Los retos y las amenazas
han sido la condición natural de la Revolución Cubana desde su mismo
surgimiento. En el contexto de la nueva etapa marcada por la necesidad de
construir un socialismo más sustentable, próspero y democrático, sin embargo,
el desafío del relevo generacional reviste un carácter nuevo.
Daniel Cubilledo Gorostiaga /CELAG
Pese a las reservas,
dudas y cautelas mostradas por algunos analistas y diversos medios de
comunicación, Raúl Castro no continuará siendo el presidente de Cuba tras las
elecciones generales que se celebrarán el próximo 11 de marzo. Esto no solo
confirma lo que el propio mandatario ya había anunciado en múltiples
ocasiones[i], sino que también ratifica lo acordado en el 2011 durante el VI
Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), sobre la limitación de los
principales cargos del Gobierno y el Estado a un máximo de dos períodos
consecutivos (diez años).
La pregunta que emerge de
inmediato es quién sucederá a Raúl Castro cuando el próximo 19 de abril los
nuevos diputados electos a la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento)
ejerzan su voto, aunque hasta ahora todos los pronósticos apuntan al actual
Primer Vicepresidente, Miguel Díaz Canel. A esta incógnita se suma el hecho de
que, por primera vez desde 1959, el jefe del Gobierno y del Estado -así como la
mayoría de sus principales miembros- no pertenecerán a la llamada Generación
Histórica. Sobre este punto no habría que pasar por alto el posible significado
– más allá de lo simbólico- de las condecoraciones otorgadas por Raúl Castro el
pasado 24 de febrero en el recién inaugurado Capitolio (futura sede de la
Asamblea Nacional, como ha señalado a través de redes sociales el exdiplomático
y académico cubano Carlos Alzugaray[ii]). Los condecorados como Héroes del
Trabajo de la República de Cuba fueron José Ramón Machado Ventura
(vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros, además de Segundo
Secretario del PCC) y los Comandantes de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez
(también vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros y miembro del Buró
Político del PCC) y Guillermo García Frías (miembro del Consejo de Estado y del
Comité Central del PCC). El mensaje posible es que no solamente haya un nuevo
presidente en abril, sino todo un Consejo de Estado y Consejo de Ministros sin
miembros de la Generación Histórica.
No obstante, es cierto
que el relevo generacional no será consumado del todo hasta que Raúl Castro y
José Ramón Machado Ventura sean sustituidos de los máximos cargos del PCC, tras
la celebración de su VIII Congreso previsto para 2021. Sin embargo, el propio
Raúl Castro ha realizado durísimas autocríticas sobre los daños que la
suplantación de funciones del Gobierno y del Estado por parte del Partido ha
causado a la institucionalidad del país[iii]. Teniendo en cuenta lo anterior y
considerando, además, el clima del “Proceso de Actualización” caracterizado por
una fuerte crítica a los errores del pasado y la introducción de importantes
cambios en todas las esferas, no tendría demasiado sentido que el Primer
Secretario del PCC y principal impulsor del citado proceso, interfiriera en las
principales decisiones del nuevo Gobierno.
Por todo ello, las
próximas elecciones en Cuba tendrán un carácter inédito. Y con ellas, se abrirá
una nueva etapa en el proceso de reformas donde uno de los grandes desafíos
será gobernar sin la legitimidad histórica y la autoridad moral de aquellos que
protagonizaron la revolución latinoamericana más radical e influyente del siglo
XX. De esta manera, no solo será puesta a prueba -como nunca antes- la
capacidad de gestión de los nuevos representantes, sino la de todo el sistema
político, esto –además- en una coyuntura sumamente compleja y delicada que
analizaremos a continuación.
El desempeño económico y
los retos del proceso de actualización
Tras un 2016 en el que
por primera vez desde los duros años del Período Especial la economía cubana se
contrajo alrededor del 1 %, en el 2017 se revirtió la tendencia al lograrse un
modesto crecimiento del 1,6 % del PIB. De esta forma, si consideramos la
adversa coyuntura económica (limitaciones en las importaciones de petróleo y
sus derivados por la crisis en Venezuela, restricciones financieras externas, y
las pérdidas valoradas en más de 13.000 millones de dólares tras el paso del
ciclón Irma, el más potente huracán generado en el océano Atlántico desde que
se tienen registros), el desempeño no fue malo[iv]. Pero si tenemos en cuenta
las necesidades del país y las expectativas de la población, los resultados son
claramente insuficientes. La estimación de un crecimiento del 2 % en 2018
augura la continuación de las tensiones en este terreno.
