La
lección clave es que a la decadencia de Estados Unidos no le ha seguido el
advenimiento de otro hegemón. La situación se pliega en un zigzaguear general y
caótico, la volatilidad o inestabilidad de la que hablamos.
Puede
argüirse que el ámbito más fluido en el sistema-mundo moderno, que está en
crisis estructural, es el geopolítico. Ningún país está cercano a dominar este
ámbito. La última potencia hegemónica, Estados Unidos, ya lleva tiempo actuando
como un gigante incapaz. Tiene poder para destruir pero no para controlar la
situación. Sigue proclamando reglas que espera que otros sigan, pero puede ser,
y es, ignorado.
Hay
ahora una larga lista de países que se consideran listos para desempeñarse de
maneras específicas pese a las presiones de otros países. Una mirada por todo
el globo confirmará puntualmente la incapacidad de Estados Unidos para imponer
sus modos.
Los
dos países que además de Estados Unidos tienen el poderío militar más fuerte
son Rusia y China. Alguna vez se movían con cuidado para evitar la reprimenda
de Estados Unidos. La retórica de la guerra
fría hablaba de dos campos geopolíticos en competencia. La realidad era
otra cosa. La retórica simplemente enmascaraba la efectividad relativa de la
hegemonía estadunidense.
Ahora,
virtualmente es lo contrario. Estados Unidos tiene que moverse con cuidado vis-à-vis Rusia y China para evitar
perder la capacidad de obtener su cooperación en las prioridades geopolíticas
de Estados Unidos.
Miremos
a los así llamados aliados más fuertes de Estados Unidos. Podemos enredarnos
discutiendo quién es el aliado más cercano, o ha sido ya por largo tiempo.
Escojan entre Gran Bretaña e Israel o aun, algunos dirían, Arabia Saudita. O
hagamos una lista de los que alguna vez han sido socios confiables de Estados
Unidos, como Japón y Corea del Sur, Canadá, Brasil y Alemania. Llamémosles los
números dos.
Ahora
revisemos el proceder de todos estos países en los 20 años pasados. Digo veinte
porque la nueva realidad precede al régimen de Donald Trump, pese a que sin
duda él ha sido quien ha empeorado la habilidad de Estados Unidos para imponer
sus modos.
Miremos
la situación en la península de Corea. Estados Unidos quiere que Corea del
Norte renuncie a su armamento nuclear. Este es un objetivo que Estados Unidos
ha repetido con regularidad. Fue cierto cuando Bush y Obama fueron presidentes.
Ha continuado siendo cierto con Trump. La diferencia es el modo de conseguir
este objetivo. Previamente, las acciones estadunidenses utilizaban cierto grado
de diplomacia además de las sanciones. Esto reflejaba el entendimiento de que
demasiadas amenazas públicas de Estados Unidos terminaban siendo
contraproducentes. Trump cree lo opuesto. Considera las amenazas públicas como
el arma básica de su arsenal.
No
obstante, Trump tiene días diferentes. En el día uno amenaza a Norcorea con
devastación. Pero el día dos hace que su objetivo primordial sean Japón y Corea
del Sur. Trump dice que le proporcionan insuficiente respaldo financiero para
los costos derivados de una continua presencia estadunidense armada ahí. Así
que entre el ir y venir de las dos posturas estadunidenses, ni Japón ni Corea
del Sur terminan estando seguros de estar protegidos.
Japón
y Corea del Sur han lidiado con sus temores e incertidumbres en modos opuestos.
El actual régimen japonés busca asegurar las garantías estadunidenses
ofreciendo un respaldo público total a las (cambiantes) tácticas
estadunidenses. Confía, por tanto, en complacer a Estados Unidos lo suficiente
como para recibir las garantías que quiere obtener.
El
actual régimen sudcoreano utiliza una táctica bastante diferente. Emprende de
modo muy abierto relaciones más cercanas con Norcorea, lo cual en gran medida
va contra los deseos de Estados Unidos. Con esto confía complacer al régimen
norcoreano lo suficiente como para que Pyongyang responda accediendo a no
escalar el conflicto.
Que
cualquiera de estas aproximaciones tácticas estabilicen la posición
estadunidense es totalmente incierto. Lo seguro es que Washington no está en
posición de mando. Tanto Japón como Corea del Sur están buscando obtener
calladamente armas nucleares para fortalecer su posición dado que no pueden
saber qué traerá el siguiente día en el frente estadunidense. La volatilidad de
la postura estadunidense debilita aún más su poderío debido a las reacciones
que genera.
O
tomemos la más enredosa situación del llamado mundo islámico del Magreb a
Indonesia, y en particular en Siria. Cada una de las potencias importantes de
la región (o que lidian con la región) tiene un diferente enemigo primordial (o
enemigos). Para Arabia Saudita e Israel, por el momento es Irán. Para Irán es Estados
Unidos. Para Egipto es la Hermandad Musulmana. Para Turquía son los kurdos.
Para el régimen iraquí, son los sunníes. Para Italia es Al Qaeda, que está
haciendo imposible controlar el flujo de migrantes. Y así seguimos.
¿Y
para Estados Unidos? Quién sabe. Ése es el miedo protuberante para todo el
resto. Al momento Estados Unidos parece tener dos prioridades bastante
diferentes. El día uno, es la aquiescencia norcoreana hacia los imperativos
estadunidenses. El día dos es finiquitar su involucramiento en la región del
este asiático, o por lo menos reducir sus desembolsos financieros. El resultado
es más y más oscuro.
Podemos
trazar retratos semejantes para otras regiones o subregiones del mundo. La
lección clave es que a la decadencia de Estados Unidos no le ha seguido el
advenimiento de otro hegemón. La situación se pliega en un zigzaguear general y
caótico, la volatilidad o inestabilidad de la que hablamos.
Este,
por supuesto, es el mayor peligro. Los accidentes nucleares, o los errores, o
la locura, se vuelven de repente lo que priva en la mente de todos,
especialmente entre las fuerzas armadas del mundo. Cómo lidiar con este peligro
es el debate geopolítico más significativo a corto plazo.
objetivo y preocupante, pero esperanzdor,.
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