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sábado, 14 de julio de 2018

Fidel y América Latina, hace un cuarto de siglo

Nuestros grandes enemigos, a saber, el imperialismo, el neocolonialismo y el neoliberalismo,  no fueron derrotados totalmente y han regresado, al decir de José Martí, como el tigre espantado por el fogonazo, que ataca en la noche “con zarpas de terciopelo”. Como siempre, el qué hacer es la pregunta que nos interpela.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

En una coyuntura compleja y delicada para la construcción de democracias populares, participativas y profundas en nuestra América, agudizada por el avance de la restauración neoliberal conservadora, el ascenso de una nueva derecha que apuntala su alianza con los grupos religiosos neopentecostales, y por la persecución sistemática de dirigentes sociales y expresidentes críticos del neoliberalismo (a partir de la acción concertada entre el poder mediático y un cada vez menos independiente poder judicial), el Foro de Sao Paulo se reunirá en La Habana, Cuba, entre el 15 y el 17 de julio, para deliberar sobre los desafíos y oportunidades de las izquierdas en nuestra región.

En 1993, hace ya 25 años, esta organización fundada por iniciativa del Partido de los Trabajadores de Brasil –que hoy lucha por la liberación del expresidente Lula da Silva, prisionero del gobierno golpista de Michel Temer- también había celebrado su cuarta reunión en la capital cubana, bajo la atenta mirada de Fidel Castro, por entonces un referente de la izquierda antiimperialista y latinoamericanista que navegaba en solitario en medio de la orgía neoliberal que marcó el ocaso del siglo XX.

En ese encuentro del Foro de Sao Paulo, Fidel fue enfático en su discurso al señalar que América Latina no debía esperar nada del neoliberalismo y sus falsas promesas, porque no es esta una teoría del desarrollo sino “la doctrina del saqueo total de nuestros pueblos”, y porque además se había mostrado incapaz de resolver incluso los problemas del llamado “mundo capitalista desarrollado”; así las cosas, la batalla prioritaria para nuestra región era la de derrotarlo pues, de lo contrario, “desapareceremos como naciones, desapareceremos como Estados independientes, y vamos a ser más colonias de lo que nunca fueron los países del Tercer Mundo”. Una victoria contra el neoliberalismo, pensaba Fidel, sería fundamental para “crear una esperanza para el futuro” y para “preservar condiciones para seguir adelantando, porque el límite de nuestro progreso estará en el capitalismo, y no habrá progreso humano si este no se propone rebasar las fronteras del capitalismo, pero eso será tarea de otros momentos, no diría que de otras generaciones”. En esa misión, insistía el líder cubano, resultaba imprescindible tener “una estrategia clara y objetivos muy claros, [saber] qué queremos, qué nos proponemos, y si nos sentimos capaces de hacerlo”[1].

Es decir, el tipo de visión estratégica que, por ejemplo, demostró un joven e inquieto Hugo Chávez al año siguiente, en 1994, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, cuando delineó para su público –incluido el comandante de la Revolución- las líneas centrales del proyecto bolivariano de soberanía nacional para Venezuela y de integración regional independiente, múltiple y diversa para nuestra América.

Desde entonces, mucho se luchó en nuestros países por revertir las históricas realidades de desigualdad e injusticia social, y mucho cambió y avanzó nuestra región -con no pocas dificultades- en este cuarto de siglo, gracias al ciclo de revueltas populares que, a inicios del siglo XXI, creó las condiciones políticas, sociales y culturales para la irrupción de fuerzas y gobiernos progresistas y nacional-populares, liderados por hombres y mujeres que constituyeron la generación del bicentenario.

Pero nuestros grandes enemigos, a saber, el imperialismo, el neocolonialismo y el neoliberalismo,  no fueron derrotados totalmente y han regresado, al decir de José Martí, como el tigre espantado por el fogonazo, que ataca en la noche “con zarpas de terciopelo”. Como siempre, el qué hacer es la pregunta que nos interpela. Y si bien triunfos electorales de enorme trascendencia como el de Andrés Manuel López Obrador en México, o el crecimiento de las izquierdas en los comicios presidenciales de Chile en 2017 y en Colombia el pasado mes de junio, insuflan esperanza luego de sucesivos reveses y retrocesos (en Argentina, Brasil, Ecuador), lo cierto es que aquellos fantasmas todavía nos atormentan.

Acaso sea necesario volver, una y otra vez, a las enseñanzas de Fidel y del propio Chávez: sin plan estratégico de alcance continental, los gobiernos de izquierda seguirán siendo atacados por los poderes fácticos y sus aliados del norte, y resistirán –como Venezuela- en condiciones precarias y en cada vez mayor soledad hasta la victoria o la trágica derrota. Comprender esto y actuar solidariamente en consecuencia, dentro y fuera del Foro de Sao Paulo, es nuestro desafío más urgente.


NOTA:


[1] Castro, Fidel (2009). Latinoamericanismo vs. Imperialismo (compilación, prólogo y notas de Luis Suárez Salazar). México DF: Ocean Sur. Pp.  226-229 y 237.

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