escuchado sus propuestas, como con los impuestos al vino que volvieron a foja cero. Miente, miente tanto y gusta al círculo blindado de información que, convencido, está instalado en un segundo período. Sobre todo porque va acallando todas las voces disidentes.

Luce sobrio, lejos de la personalidad del riojano patilludo que descollaba en el baile, los deportes y los dramas de alcoba, típico de los aires que soplaban en nuestros países en esos años de neoliberalismo desembozado, pero cercano en sus objetivos políticos.

Mientras en la Casa Rosada se firmaba el pacto y, por la tarde el presidente salía disparado al predio de la Sociedad Rural  para el cierre de la reunión de la OIT, combatiendo el trabajo infantil, decenas de manifestaciones populares se pronunciaban en la calle en su contra, negadas desde los medios y sólo difundidas por las redes que demuestran un insoportable mar de fondo, que las presiones sociales están a la vuelta de la esquina, aguardando un diciembre de flacos bolsillos para Navidad, con salarios muy por debajo de la inflación y funcionarios y diputados que se premian con aumentos, cuestión tan evidente y cantada que, en todas las encuestas, la mayoría responde que este es un gobierno para los ricos. 




[1] Página 12, 17 de noviembre de 2017.

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