Teniendo en cuenta dicho
escenario, es probable que el nuevo Gobierno tenga que tomar unas u otras
decisiones en función de dos lógicas contrapuestas: por un lado, la de la
audacia, sostenida por los partidarios de acelerar las reformas como fórmula
para superar los obstáculos de la economía; por el otro, la lógica de la
prudencia, de aquellos otros que desaconsejan lo anterior hasta que no se
solucionen, previamente, una serie de problemas estructurales que aún
persisten. No debería soslayarse que, en el fondo de las dos posturas y de sus
diversos matices y variantes, subyacen diferencias ideológicas nada
despreciables derivadas de las diversas visiones del socialismo que se disputan
la dirección y el ritmo de las reformas[v].
Así, el nuevo Gobierno se
enfrentará a decisiones sobre medidas concretas que requieren una pronta
solución, por ejemplo:
– La reanudación del
otorgamiento de licencias y/o ampliación de actividades para ejercer el trabajo
por cuenta propia, paralizado desde el verano de 2017 debido a un proceso de
reordenación y perfeccionamiento del sector.
– La unificación
monetaria y cambiaria (bien sea su implementación, de no realizarse hasta el
mes de abril del presente año, o la gestión de sus probables distorsiones una
vez sea materializada).
– La puesta en vigor de
una Ley de Empresas que recoja los derechos y deberes de las nuevas formas de
propiedad y resuelva, al mismo tiempo, contradicciones como las de las pequeñas
y medianas empresas (PYMES) privadas con trabajadores asalariados, que a pesar
de ser reconocidas como tales en los documentos rectores de la Actualización
siguen operando bajo la figura de “trabajo por cuenta propia”.
– La simplificación de
los trámites para la aprobación de las inversiones extranjeras directas.
Además, el estancamiento
de la implementación de la Actualización desde 2016 ha creado un clima de
insatisfacción en diversos sectores de la sociedad. Ello incrementará la
presión sobre el nuevo ejecutivo en la medida en que las expectativas en
ámbitos como el nivel de los salarios, la mejora del transporte y la vivienda, o
la mayor oferta de alimentos a precios más asequibles, no se correspondan con
los resultados logrados[vi].
Por último, aunque no
menos importante, existen algunas reformas de carácter político-institucional
de máxima relevancia que si bien ya han sido anunciadas por los Gobiernos
precedentes todavía no han sido llevadas a cabo. La reforma de la Constitución,
la discusión y aprobación de una nueva Ley Electoral, o la generalización a
todas las provincias del nuevo funcionamiento del Poder Popular consistente en
la separación de funciones legislativas (Asambleas), ejecutivas (Gobiernos) y
económicas (empresas estatales), y que ya ha sido aplicado de forma
experimental en las provincias de Mayabeque y Artemisa, son, probablemente, las
más importantes[vii].
El grado de discusión que
provocarán -tanto en la sociedad como en el Parlamento- las nuevas condiciones
señaladas, pondrá a prueba la nueva institucionalidad en construcción, en la
que se incluye el importante papel de los medios de comunicación públicos, así
como las fortalezas y debilidades de la democracia socialista.
El giro en la política
estadounidense hacia Cuba bajo la administración Trump
El giro regresivo
emprendido por el presidente estadounidense Donald Trump en relación con la
política de normalización iniciada en 2014 por Barack Obama, constituye una
mala noticia para la Isla. Sin embargo, es preciso analizar con detenimiento
dos cuestiones. Por un lado, el alcance real del National Security Presidential
Memorandum on Cuba, firmado por el presidente de EE. UU. el 16 de junio de
2017, en Miami, ante una audiencia que aglutinó a lo más relevante de la
derecha cubanoamericana más reaccionaria afincada en La Florida. ¿Significó
ello la “cancelación” de la apertura de Obama, tal y como fue anunciado por
Trump?
Por otro lado, cabe
preguntarse si la vuelta del unilateralismo y de la retórica hostil hacia el
país caribeño puede endurecerse, y si ello fortalece o debilita políticamente a
La Habana en la coyuntura doméstica e internacional que estamos analizando.
