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sábado, 27 de enero de 2018

Venezuela: La tentación de las armas

Un segmento minoritario pero no desdeñable de la oposición va a continuar deslizándose por el camino de la lucha armada, en la que grupos insurgentes y figuras como la de Oscar Pérez serán más frecuentes. Revertir ese deslizamiento es el principal desafío del sector opositor partidario de elecciones.

Leopoldo Puchi / Enfoque

A este año 2018 corresponden las elecciones presidenciales, puesto que se vence el período de Nicolás Maduro. Las votaciones se realizarán en medio de una situación económica muy difícil por los venezolanos, sacudidos por los efectos de una hiperinflación que afecta todos los órdenes de la vida, desde la familiar, por no alcanzar el ingreso para cubrir los gastos rutinarios de alimentación o transporte, hasta la que transcurre en los centros de trabajo o en los servicios públicos.

En un cuadro de esta naturaleza es de esperarse que en las elecciones presidenciales se produzca una alternancia, que el Gobierno las pierda y que un representante de la oposición reciba el voto mayoritario. La experiencia de lo ocurrido en otros países muestra que la hiperinflación produce casi automáticamente un cambio en la conducción del Estado.

Sin embargo, hoy en Venezuela no se observa una situación tan definida, por diferentes razones. En lo social, es cierto que hay un verdadero malestar, lo que se transforma fácilmente en voto castigo, pero también hay franjas muy importantes de la población que no están seguras de dar un paso de ruptura con la dirigencia gubernamental con la que sostienen vínculos estrechos de identificación, atención y compromiso. Es una suerte de descontento, pero contenido, lo que se expresa en esperanzas de mejoras o aturdimiento. Por otra parte, las estructuras de Gobierno y del Psuv encargadas de los programas de atención social no están apoltronadas, sino más activas que en otros momentos, mejor organizadas y entrelazadas en la base. Todo esto le brinda un sustento electoral sólido al candidato gubernamental.

Aun así, la oposición tendría la ventaja del malestar social, pero hay varias circunstancias políticas que dificultan sus posibilidades de triunfo. La más importante es el desánimo de sus seguidores, lo que se traduce en que una porción de ellos se resiste a participar en las elecciones, como ocurrió con la abstención de las gobernaciones. Esto es consecuencia del revés de la estrategia aplicada entre abril y julio de 2017 que buscaba el derrocamiento de Maduro. Y, como se sabe, las derrotas tienen este tipo de consecuencias. El otro elemento que destaca es la división en torno a las candidaturas. También pudiera señalarse que algunas condiciones electorales, como el cambio de centros de votación, son un obstáculo para un triunfo, pero éstas serían sobrepasadas si se supera la desmoralización y la oposición escoge un candidato único y atractivo.

De no resolver estos desafíos, un segmento minoritario pero no desdeñable de la oposición va a continuar deslizándose por el camino de la lucha armada, en la que grupos insurgentes y figuras como la de Oscar Pérez serán más frecuentes. Revertir ese deslizamiento es el principal desafío del sector opositor partidario de elecciones.

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