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sábado, 10 de marzo de 2018

Elecciones en Cuba: Los desafíos del relevo generacional

Los retos y las amenazas han sido la condición natural de la Revolución Cubana desde su mismo surgimiento. En el contexto de la nueva etapa marcada por la necesidad de construir un socialismo más sustentable, próspero y democrático, sin embargo, el desafío del relevo generacional reviste un carácter nuevo.

Daniel Cubilledo Gorostiaga /CELAG

Pese a las reservas, dudas y cautelas mostradas por algunos analistas y diversos medios de comunicación, Raúl Castro no continuará siendo el presidente de Cuba tras las elecciones generales que se celebrarán el próximo 11 de marzo. Esto no solo confirma lo que el propio mandatario ya había anunciado en múltiples ocasiones[i], sino que también ratifica lo acordado en el 2011 durante el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), sobre la limitación de los principales cargos del Gobierno y el Estado a un máximo de dos períodos consecutivos (diez años).

La pregunta que emerge de inmediato es quién sucederá a Raúl Castro cuando el próximo 19 de abril los nuevos diputados electos a la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento) ejerzan su voto, aunque hasta ahora todos los pronósticos apuntan al actual Primer Vicepresidente, Miguel Díaz Canel. A esta incógnita se suma el hecho de que, por primera vez desde 1959, el jefe del Gobierno y del Estado -así como la mayoría de sus principales miembros- no pertenecerán a la llamada Generación Histórica. Sobre este punto no habría que pasar por alto el posible significado – más allá de lo simbólico- de las condecoraciones otorgadas por Raúl Castro el pasado 24 de febrero en el recién inaugurado Capitolio (futura sede de la Asamblea Nacional, como ha señalado a través de redes sociales el exdiplomático y académico cubano Carlos Alzugaray[ii]). Los condecorados como Héroes del Trabajo de la República de Cuba fueron José Ramón Machado Ventura (vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros, además de Segundo Secretario del PCC) y los Comandantes de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez (también vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros y miembro del Buró Político del PCC) y Guillermo García Frías (miembro del Consejo de Estado y del Comité Central del PCC). El mensaje posible es que no solamente haya un nuevo presidente en abril, sino todo un Consejo de Estado y Consejo de Ministros sin miembros de la Generación Histórica.

No obstante, es cierto que el relevo generacional no será consumado del todo hasta que Raúl Castro y José Ramón Machado Ventura sean sustituidos de los máximos cargos del PCC, tras la celebración de su VIII Congreso previsto para 2021. Sin embargo, el propio Raúl Castro ha realizado durísimas autocríticas sobre los daños que la suplantación de funciones del Gobierno y del Estado por parte del Partido ha causado a la institucionalidad del país[iii]. Teniendo en cuenta lo anterior y considerando, además, el clima del “Proceso de Actualización” caracterizado por una fuerte crítica a los errores del pasado y la introducción de importantes cambios en todas las esferas, no tendría demasiado sentido que el Primer Secretario del PCC y principal impulsor del citado proceso, interfiriera en las principales decisiones del nuevo Gobierno.

Por todo ello, las próximas elecciones en Cuba tendrán un carácter inédito. Y con ellas, se abrirá una nueva etapa en el proceso de reformas donde uno de los grandes desafíos será gobernar sin la legitimidad histórica y la autoridad moral de aquellos que protagonizaron la revolución latinoamericana más radical e influyente del siglo XX. De esta manera, no solo será puesta a prueba -como nunca antes- la capacidad de gestión de los nuevos representantes, sino la de todo el sistema político, esto –además- en una coyuntura sumamente compleja y delicada que analizaremos a continuación.

El desempeño económico y los retos del proceso de actualización

Tras un 2016 en el que por primera vez desde los duros años del Período Especial la economía cubana se contrajo alrededor del 1 %, en el 2017 se revirtió la tendencia al lograrse un modesto crecimiento del 1,6 % del PIB. De esta forma, si consideramos la adversa coyuntura económica (limitaciones en las importaciones de petróleo y sus derivados por la crisis en Venezuela, restricciones financieras externas, y las pérdidas valoradas en más de 13.000 millones de dólares tras el paso del ciclón Irma, el más potente huracán generado en el océano Atlántico desde que se tienen registros), el desempeño no fue malo[iv]. Pero si tenemos en cuenta las necesidades del país y las expectativas de la población, los resultados son claramente insuficientes. La estimación de un crecimiento del 2 % en 2018 augura la continuación de las tensiones en este terreno.

Teniendo en cuenta dicho escenario, es probable que el nuevo Gobierno tenga que tomar unas u otras decisiones en función de dos lógicas contrapuestas: por un lado, la de la audacia, sostenida por los partidarios de acelerar las reformas como fórmula para superar los obstáculos de la economía; por el otro, la lógica de la prudencia, de aquellos otros que desaconsejan lo anterior hasta que no se solucionen, previamente, una serie de problemas estructurales que aún persisten. No debería soslayarse que, en el fondo de las dos posturas y de sus diversos matices y variantes, subyacen diferencias ideológicas nada despreciables derivadas de las diversas visiones del socialismo que se disputan la dirección y el ritmo de las reformas[v].

Así, el nuevo Gobierno se enfrentará a decisiones sobre medidas concretas que requieren una pronta solución, por ejemplo:

– La reanudación del otorgamiento de licencias y/o ampliación de actividades para ejercer el trabajo por cuenta propia, paralizado desde el verano de 2017 debido a un proceso de reordenación y perfeccionamiento del sector.

– La unificación monetaria y cambiaria (bien sea su implementación, de no realizarse hasta el mes de abril del presente año, o la gestión de sus probables distorsiones una vez sea materializada).

– La puesta en vigor de una Ley de Empresas que recoja los derechos y deberes de las nuevas formas de propiedad y resuelva, al mismo tiempo, contradicciones como las de las pequeñas y medianas empresas (PYMES) privadas con trabajadores asalariados, que a pesar de ser reconocidas como tales en los documentos rectores de la Actualización siguen operando bajo la figura de “trabajo por cuenta propia”.

– La simplificación de los trámites para la aprobación de las inversiones extranjeras directas.

Además, el estancamiento de la implementación de la Actualización desde 2016 ha creado un clima de insatisfacción en diversos sectores de la sociedad. Ello incrementará la presión sobre el nuevo ejecutivo en la medida en que las expectativas en ámbitos como el nivel de los salarios, la mejora del transporte y la vivienda, o la mayor oferta de alimentos a precios más asequibles, no se correspondan con los resultados logrados[vi].

Por último, aunque no menos importante, existen algunas reformas de carácter político-institucional de máxima relevancia que si bien ya han sido anunciadas por los Gobiernos precedentes todavía no han sido llevadas a cabo. La reforma de la Constitución, la discusión y aprobación de una nueva Ley Electoral, o la generalización a todas las provincias del nuevo funcionamiento del Poder Popular consistente en la separación de funciones legislativas (Asambleas), ejecutivas (Gobiernos) y económicas (empresas estatales), y que ya ha sido aplicado de forma experimental en las provincias de Mayabeque y Artemisa, son, probablemente, las más importantes[vii].

El grado de discusión que provocarán -tanto en la sociedad como en el Parlamento- las nuevas condiciones señaladas, pondrá a prueba la nueva institucionalidad en construcción, en la que se incluye el importante papel de los medios de comunicación públicos, así como las fortalezas y debilidades de la democracia socialista.
  
El giro en la política estadounidense hacia Cuba bajo la administración Trump

El giro regresivo emprendido por el presidente estadounidense Donald Trump en relación con la política de normalización iniciada en 2014 por Barack Obama, constituye una mala noticia para la Isla. Sin embargo, es preciso analizar con detenimiento dos cuestiones. Por un lado, el alcance real del National Security Presidential Memorandum on Cuba, firmado por el presidente de EE. UU. el 16 de junio de 2017, en Miami, ante una audiencia que aglutinó a lo más relevante de la derecha cubanoamericana más reaccionaria afincada en La Florida. ¿Significó ello la “cancelación” de la apertura de Obama, tal y como fue anunciado por Trump?

Por otro lado, cabe preguntarse si la vuelta del unilateralismo y de la retórica hostil hacia el país caribeño puede endurecerse, y si ello fortalece o debilita políticamente a La Habana en la coyuntura doméstica e internacional que estamos analizando.

En relación a la primera cuestión, el académico norteamericano William LeoGrande lo ha puesto en duda de una forma sintética, elocuente y clara. En primer lugar, respecto a las doce categorías habilitadas por Obama bajo las cuales los norteamericanos podían viajar a Cuba, las medidas de Donald Trump solo afectan a los viajes individuales del programa people-to-people. Esto significa que los estadounidenses podrán seguir viajando a Cuba en grupo y llevar si lo desean ron y habanos cubanos de regreso a su país. En segundo lugar, la prohibición de comerciar con empresas ligadas a la Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) no afectará a los contratos pasados y futuros en los sectores de telecomunicaciones, puertos y aeropuertos, que son, según el autor, donde se concentran la mayor parte de los contratos entre empresas norteamericanas y cubanas. En tercer lugar, se debe tomar en cuenta lo que podía haber hecho y, sin embargo, no hizo: no prohibió los viajes de los cubanoamericanos a Cuba ni el envío de remesas; tampoco rehabilitó la política de “pies-secos, pies-mojados” derogada por Obama al final de su mandato; no ha roto las relaciones diplomáticas restablecidas con la Isla; ni tampoco ha vuelto a incluir a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo[viii]. Con todo, la afectación más significativa de las medidas puede manifestarse en un descenso del ritmo de crecimiento de los viajes de estadounidenses al país caribeño. En tal caso, sin embargo, uno de los sectores más afectado podría ser el cuentapropismo (alquileres de habitaciones a turistas, restauración, ventas de artesanías, taxistas, etc.); es decir, que paradójicamente perjudicaría a aquellos que, según cierta lógica, constituyen un grupo potencialmente antisistémico en relación al socialismo[ix].

Respecto a la segunda cuestión, cabe señalar que una serie de acontecimientos sucedidos en los últimos meses podrían indicar que el regreso del unilateralismo -que hasta ahora se mantiene en el plano retórico- evolucione hacia medidas y sanciones concretas de mayor envergadura e impacto en un futuro próximo. Uno de los más notorios tiene que ver con la acusación del Gobierno de Trump contra Cuba por supuestos “ataques acústicos”, a raíz de una serie lesiones auditivas y cerebrales que habrían afectado a veintiún diplomáticos estadounidenses en la Isla, incluyendo familiares[x]. Pese a la ausencia total de evidencias que prueben que tales afectaciones se deban a un ataque deliberado mediante algún tipo de arma acústica, tal y como ha sido reconocido por científicos e investigaciones tanto cubanas como norteamericanas[xi], la fabulación del ataque fue utilizada políticamente. Así, en octubre de 2017 fueron expulsados diecisiete integrantes de la misión diplomática cubana en Washington, y retirados, asimismo, aproximadamente la mitad de los funcionarios norteamericanos en la embajada en La Habana[xii]. La posibilidad que se baraja ahora entre sospechosos “nuevos informes científicos” publicados recientemente, es el cierre definitivo de las embajadas[xiii].

No obstante todo lo anterior, frente a la estrategia de las sanciones contra Cuba que promueven sectores minoritarios pero influyentes en el Gobierno de Donald Trump, liderados por el senador Marco Rubio y el congresista Mario Díaz-Balart, existe un amplio y diverso grupo de sectores políticos y sociales tanto en Cuba como en Estados Unidos -además de Gobiernos de diverso color- que sin ser necesariamente simpatizantes con un sistema de carácter socialista se oponen a la actual política estadounidense, tanto por intereses puramente económicos, comerciales o por mero sentido común, como por percepciones diferentes acerca de cómo propiciar más eficazmente el fin del socialismo en la Isla[xiv].