En relación a la primera
cuestión, el académico norteamericano William LeoGrande lo ha puesto en duda de
una forma sintética, elocuente y clara. En primer lugar, respecto a las doce
categorías habilitadas por Obama bajo las cuales los norteamericanos podían
viajar a Cuba, las medidas de Donald Trump solo afectan a los viajes
individuales del programa people-to-people. Esto significa que los
estadounidenses podrán seguir viajando a Cuba en grupo y llevar si lo desean
ron y habanos cubanos de regreso a su país. En segundo lugar, la prohibición de
comerciar con empresas ligadas a la Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) no
afectará a los contratos pasados y futuros en los sectores de
telecomunicaciones, puertos y aeropuertos, que son, según el autor, donde se
concentran la mayor parte de los contratos entre empresas norteamericanas y
cubanas. En tercer lugar, se debe tomar en cuenta lo que podía haber hecho y,
sin embargo, no hizo: no prohibió los viajes de los cubanoamericanos a Cuba ni
el envío de remesas; tampoco rehabilitó la política de “pies-secos,
pies-mojados” derogada por Obama al final de su mandato; no ha roto las
relaciones diplomáticas restablecidas con la Isla; ni tampoco ha vuelto a
incluir a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo[viii]. Con
todo, la afectación más significativa de las medidas puede manifestarse en un
descenso del ritmo de crecimiento de los viajes de estadounidenses al país
caribeño. En tal caso, sin embargo, uno de los sectores más afectado podría ser
el cuentapropismo (alquileres de habitaciones a turistas, restauración, ventas
de artesanías, taxistas, etc.); es decir, que paradójicamente perjudicaría a
aquellos que, según cierta lógica, constituyen un grupo potencialmente
antisistémico en relación al socialismo[ix].
Respecto a la segunda
cuestión, cabe señalar que una serie de acontecimientos sucedidos en los
últimos meses podrían indicar que el regreso del unilateralismo -que hasta
ahora se mantiene en el plano retórico- evolucione hacia medidas y sanciones
concretas de mayor envergadura e impacto en un futuro próximo. Uno de los más
notorios tiene que ver con la acusación del Gobierno de Trump contra Cuba por
supuestos “ataques acústicos”, a raíz de una serie lesiones auditivas y
cerebrales que habrían afectado a veintiún diplomáticos estadounidenses en la
Isla, incluyendo familiares[x]. Pese a la ausencia total de evidencias que
prueben que tales afectaciones se deban a un ataque deliberado mediante algún
tipo de arma acústica, tal y como ha sido reconocido por científicos e
investigaciones tanto cubanas como norteamericanas[xi], la fabulación del
ataque fue utilizada políticamente. Así, en octubre de 2017 fueron expulsados
diecisiete integrantes de la misión diplomática cubana en Washington, y retirados,
asimismo, aproximadamente la mitad de los funcionarios norteamericanos en la
embajada en La Habana[xii]. La posibilidad que se baraja ahora entre
sospechosos “nuevos informes científicos” publicados recientemente, es el
cierre definitivo de las embajadas[xiii].
No obstante todo lo
anterior, frente a la estrategia de las sanciones contra Cuba que promueven
sectores minoritarios pero influyentes en el Gobierno de Donald Trump,
liderados por el senador Marco Rubio y el congresista Mario Díaz-Balart, existe
un amplio y diverso grupo de sectores políticos y sociales tanto en Cuba como
en Estados Unidos -además de Gobiernos de diverso color- que sin ser
necesariamente simpatizantes con un sistema de carácter socialista se oponen a
la actual política estadounidense, tanto por intereses puramente económicos,
comerciales o por mero sentido común, como por percepciones diferentes acerca
de cómo propiciar más eficazmente el fin del socialismo en la Isla[xiv].
