La economía
boliviana volverá a alcanzar una tasa anual de crecimiento del 4,2% en 2017 y
de cerca del 4,5% para el 2018, según los datos de la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL).
Bolivia volverá a liderar el crecimiento económico en 2018.
Sullkata M. Quilla / CLAE
La oposición
al gobierno de Evo Morales quiere instalar, a través de una dura campaña
mediática nacional e internacional, el imaginario colectivo de que el modelo
económico está agotado, cuando en realidad es el país de la región que más ha
crecido en la última década y lo seguirá siendo en este 2017. Son épocas de
posverdad, de imposición de mentiras virtuales.
Mientras
América del Sur tuvo crecimientos negativos en los últimos dos años (-1,7% en
2015 y -2,4% en 2016) Bolivia crecerá alrededor del 4% este año, con una
inflación prevista del 3,2% anual, pese a la grave crisis que afecta a la
región y en especial a sus dos principales socios comerciales, Argentina y
Brasil, a donde va dirigido principalmente su mayor producto de exportación, el
gas natural.
Ha crecido
gracias a los cuantiosos ingresos que le dan estas exportaciones de gas natural
a sus grandes vecinos, con el riesgo –según algunos analistas- de anclar su
desarrollo a este recurso, si bien ha sumado esfuerzos permanentes por
diversificar la economía (con la venta de diesel, estaño y soya y la posible
explotación del litio).
Es más, entre
abril y junio de este año, Brasil redujo a la mitad sus importaciones de gas
boliviano, y la solución para mitigar este desbalance estuvo en el crecimiento
del mercado interno (5,3% interanual a junio), gracias al impulso de la
inversión pública de 6.200 millones de dólares en 2016 (la privada apenas
alcanzó los 1.600 millones), y al aumento del ingreso familiar y el apoyo del
Estado a la población con menores posibilidades económicas.
Estas
campañas de desprestigio, muchas veces xenófobas y racistas, se suman cada año
desde 2005, cuando Evo Morales, un dirigente indígena, llegó al gobierno, y se
acrecientan ahora, cuando asoma la posibilidad de que sea habilitado para
lanzarse nuevamente a la presidencia.
El milagro económico
Sin lugar a
dudas, en 2006, cuando Evo Morales decretó la nacionalización de los
hidrocarburos, se inició una nueva etapa en la economía boliviana, que incluyó
la nacionalización de algunas empresas privadas y la renegociación de contratos
con empresas extranjeras que continuaron operando en el país.
Una docena de
trasnacionales suscribieron nuevos contratos con la empresa estatal Yacimientos
Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y aceptaron el pago de un tributo sobre
el valor de la producción de entre el 50 y el 85 por ciento. El alza de
ingresos fiscales fue acompañada de fuertes inversiones públicas y un modelo de
desarrollo productivo basado en la demanda interna.
En los
últimos 14 años, el boom de las materias primas impulsó el crecimiento de
Bolivia, cuyo gobierno tuvo la capacidad de invertir los ingresos por aumento
de impuestos, en la deuda social e inversiones públicas, además de prever la
construcción de un colchón financiero que pasó de 700 millones a 20 mil
millones de dólares, lo que permitió amortiguar la caída de precios de las
materias primas a partir de 2014.
Lo cierto es
que Bolivia creció un 5,5 por ciento en 2014; un 4,9 por ciento en 2015 y un
4,3 por ciento en 2016. Tiene el crecimiento más alto de la región, a lo que ha
ayudado la caída en la dolarización en la última década, mejorando la
efectividad de la política monetaria, la estabilidad del sector financiero y el
acceso de más bolivianos al crédito y a los servicios financieros.
Tampoco cabe
dudas de que los excelente indicadores de estabilidad social han contribuido al
crecimiento económico. Basta recordar que en los primeros cinco años del siglo,
el país sufrió cinco presidencias, en un clima de permanente conflictividad
social, que debió soportar también el gobierno de Morales al lanzar la nueva
Constitución, con adversarios políticos atrincherados en la regiones ricas e
incluso intentando, con apoyo extranjero,
una secesión.
