Hemos visto
que la crisis neoliberal puede tener como resultado un auge progresista como
aconteció en América latina entre 1999 y 2015. Pero también puede tener como efecto
una marea reaccionaria.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con
Nuestra América
Desde Puebla,
México
En
un artículo sobre las elecciones costarricenses del 4 de febrero de 2018,
Rafael Cuevas Molina (https://connuestraamerica.blogspot.mx/2018/02/costa-rica-han-echado-basura-en-mi.html) ha dicho
que Costa Rica “ha caído en la tribulación”
con el triunfo de un candidato cristiano fundamentalista que seis
semanas antes del proceso electoral era marginal. El triunfo de Fabricio
Alvarado hay que vincularlo con otros hechos que acontecen en la región. Su
caso recuerda mutatis mutandis al de
Jimmy Morales en Guatemala quien pasó de la marginalidad a la presidencia del
país montado en la antipolítica. Las elecciones del 2018 resultan importantes
porque si en 2014 con el triunfo del Partido Acción Ciudadana (PAC) se rompió
con el bipartidismo, en éstas los dos partidos tradicionales ni siquiera pasaran a la segunda ronda.
Durante buena parte del siglo XX y parte del
XXI, el socialdemócrata Partido de
Liberación Nacional (PLN) y la derecha predominantemente democracia cristiana
(unificada en 1983 en el Partido Unidad Socialcristiana- PUSC) se disputaron el
poder y diferencias aparte, coincidieron en un modelo desarrollista y
socialdemócrata. Esto cambió con el auge neoliberal del cual Costa Rica no
estuvo exenta. La socialdemocracia en el mundo tuvo su segunda transformación
al volverse neoliberal y la derecha costarricense también lo hizo. El rasgo
distintivo de Costa Rica en relación a los demás países centroamericanos se fue
atenuando y es posible pensar que la deuda social se fue incrementando. Esto se
une al hartazgo ciudadano con respecto a la corrupción y la insensibilidad que
las clases políticas han mostrado en todas partes. Desgraciadamente en Costa
Rica el hartazgo también lo ha canalizado un político advenedizo que ha agitado
banderas conservadoras y homofóbicas. El Frente Amplio, expresión de una nueva
izquierda en sintonía con el entonces auge progresista en la región, obtuvo un
17% de los votos. En estas elecciones de 2018 prácticamente ha desaparecido con
un 0.8% retrocediendo a la votación que
obtuvo en su debut en las elecciones
legislativas de 2006.
Hemos
visto que la crisis neoliberal puede tener como resultado un auge progresista
como aconteció en América latina entre 1999 y 2015. Pero también puede
tener como efecto una marea reaccionaria como ha sucedido en
Europa y en los Estados Unidos de América en los últimos años. Llama mi
atención que en la progresista ciudad de México, Mikel Arreola el futuro candidato del PRI a
la Jefatura de Gobierno esté expresando un discurso similar al de Fabricio
Alvarado: luchará por “la familia”, contra la adopción homoparental y contra el
uso recreativo de la mariguana. Por fortuna hoy en México, el hartazgo contra
los partidos políticos lo está canalizando Morena con la bandera de la
anticorrupción. En otros lugares, ese hartazgo lo han capitalizado candidatos outsiders como Trump en Estados Unidos
de América, Morales en Guatemala y ahora Alvarado en Costa Rica. Contrariamente
a lo que se decía, el PAC logró remontar el desgaste del gobierno de Guillermo
Solís y pudo meterse en la segunda ronda electoral. En los próximos dos
meses veremos si Costa Rica logra
sortear el escollo construido desde el protestantismo reaccionario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario