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sábado, 11 de noviembre de 2017

Bolivia: Un modelo “agotado” que goza de buena salud

La economía boliviana volverá a alcanzar una tasa anual de crecimiento del 4,2% en 2017 y de cerca del 4,5% para el 2018, según los datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe  (CEPAL). Bolivia volverá a liderar el crecimiento económico en 2018.

Sullkata M. Quilla / CLAE

La oposición al gobierno de Evo Morales quiere instalar, a través de una dura campaña mediática nacional e internacional, el imaginario colectivo de que el modelo económico está agotado, cuando en realidad es el país de la región que más ha crecido en la última década y lo seguirá siendo en este 2017. Son épocas de posverdad, de imposición de mentiras virtuales.

Mientras América del Sur tuvo crecimientos negativos en los últimos dos años (-1,7% en 2015 y -2,4% en 2016) Bolivia crecerá alrededor del 4% este año, con una inflación prevista del 3,2% anual, pese a la grave crisis que afecta a la región y en especial a sus dos principales socios comerciales, Argentina y Brasil, a donde va dirigido principalmente su mayor producto de exportación, el gas natural.

Ha crecido gracias a los cuantiosos ingresos que le dan estas exportaciones de gas natural a sus grandes vecinos, con el riesgo –según algunos analistas- de anclar su desarrollo a este recurso, si bien ha sumado esfuerzos permanentes por diversificar la economía (con la venta de diesel, estaño y soya y la posible explotación del litio).

Es más, entre abril y junio de este año, Brasil redujo a la mitad sus importaciones de gas boliviano, y la solución para mitigar este desbalance estuvo en el crecimiento del mercado interno (5,3% interanual a junio), gracias al impulso de la inversión pública de 6.200 millones de dólares en 2016 (la privada apenas alcanzó los 1.600 millones), y al aumento del ingreso familiar y el apoyo del Estado a la población con menores posibilidades económicas.

Estas campañas de desprestigio, muchas veces xenófobas y racistas, se suman cada año desde 2005, cuando Evo Morales, un dirigente indígena, llegó al gobierno, y se acrecientan ahora, cuando asoma la posibilidad de que sea habilitado para lanzarse nuevamente a la presidencia.

El milagro económico

Sin lugar a dudas, en 2006, cuando Evo Morales decretó la nacionalización de los hidrocarburos, se inició una nueva etapa en la economía boliviana, que incluyó la nacionalización de algunas empresas privadas y la renegociación de contratos con empresas extranjeras que continuaron operando en el país.

Una docena de trasnacionales suscribieron nuevos contratos con la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y aceptaron el pago de un tributo sobre el valor de la producción de entre el 50 y el 85 por ciento. El alza de ingresos fiscales fue acompañada de fuertes inversiones públicas y un modelo de desarrollo productivo basado en la demanda interna.

En los últimos 14 años, el boom de las materias primas impulsó el crecimiento de Bolivia, cuyo gobierno tuvo la capacidad de invertir los ingresos por aumento de impuestos, en la deuda social e inversiones públicas, además de prever la construcción de un colchón financiero que pasó de 700 millones a 20 mil millones de dólares, lo que permitió amortiguar la caída de precios de las materias primas a partir de 2014.

Lo cierto es que Bolivia creció un 5,5 por ciento en 2014; un 4,9 por ciento en 2015 y un 4,3 por ciento en 2016. Tiene el crecimiento más alto de la región, a lo que ha ayudado la caída en la dolarización en la última década, mejorando la efectividad de la política monetaria, la estabilidad del sector financiero y el acceso de más bolivianos al crédito y a los servicios financieros.

Tampoco cabe dudas de que los excelente indicadores de estabilidad social han contribuido al crecimiento económico. Basta recordar que en los primeros cinco años del siglo, el país sufrió cinco presidencias, en un clima de permanente conflictividad social, que debió soportar también el gobierno de Morales al lanzar la nueva Constitución, con adversarios políticos atrincherados en la regiones ricas e incluso intentando, con apoyo extranjero,  una secesión.