En definitiva, pese a los enormes costes económicos que supone dilatar el final del bloqueo en un contexto donde el desarrollo económico y social es uno de los objetivos prioritarios del país, el regreso de la retórica hostil supone un escenario bien conocido por la diplomacia cubana en el que tiene toda la ventaja política[xv]. Ello debido tanto a la mayoría social que en ambos países se oponen al regreso de la política de hostilidad, como por el respaldo casi unánime de los países del mundo que apoyan a Cuba frente al bloqueo. Asimismo, el reconocimiento del fracaso de la política unilateral practicada por Estados Unidos contra Cuba en los últimos cincuenta años por parte de Barack Obama, junto con el de la legitimidad del Gobierno Revolucionario de Cuba, fueron hechos históricos que siguen contribuyendo, aún más, al fortalecimiento de la posición mantenida por La Habana.

La correlación de fuerzas en América Latina y la inestabilidad del sistema internacional

La potente proyección externa de la Revolución Cubana y su intenso activismo internacional han jugado históricamente un papel fundamental –aunque no exclusivo- de cara al desarrollo del país y su estabilidad interna. El mantenimiento de dicho perfil en la nueva etapa inaugurada por Raúl Castro en 2008 sigue siendo clave, toda vez que los objetivos en materia de desarrollo económico son vitales para garantizar el éxito de la Actualización.

Partiendo de lo anterior, el triunfo de una nueva derecha latinoamericana en países como Argentina y Brasil tras la llamada “década ganada”, junto con la permanencia de otros Gobiernos tradicionalmente liberales como el de Colombia, Perú, México o Chile, podría sugerir un escenario hostil para Cuba. Sin embargo, y pese al apoyo incondicional de la Isla al Gobierno de Nicolás Maduro -sometido a un cerco sin precedentes- puede afirmarse que, hasta el momento, las relaciones con los países latinoamericanos no se han visto afectadas de una manera significativa. Entre las posibles explicaciones de esta situación puede señalarse el carácter más pragmático de la política exterior de Cuba bajo la dirección de Raúl Castro, el prestigio por su papel en el proceso de paz en Colombia, la solidaridad con la que cuenta la Isla en el escenario internacional -que eleva los costes potenciales de una actitud hostil- y la propia debilidad de tales Gobiernos a pesar de sus victorias, debida a la difícil coyuntura económica y la resistencia popular que persiste pese a las derrotas electorales sufridas por la izquierda.

No obstante, la inestabilidad de la geopolítica continental no garantiza que la situación pueda evolucionar de forma negativa si tenemos en cuenta al menos dos factores:

– El primero de ellos, que se alinearía con la hipótesis del endurecimiento de la postura de Estados Unidos contra Cuba, tiene que ver con las declaraciones del Secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, que en un discurso previo a una gira latinoamericana que lo llevó a México, Perú, Argentina, Colombia y Jamaica, reivindicó la “Doctrina Monroe” entre fuertes declaraciones contra Venezuela, Cuba, China y Rusia.

– El segundo tiene que ver con las seis elecciones presidenciales que en este 2018 tendrán lugar en Brasil, México, Colombia, Venezuela, Paraguay y Costa Rica, lo cual hace de la posibilidad de una restauración conservadora en la región un peligro real. Particularmente importante, debido a los importantes nexos económicos con Cuba, es el caso de Venezuela, donde el adelanto de las elecciones generales al 22 de abril – y su reprogramación para el 20 de mayo- ha producido un recrudecimiento, si cabe, de la ofensiva del imperialismo norteamericano contra el Gobierno de Maduro perfectamente articulada con sus dóciles aliados del llamado Grupo de Lima (conformado por Argentina Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú)[xvi]. La retirada de la invitación de Venezuela a la próxima Cumbre de las Américas a celebrarse en Lima los días 13 y 14 de abril, o las declaraciones del Secretario General de la OEA y el mencionado Grupo de Lima en contra de la legitimidad de las elecciones en dicho país, podrían ser la antesala de sanciones más duras como el embargo petrolero o incluso la intervención militar[xvii]. En caso de materializarse el peor de los escenarios, es más que probable que el Gobierno de Estados Unidos y sus aliados en la región desaten una nueva ofensiva contra Cuba bajo la hipótesis de que el relevo generacional ofrece un escenario propicio para derrocar la Revolución.

