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sábado, 10 de febrero de 2018

La miseria siempre fue fragmentaria

Desde el comienzo hace más de dos siglos, los dueños de los puertos salieron enloquecidos gritando por el libre comercio implorando a la madre anglosajona que comprara sus productos. Nos transformamos en una veintena de provincias de aquella gran unidad hispanoamericana por no arriesgar a gobernarnos creando la forma conveniente.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

Jorge Abelardo Ramos, recordado político argentino, estudioso de la Patria Grande y autor de Historia de la Nación Latinoamericana siempre insistía ante la audiencia que, para enfrentar los grandes problemas nuestros habría que pensar cómo habrían hecho en el caso los libertadores Bolívar o San Martín. Un método de pensamiento eficaz e ineludible desde la emancipación de España y la posterior fragmentación territorial, que todavía resulta oportuno.

La historia nos dejó un pasado común y un instrumento de comunicación y expresión maravilloso, nuestra unidad lingüística, pocas veces reconocida y destacada pero aludida por Pablo Neruda en Las palabras, de su Confieso que he vivido, ha sido y es un elemento invalorable de la integración de nuestros pueblos. Una ventaja insoslayable sobre las desventajas aviesamente creadas.

La vulgata actual, la que se expresa en Davos, habla en el idioma de Shakespeare, aunque no refiere al arte o las pasiones humanas, sino la que finalmente impone el mundo actual de la tecnología y los negocios. De allí que los lacayos la dominen de modo que no haya malentendidos en las concesiones, en la entrega sumisa, tal como lo hacen todos los abnegados ministros de finanzas que nominan los organismos financieros internacionales en las colonias con barniz de repúblicas.

Fue así desde el comienzo hace más de dos siglos, los dueños de los puertos salieron enloquecidos gritando por el libre comercio implorando a la madre anglosajona que comprara sus productos. Nos transformamos en una veintena de provincias de aquella gran unidad hispanoamericana por no arriesgar a gobernarnos creando la forma conveniente. Seguimos el ejemplo del hermano del norte y México perdió la mitad del territorio en manos de ellos, mientras el resto se debatió cómo proveer mejor y con mayores ventajas particulares de materias primas a Inglaterra. Se impuso siempre el interés de las minorías por sobre los de las comunidades locales.

Aquella nación de trece estados originarios, emancipada antes de la Revolución Francesa fue la base jurídica de nuestras constituciones liberales, junto con los ideales europeos que marcaron nuestro nacimiento independiente.

Una y otra vertiente refuerza nuestro orgullo de estado liberal. Nadie recuerda el legado de Francisco de Miranda, Simón Rodríguez, Francisco Morazán, Lucas Alamán, al jesuita Juan Pablo Icardo y Guzmán – por nombrar algunos de nuestros próceres olvidados –  ni mucho menos del legado político de José de San Martín de desprenderse de España y cualquier otra potencia extranjera. En la versión oficial mitrista, el militar estratega que triunfó en Chacabuco, ocultó al hábil político hispanoamericano que forzó la declaración de nuestra independencia.

La historia particular de cada uno de los estados emergentes fue escrita por las élites dominantes y se opuso a la de aquella unidad originaria. Los habitantes de estos países crecimos y nos educamos en esa estrechez de pensamiento, cultivando una xenofobia hacia los vecinos que nos arrastraron a varias guerras por problemas limítrofes y otras defendiendo intereses imperiales, con resultados devastadores para nuestros hermanos paraguayos por tomar un ejemplo, como la Triple Alianza. No contentos con esto, luego, en el siglo pasado sobrevino la Guerra del Chaco.