 Entre 2004 y 2015 la pobreza bajó de un 63 por ciento de la población a un 39 por ciento, mientras que la distribución del ingreso (según cifras del FMI) mejoró en ese período, y Bolivia pasó de ser el país más desigual en Sudamérica a situarse en una posición promedio en la región.

Esta realidad ha beneficiado la imagen externa de un país gobernado por un partido compuesto por organizaciones sindicales y centrales agrarias indígenas y campesinas, que han negociado con el gobierno para llegar a acuerdos y evitar que se generen crisis de magnitud como solía ocurrir en las últimas décadas. Y esto lo destaca la prensa internacional (BBC Mundo, por ejemplo).

Consumismo y corrupción

El delito financiero perpetrado por Juan Parí en el Banco Unión con la complicidad de otros funcionarios (un desfalco de 37,6 millones de bolivianos que no pone en peligro en absoluto la estabilidad del sistema financiero), es utilizado nuevamente por los principales medios de comunicación bolivianos para hacer aflorar el racismo dentro de la oposición al gobierno de Evo Morales. Bajo el discurso opositor de “Dictadura, corrupción y crisis económica: No más Evo” persiste en muchos el racismo, a veces silenciado, camuflado, escondido, pero latente.

Basta recordar las previas a las elecciones de 2005 cuando los volantes lanzados en las ciudades y pueblos por la derecha señalaban que “Si votás por el MAS, estás votando por comunistas que te quitarán tus casas, tus autos, tus tierras, tu empresa, tu plata, tu mujer y hasta tus hijos. Así es el comunismo. Vos decidís”.

También se difundían mensajes que señalaban que los indios eran vengativos y que si Evo ganaba no quedaría un blanco vivo, que los indios violarían a las mujeres y empalarían vivos a los bebés como hicieron los españoles con ellos para civilizarlos y convertirlos en criaturas de Dios. Lo que se decía de los indios era aplicable a Evo: que eran “ignorantes, cochinos, masca coca”. Son los que hoy hablan de que el modelo favorece a un nueva burguesía aymara.

Un editorial de La Época, se preocupa por el consumismo y señala que “aunque Bolivia no sea los EE.UU., eso no impide que muchos de sus ciudadanos fantaseen con el “sueño americano”. Mujeres, coches nuevos por semana, bebidas de importación, y a montones. (…)  Si la riqueza es la única medida del éxito, entonces nada más importa. Se trata de una consecuencia natural que tienen los impulsos consumistas: como en Brasil conde corruptos probados asumen cargos presidenciales, o  también millones de bolivianos perdidos como ocurrió con el caso del Fondo Indígena, señala.

“No se logró crear un hombre nuevo en las últimas décadas y Juan Pari lo demuestra. Con su joven presencia, su crudo cinismo, su pobreza intelectual y espiritual, él es la viva representación del aventurero del siglo XXI. Intoxicado con películas sobre mafiosos y ladrones al estilo hollywoodense, videos musicales con mujeres semidesnudas y con una terrible anemia de los principios más elementales que mantienen funcionando a una sociedad, no es de extrañar que haya actuado como actuó”, señala.

La única verdad es la realidad

La economía boliviana volverá a alcanzar una tasa anual de crecimiento del 4,2% en 2017 y de cerca del 4,5% para el 2018, según los datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe  (CEPAL). Bolivia volverá a liderar el crecimiento económico en 2018.

Lo significativo es que se trata de un crecimiento con inclusión social en un modelo que entre 2005 y 2016 consiguió reducir la pobreza de un 63 a un 39% y la pobreza extrema del 38,2% al 16,8%. Y también reducir la desigualdad medida por el Índice de Gini del 0,60 en 2005 al 0,47 en 2015.

*Antropóloga y economista boliviana, investigadora asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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