En definitiva, pese a los
enormes costes económicos que supone dilatar el final del bloqueo en un
contexto donde el desarrollo económico y social es uno de los objetivos
prioritarios del país, el regreso de la retórica hostil supone un escenario
bien conocido por la diplomacia cubana en el que tiene toda la ventaja
política[xv]. Ello debido tanto a la mayoría social que en ambos países se
oponen al regreso de la política de hostilidad, como por el respaldo casi
unánime de los países del mundo que apoyan a Cuba frente al bloqueo. Asimismo,
el reconocimiento del fracaso de la política unilateral practicada por Estados
Unidos contra Cuba en los últimos cincuenta años por parte de Barack Obama,
junto con el de la legitimidad del Gobierno Revolucionario de Cuba, fueron
hechos históricos que siguen contribuyendo, aún más, al fortalecimiento de la
posición mantenida por La Habana.
La correlación de fuerzas
en América Latina y la inestabilidad del sistema internacional
La potente proyección
externa de la Revolución Cubana y su intenso activismo internacional han jugado
históricamente un papel fundamental –aunque no exclusivo- de cara al desarrollo
del país y su estabilidad interna. El mantenimiento de dicho perfil en la nueva
etapa inaugurada por Raúl Castro en 2008 sigue siendo clave, toda vez que los
objetivos en materia de desarrollo económico son vitales para garantizar el
éxito de la Actualización.
Partiendo de lo anterior,
el triunfo de una nueva derecha latinoamericana en países como Argentina y
Brasil tras la llamada “década ganada”, junto con la permanencia de otros
Gobiernos tradicionalmente liberales como el de Colombia, Perú, México o Chile,
podría sugerir un escenario hostil para Cuba. Sin embargo, y pese al apoyo
incondicional de la Isla al Gobierno de Nicolás Maduro -sometido a un cerco sin
precedentes- puede afirmarse que, hasta el momento, las relaciones con los
países latinoamericanos no se han visto afectadas de una manera significativa.
Entre las posibles explicaciones de esta situación puede señalarse el carácter
más pragmático de la política exterior de Cuba bajo la dirección de Raúl
Castro, el prestigio por su papel en el proceso de paz en Colombia, la
solidaridad con la que cuenta la Isla en el escenario internacional -que eleva
los costes potenciales de una actitud hostil- y la propia debilidad de tales
Gobiernos a pesar de sus victorias, debida a la difícil coyuntura económica y
la resistencia popular que persiste pese a las derrotas electorales sufridas
por la izquierda.
No obstante, la
inestabilidad de la geopolítica continental no garantiza que la situación pueda
evolucionar de forma negativa si tenemos en cuenta al menos dos factores:
– El primero de ellos,
que se alinearía con la hipótesis del endurecimiento de la postura de Estados
Unidos contra Cuba, tiene que ver con las declaraciones del Secretario de
Estado norteamericano, Rex Tillerson, que en un discurso previo a una gira
latinoamericana que lo llevó a México, Perú, Argentina, Colombia y Jamaica,
reivindicó la “Doctrina Monroe” entre fuertes declaraciones contra Venezuela,
Cuba, China y Rusia.
– El segundo tiene que
ver con las seis elecciones presidenciales que en este 2018 tendrán lugar en
Brasil, México, Colombia, Venezuela, Paraguay y Costa Rica, lo cual hace de la
posibilidad de una restauración conservadora en la región un peligro real.
Particularmente importante, debido a los importantes nexos económicos con Cuba,
es el caso de Venezuela, donde el adelanto de las elecciones generales al 22 de
abril – y su reprogramación para el 20 de mayo- ha producido un
recrudecimiento, si cabe, de la ofensiva del imperialismo norteamericano contra
el Gobierno de Maduro perfectamente articulada con sus dóciles aliados del
llamado Grupo de Lima (conformado por Argentina Brasil, Canadá, Chile,
Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y
Perú)[xvi]. La retirada de la invitación de Venezuela a la próxima Cumbre de
las Américas a celebrarse en Lima los días 13 y 14 de abril, o las
declaraciones del Secretario General de la OEA y el mencionado Grupo de Lima en
contra de la legitimidad de las elecciones en dicho país, podrían ser la
antesala de sanciones más duras como el embargo petrolero o incluso la
intervención militar[xvii]. En caso de materializarse el peor de los
escenarios, es más que probable que el Gobierno de Estados Unidos y sus aliados
en la región desaten una nueva ofensiva contra Cuba bajo la hipótesis de que el
relevo generacional ofrece un escenario propicio para derrocar la Revolución.
