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sábado, 23 de junio de 2018

El mundial de los indocumentados


En estos días de algarabía compartida en la FIFA por la designación de los tres países sedes del Mundial 2026, unos 2.000 menores que cruzaron la frontera de EE.UU. y México fueron separados de sus familias en apenas seis semanas. Se les aplicó la política de “tolerancia cero” del gobierno reaccionario de Donald Trump.

Gustavo Veiga / Página12

"El otro muro", ilustración de Hernández (LA JORNADA)
El fútbol tiene una formidable capacidad de persuasión porque mueve miles de millones en divisas. Está preparado para conseguir o disimular lo que muchas veces la política no puede. Incluso es un arma disuasiva y no un arma de destrucción masiva. Ciertas relaciones diplomáticas lo confirman. El canciller mexicano Luis Videgaray lo ratificó con su doble discurso e hipocresía. Hace una semana publicó un tuit sobre la elección del Mundial 2026. Se felicitaba de “un buen trabajo en equipo” entre las naciones que ganaron la candidatura: EE.UU., Canadá y México. “El fútbol nos une”, escribió.

Es el mismo funcionario que aplaudió ese logro de la diplomacia deportiva y en representación de su país, cuestiona las violaciones a los derechos humanos de Estados Unidos. O sea, convalida la reciente adjudicación del evento de mayor audiencia planetaria aun cuando lo organizará con un vecino que detiene, expulsa o separa familias enteras de migrantes mexicanos, como si ése fuera un pequeño detalle. La Copa Mundial es un colosal negocio que le hace olvidar lo que hoy cuestiona en otros foros: “la política cruel e inhumana” del imperialismo norteamericano.

En estos días de algarabía compartida en la FIFA por la designación de los tres países sedes del Mundial 2026, unos 2.000 menores que cruzaron la frontera de EE.UU. y México fueron separados de sus familias en apenas seis semanas. Se les aplicó la política de “tolerancia cero” del gobierno reaccionario de Donald Trump.

Videgaray acaba de decir también: “No podemos ser indiferentes ante un hecho que claramente representa una violación de los derechos humanos”. Pero no hizo la más mínima insinuación de rechazo a compartir la sede de la Copa Mundial de la FIFA programada para dentro de ocho años. Tal vez porque considere que es una razón de Estado. O porque un torneo que promete generar 14 mil millones de dólares no puede equipararse con las tribulaciones que viven a diario miles de mexicanos que cruzan las fronteras hacia el norte.

Lo que torna más incomprensible el doble racero de México pare relacionarse con el gobierno de Trump, es que el Mundial de 2026 le deparará apenas 10 partidos de los 80 que fija el calendario, la misma cantidad que a Canadá. El mayor negocio le espera a Estados Unidos. Recibirá los 60 restantes. Es muy probable que miles de mexicanos vean la Copa dentro de ocho años desde una cárcel para extranjeros muy cerca del muro que EE.UU. levanta en la frontera.

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