Las ideologías imperantes en el viejo mundo también echaron raíces en nuestras tierras y las mentes vernáculas reinterpretaron el mundo a través de una óptica prestada, fueran tanto los enamorados del liberalismo o la izquierda marxista, leninista u otras, volviendo a renegar de su sangre y tradición, mucho más si ésta hacía referencia al pasado hispánico. Para estas corrientes, hablar un mismo idioma tampoco fue un dato relevante de la realidad y un punto de partida y de llegada. Siempre el ideal estaba fuera. La utopía la habían construido otros a los que se idolatraba, aunque éstos nos vieran como monos o parte de la barbarie, como nos clasificaban, dado que el logos era creación occidental y nosotros, incapaces de pensar en una lengua que no había producido grandes pensadores. Lo puro estaba fuera, lo impuro dentro. Hasta las interpretaciones sociales, económicas y políticas con pretensiones cientificistas, observaron incapacidades e insuficiencias, imposibles de superar. Antropología y no sociología. Desarrollo y subdesarrollo o emergentes, conllevan esa rémora y mantienen sujetas a las generaciones vernáculas en los claustros universitarios donde se sigue el pensamiento hegemónico.

Además, por si fuera poco nuestro tributo material, nuestros jóvenes cerebros engrosan, sin costo alguno, a las empresas y organismos de los países centrales, tentados por el simple ejercicio, respeto y desarrollo profesional.

Ha habido intentos de integración regional desde los años ’50 con la pretensión de fortalecer el comercio y la circulación de personas entre algunos países, retornando parcialmente a la vieja unidad, como el ABC promovido por Perón, Vargas e Ibáñez, cuando la reconstrucción de posguerra ocupaba a los contrincantes y Europa ensayaba la propia con el carbón y el acero.

La Revolución Cubana y la intervención soviética, advirtió al imperio volver a cuidar el patio trasero, diseñando la Alianza para el Progreso y regentear cualquier iniciativa integracionista. Vinieron la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, Alalc, la Asociación Latinoamericana de Integración, Aladi, la Comunidad Andina, CAN, el Mercado Común Centroamericano MCCA y décadas después, el MERCOSUR. Faltaban otros tantos para llegar a la CELAC, la UNASUR, ALBA o el esperanzador Banco del Sur, que ahora está congelado.

Hemos visto hace semanas el intento fallido de Macri de anexar el MERCOSUR a la Comunidad Europea, como un apéndice proveedor subalterno de materias primas. Eso significa para Cambiemos abrirse al mundo, integrarse como periferia reprimarizada. Significa también abrir las puertas a las importaciones secundarias para destruir la industria local y con esto, arrasar con los obreros que conforman el movimiento organizado capaz de oponerse a las reformas. 

Por eso los actuales gobiernos lejos de recalar en aquella unidad territorial originaria, siguen cuidando el kiosquito, la estancia, el negocio privado sojero, repartiendo tierras en cada uno de nuestros países, mofándose de la soberanía como si fuera un valor arcaico en desuso, se enorgullecen de hablar en inglés y no lo hacen en la lengua propia como es su obligación; de ahí que disfruten endeudando a raudales, promoviendo la fuga de capitales, como ha sido el miserable objetivo de fragmentar para dominar a la población, sumiéndola en el miedo y la pobreza. Siguen exprimiendo las venas, como nos anticipaba brillantemente Eduardo Galeano hace más de 40 años con su esclarecedor libro, aquel que Hugo Chaves Frías le regaló a Obama. Nada ha cambiado, perfeccionan los métodos, remozan las caras, diseñan al sujeto sufragante, objeto del engaño.

Funcionarios nacidos en countries, en la burbuja artificial sólo accesible a unos pocos, educados en colegios privados, lejos del ruido de los barrios y suburbios, descreen de la grandeza de otrora, enriquecidos como socios subsidiarios de contratos estatales, se niegan a la distribución de la riqueza, por eso corrieron a proteger las ganancias de las grandes empresas de las que son parte. 

Sin embargo sus desatinos y ultrajes han producido el fenómeno de las manifestaciones masivas, jóvenes y viejos, activos y pasivos, salen a la calle a defender derechos sin importar ser reprimidos. Saben que la calle es la salida a los excesos y que la democracia representativa se controla con evidente y aplastante presencia. Ellos también lo saben y temen las movilizaciones, por eso filtran la información, mienten y maquillan permanentemente la realidad. El amo saciado pero insomne, no dormirá tranquilo mientras millones de ojos lo vigilen.

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