Entre 2004 y 2015 la pobreza bajó de un 63 por
ciento de la población a un 39 por ciento, mientras que la distribución del
ingreso (según cifras del FMI) mejoró en ese período, y Bolivia pasó de ser el
país más desigual en Sudamérica a situarse en una posición promedio en la
región.
Esta realidad
ha beneficiado la imagen externa de un país gobernado por un partido compuesto
por organizaciones sindicales y centrales agrarias indígenas y campesinas, que
han negociado con el gobierno para llegar a acuerdos y evitar que se generen
crisis de magnitud como solía ocurrir en las últimas décadas. Y esto lo destaca
la prensa internacional (BBC Mundo, por ejemplo).
Consumismo y corrupción
El delito
financiero perpetrado por Juan Parí en el Banco Unión con la complicidad de
otros funcionarios (un desfalco de 37,6 millones de bolivianos que no pone en
peligro en absoluto la estabilidad del sistema financiero), es utilizado
nuevamente por los principales medios de comunicación bolivianos para hacer
aflorar el racismo dentro de la oposición al gobierno de Evo Morales. Bajo el
discurso opositor de “Dictadura, corrupción y crisis económica: No más Evo”
persiste en muchos el racismo, a veces silenciado, camuflado, escondido, pero
latente.
Basta
recordar las previas a las elecciones de 2005 cuando los volantes lanzados en
las ciudades y pueblos por la derecha señalaban que “Si votás por el MAS, estás
votando por comunistas que te quitarán tus casas, tus autos, tus tierras, tu
empresa, tu plata, tu mujer y hasta tus hijos. Así es el comunismo. Vos
decidís”.
También se
difundían mensajes que señalaban que los indios eran vengativos y que si Evo
ganaba no quedaría un blanco vivo, que los indios violarían a las mujeres y
empalarían vivos a los bebés como hicieron los españoles con ellos para
civilizarlos y convertirlos en criaturas de Dios. Lo que se decía de los indios
era aplicable a Evo: que eran “ignorantes, cochinos, masca coca”. Son los que
hoy hablan de que el modelo favorece a un nueva burguesía aymara.
Un editorial
de La Época, se preocupa por el consumismo y señala que “aunque Bolivia no sea
los EE.UU., eso no impide que muchos de sus ciudadanos fantaseen con el “sueño
americano”. Mujeres, coches nuevos por semana, bebidas de importación, y a
montones. (…) Si la riqueza es la única
medida del éxito, entonces nada más importa. Se trata de una consecuencia
natural que tienen los impulsos consumistas: como en Brasil conde corruptos
probados asumen cargos presidenciales, o
también millones de bolivianos perdidos como ocurrió con el caso del
Fondo Indígena, señala.
“No se logró
crear un hombre nuevo en las últimas décadas y Juan Pari lo demuestra. Con su
joven presencia, su crudo cinismo, su pobreza intelectual y espiritual, él es
la viva representación del aventurero del siglo XXI. Intoxicado con películas
sobre mafiosos y ladrones al estilo hollywoodense, videos musicales con mujeres
semidesnudas y con una terrible anemia de los principios más elementales que
mantienen funcionando a una sociedad, no es de extrañar que haya actuado como
actuó”, señala.
La única verdad es la realidad
La economía
boliviana volverá a alcanzar una tasa anual de crecimiento del 4,2% en 2017 y
de cerca del 4,5% para el 2018, según los datos de la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL).
Bolivia volverá a liderar el crecimiento económico en 2018.
Lo
significativo es que se trata de un crecimiento con inclusión social en un
modelo que entre 2005 y 2016 consiguió reducir la pobreza de un 63 a un 39% y
la pobreza extrema del 38,2% al 16,8%. Y también reducir la desigualdad medida
por el Índice de Gini del 0,60 en 2005 al 0,47 en 2015.
*Antropóloga
y economista boliviana, investigadora asociada al Centro Latinoamericano de
Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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