Respecto a las relaciones internacionales con el resto del mundo destacan las sólidas alianzas con China (segundo socio comercial e importantísimo aliado político), el fortalecimiento de las relaciones con Rusia, el nuevo acuerdo de cooperación Cuba-Unión Europea alcanzado recientemente tras la derrota de la Posición Común, y la no menos importante cooperación Sur-Sur con países como Vietnam, Irán, Angola o Argelia, por mencionar solo algunos[xviii]. No obstante lo anterior, la escena internacional actual está marcada por un carácter inestable y potencialmente explosivo si, como muchos especialistas afirman, nos encontramos en un momento de transición estructural del sistema internacional marcado por el largo declive de la hegemonía estadounidense, la emergencia de un mundo multipolar, y un panorama económico que puede ser síntoma de una crisis más profunda en el contexto del capitalismo histórico[xix].

Por todo ello, el nuevo Gobierno cubano elegido el próximo mes de abril no deberá bajar la guardia en este frente donde existe la posibilidad de que se presenten importantes desafíos. Así, el fortalecimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), el sostenimiento de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA), y la continuidad del pragmatismo sin que ello signifique el abandono de su tradicional política anti-hegemónica y de contra-dependencia, seguirán siendo algunas de las prioridades en este ámbito.

Apuntes finales

Los retos y las amenazas han sido la condición natural de la Revolución Cubana desde su mismo surgimiento. En el contexto de la nueva etapa marcada por la necesidad de construir un socialismo más sustentable, próspero y democrático, sin embargo, el desafío del relevo generacional reviste un carácter nuevo. Pero si bien la coyuntura en el corto y el medio plazo no puede calificarse como la más idónea, ya sea en el ámbito interno, en las relaciones con Estados Unidos o en el panorama geopolítico latinoamericano o mundial, la clave del éxito no dependerá, en última instancia, de ello. Lo fundamental, en palabras llanas, es y será el poder. O dicho de otra forma, el desafío fundamental del relevo generacional en la Revolución Cubana radica en la construcción de una nueva hegemonía nacional-popular y socialista, en las condiciones históricas y estructurales del siglo XXI. Ello requerirá grandes dosis de creatividad, audacia y pragmatismo sin renunciar a los principios ni a su heroica historia.


Notas:
[iii]Castro, R. (2011). “Informe Central al VI Congreso del Partido Comunista de Cuba” [En línea]. La Habana, 16/04/2011, disponible en: http://www.cuba.cu/gobierno/rauldiscursos/2011/esp/r160411e.html. Véase también: Duharte, Emilio (2015). “Actualización del modelo ¿solo económico? A propósito de las
relaciones entre reformas políticas e irreversibilidad del socialismo en Cuba”, Universidad de la Habana, 279, pp. 153-173.
[v] Juan Valdés Paz identifica hasta cinco tendencias: “convencional” (similar a la “estatista”), “guevarista”, “socialistas críticos”, “socioliberales” y “socialdemócratas”. Véase: http://www.sinpermiso.info/sites/default/files/textos/jvp.pdf
[vi] Para un análisis más pormenorizado sobre los retos en la economía, véase: http://www.celag.org/cuba-retos-politicos-economicos-contexto-pre-electoral/
[xv] Para un informe breve y sintético sobre qué es el bloqueo y cuáles son sus efectos más significativos, véase: http://www.celag.org/bloqueo-cuba-impacto-tensiones-del-legado-la-guerra-fria/
[xvi] Sobre las declaraciones del Grupo de Lima, ver: https://www.telesurtv.net/news/Grupo-de-Lima-rechaza-elecciones-presidenciales-de-Venezuela-20180213-0062.html; Respecto a la retirada de la invitación de Perú a Venezuela, ver: http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-43054144; En relación a la posibilidad del embargo petrolero, ver: http://www.abc.es/internacional/abci-embargo-petrolero-venezuela-pendiente-solo-201802081826_noticia.html


Daniel Cubilledo Gorostiaga (@danicubilledo) es investigador del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)

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