Respecto a las relaciones
internacionales con el resto del mundo destacan las sólidas alianzas con China
(segundo socio comercial e importantísimo aliado político), el fortalecimiento
de las relaciones con Rusia, el nuevo acuerdo de cooperación Cuba-Unión Europea
alcanzado recientemente tras la derrota de la Posición Común, y la no menos
importante cooperación Sur-Sur con países como Vietnam, Irán, Angola o Argelia,
por mencionar solo algunos[xviii]. No obstante lo anterior, la escena
internacional actual está marcada por un carácter inestable y potencialmente
explosivo si, como muchos especialistas afirman, nos encontramos en un momento
de transición estructural del sistema internacional marcado por el largo
declive de la hegemonía estadounidense, la emergencia de un mundo multipolar, y
un panorama económico que puede ser síntoma de una crisis más profunda en el
contexto del capitalismo histórico[xix].
Por todo ello, el nuevo
Gobierno cubano elegido el próximo mes de abril no deberá bajar la guardia en
este frente donde existe la posibilidad de que se presenten importantes desafíos.
Así, el fortalecimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del
Caribe (CELAC), el sostenimiento de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de
Nuestra América (ALBA), y la continuidad del pragmatismo sin que ello
signifique el abandono de su tradicional política anti-hegemónica y de
contra-dependencia, seguirán siendo algunas de las prioridades en este ámbito.
Apuntes finales
Los retos y las amenazas
han sido la condición natural de la Revolución Cubana desde su mismo
surgimiento. En el contexto de la nueva etapa marcada por la necesidad de
construir un socialismo más sustentable, próspero y democrático, sin embargo,
el desafío del relevo generacional reviste un carácter nuevo. Pero si bien la
coyuntura en el corto y el medio plazo no puede calificarse como la más idónea,
ya sea en el ámbito interno, en las relaciones con Estados Unidos o en el
panorama geopolítico latinoamericano o mundial, la clave del éxito no
dependerá, en última instancia, de ello. Lo fundamental, en palabras llanas, es
y será el poder. O dicho de otra forma, el desafío fundamental del relevo
generacional en la Revolución Cubana radica en la construcción de una nueva
hegemonía nacional-popular y socialista, en las condiciones históricas y
estructurales del siglo XXI. Ello requerirá grandes dosis de creatividad,
audacia y pragmatismo sin renunciar a los principios ni a su heroica historia.
Notas:
[iii]Castro, R. (2011).
“Informe Central al VI Congreso del Partido Comunista de Cuba” [En línea]. La
Habana, 16/04/2011, disponible en: http://www.cuba.cu/gobierno/rauldiscursos/2011/esp/r160411e.html.
Véase también: Duharte, Emilio (2015). “Actualización del modelo ¿solo
económico? A propósito de las
relaciones entre reformas
políticas e irreversibilidad del socialismo en Cuba”, Universidad de la Habana,
279, pp. 153-173.
[v] Juan Valdés Paz
identifica hasta cinco tendencias: “convencional” (similar a la “estatista”),
“guevarista”, “socialistas críticos”, “socioliberales” y “socialdemócratas”. Véase:
http://www.sinpermiso.info/sites/default/files/textos/jvp.pdf
[vi] Para un análisis más
pormenorizado sobre los retos en la economía, véase: http://www.celag.org/cuba-retos-politicos-economicos-contexto-pre-electoral/
[viii] https://aulablog.net/2017/06/19/3751/
. Para ampliar la información, véase: http://www.celag.org/trump-en-cuba-y-el-escenario-regional/
[xv] Para un informe
breve y sintético sobre qué es el bloqueo y cuáles son sus efectos más
significativos, véase: http://www.celag.org/bloqueo-cuba-impacto-tensiones-del-legado-la-guerra-fria/
[xvi] Sobre las
declaraciones del Grupo de Lima, ver: https://www.telesurtv.net/news/Grupo-de-Lima-rechaza-elecciones-presidenciales-de-Venezuela-20180213-0062.html;
Respecto a la retirada de la invitación de Perú a Venezuela, ver: http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-43054144;
En relación a la posibilidad del embargo petrolero, ver: http://www.abc.es/internacional/abci-embargo-petrolero-venezuela-pendiente-solo-201802081826_noticia.html
Daniel Cubilledo
Gorostiaga (@danicubilledo) es investigador del Centro Estratégico
Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)
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