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sábado, 17 de febrero de 2018

Costa Rica, elecciones atribuladas


Hemos visto que la crisis neoliberal puede tener como resultado un auge progresista como aconteció en América latina entre 1999 y 2015. Pero también puede tener  como efecto  una marea reaccionaria.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

En un artículo sobre las elecciones costarricenses del 4 de febrero de 2018, Rafael Cuevas Molina (https://connuestraamerica.blogspot.mx/2018/02/costa-rica-han-echado-basura-en-mi.html) ha dicho que Costa Rica “ha caído en la tribulación”  con el triunfo de un candidato cristiano fundamentalista que seis semanas antes del proceso electoral era marginal. El triunfo de Fabricio Alvarado hay que vincularlo con otros hechos que acontecen en la región. Su caso recuerda  mutatis mutandis al de Jimmy Morales en Guatemala quien pasó de la marginalidad a la presidencia del país montado en la antipolítica. Las elecciones del 2018 resultan importantes porque si en 2014 con el triunfo del Partido Acción Ciudadana (PAC) se rompió con el bipartidismo, en éstas los dos partidos tradicionales  ni siquiera pasaran a la segunda ronda.

Durante  buena parte del siglo XX y parte del XXI,  el socialdemócrata Partido de Liberación Nacional (PLN) y la derecha predominantemente democracia cristiana (unificada en 1983 en el Partido Unidad Socialcristiana- PUSC) se disputaron el poder y diferencias aparte, coincidieron en un modelo desarrollista y socialdemócrata. Esto cambió con el auge neoliberal del cual Costa Rica no estuvo exenta. La socialdemocracia en el mundo tuvo su segunda transformación al volverse neoliberal y la derecha costarricense también lo hizo. El rasgo distintivo de Costa Rica en relación a los demás países centroamericanos se fue atenuando y es posible pensar que la deuda social se fue incrementando. Esto se une al hartazgo ciudadano con respecto a la corrupción y la insensibilidad que las clases políticas han mostrado en todas partes. Desgraciadamente en Costa Rica el hartazgo también lo ha canalizado un político advenedizo que ha agitado banderas conservadoras y homofóbicas. El Frente Amplio, expresión de una nueva izquierda en sintonía con el entonces auge progresista en la región, obtuvo un 17% de los votos. En estas elecciones de 2018 prácticamente ha desaparecido con un 0.8%  retrocediendo a la votación que obtuvo en su debut  en las elecciones legislativas de 2006.

Hemos visto que la crisis neoliberal puede tener como resultado un auge progresista como aconteció en América latina entre 1999 y 2015. Pero también puede tener  como efecto  una marea reaccionaria como ha sucedido en Europa y en los Estados Unidos de América en los últimos años. Llama mi atención que en la progresista ciudad de México,  Mikel Arreola el futuro candidato del PRI a la Jefatura de Gobierno esté expresando un discurso similar al de Fabricio Alvarado: luchará por “la familia”, contra la adopción homoparental y contra el uso recreativo de la mariguana. Por fortuna hoy en México, el hartazgo contra los partidos políticos lo está canalizando Morena con la bandera de la anticorrupción. En otros lugares, ese hartazgo lo han capitalizado candidatos outsiders como Trump en Estados Unidos de América, Morales en Guatemala y ahora Alvarado en Costa Rica. Contrariamente a lo que se decía, el PAC logró remontar el desgaste del gobierno de Guillermo Solís y pudo meterse en la segunda ronda electoral. En los próximos dos meses  veremos si Costa Rica logra sortear el escollo construido desde el protestantismo reaccionario.

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