Nuestros grandes
enemigos, a saber, el imperialismo, el neocolonialismo y el neoliberalismo, no fueron derrotados totalmente y han
regresado, al decir de José Martí, como el tigre espantado por el fogonazo, que
ataca en la noche “con zarpas de terciopelo”. Como siempre, el qué hacer es la
pregunta que nos interpela.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
En una coyuntura
compleja y delicada para la construcción de democracias populares,
participativas y profundas en nuestra América, agudizada por el avance de la restauración
neoliberal conservadora, el ascenso de una nueva derecha que apuntala su
alianza con los grupos religiosos neopentecostales, y por la persecución
sistemática de dirigentes sociales y expresidentes críticos del neoliberalismo
(a partir de la acción concertada entre el poder mediático y un cada vez menos
independiente poder judicial), el Foro de Sao Paulo se reunirá en La Habana,
Cuba, entre el 15 y el 17 de julio, para deliberar sobre los desafíos y
oportunidades de las izquierdas en nuestra región.
En 1993, hace ya 25
años, esta organización fundada por iniciativa del Partido de los Trabajadores
de Brasil –que hoy lucha por la liberación del expresidente Lula da Silva,
prisionero del gobierno golpista de Michel Temer- también había celebrado su
cuarta reunión en la capital cubana, bajo la atenta mirada de Fidel Castro, por
entonces un referente de la izquierda antiimperialista y latinoamericanista que
navegaba en solitario en medio de la orgía neoliberal que marcó el ocaso del
siglo XX.
En ese encuentro del
Foro de Sao Paulo, Fidel fue enfático en su discurso al señalar que América
Latina no debía esperar nada del neoliberalismo y sus falsas promesas, porque
no es esta una teoría del desarrollo sino “la doctrina del saqueo total de
nuestros pueblos”, y porque además se había mostrado incapaz de resolver
incluso los problemas del llamado “mundo capitalista desarrollado”; así las
cosas, la batalla prioritaria para nuestra región era la de derrotarlo pues, de
lo contrario, “desapareceremos como naciones, desapareceremos como Estados
independientes, y vamos a ser más colonias de lo que nunca fueron los países
del Tercer Mundo”. Una victoria contra el neoliberalismo, pensaba Fidel, sería
fundamental para “crear una esperanza para el futuro” y para “preservar
condiciones para seguir adelantando, porque el límite de nuestro progreso
estará en el capitalismo, y no habrá progreso humano si este no se propone
rebasar las fronteras del capitalismo, pero eso será tarea de otros momentos,
no diría que de otras generaciones”. En esa misión, insistía el líder cubano,
resultaba imprescindible tener “una estrategia clara y objetivos muy claros,
[saber] qué queremos, qué nos proponemos, y si nos sentimos capaces de hacerlo”[1].
Es decir, el tipo de
visión estratégica que, por ejemplo, demostró un joven e inquieto Hugo Chávez
al año siguiente, en 1994, en
el Aula Magna de la Universidad de La Habana, cuando delineó para su
público –incluido el comandante de la Revolución- las líneas centrales del
proyecto bolivariano de soberanía nacional para Venezuela y de integración
regional independiente, múltiple y diversa para nuestra América.
Desde entonces, mucho
se luchó en nuestros países por revertir las históricas realidades de
desigualdad e injusticia social, y mucho cambió y avanzó nuestra región -con no
pocas dificultades- en este cuarto de siglo, gracias al ciclo de revueltas
populares que, a inicios del siglo XXI, creó las condiciones políticas,
sociales y culturales para la irrupción de fuerzas y gobiernos progresistas y
nacional-populares, liderados por hombres y mujeres que constituyeron la
generación del bicentenario.
Pero nuestros grandes
enemigos, a saber, el imperialismo, el neocolonialismo y el neoliberalismo, no fueron derrotados totalmente y han
regresado, al decir de José Martí, como el tigre espantado por el fogonazo, que
ataca en la noche “con zarpas de terciopelo”. Como siempre, el qué hacer es la
pregunta que nos interpela. Y si bien triunfos electorales de enorme
trascendencia como el de Andrés Manuel López Obrador en México, o el
crecimiento de las izquierdas en los comicios presidenciales de Chile en 2017 y
en Colombia el pasado mes de junio, insuflan esperanza luego de sucesivos
reveses y retrocesos (en Argentina, Brasil, Ecuador), lo cierto es que aquellos
fantasmas todavía nos atormentan.
Acaso sea necesario
volver, una y otra vez, a las enseñanzas de Fidel y del propio Chávez: sin plan
estratégico de alcance continental, los gobiernos de izquierda seguirán siendo
atacados por los poderes fácticos y sus aliados del norte, y resistirán –como
Venezuela- en condiciones precarias y en cada vez mayor soledad hasta la
victoria o la trágica derrota. Comprender esto y actuar solidariamente en consecuencia,
dentro y fuera del Foro de Sao Paulo, es nuestro desafío más urgente.
NOTA:
[1] Castro, Fidel (2009). Latinoamericanismo vs. Imperialismo (compilación, prólogo y notas
de Luis Suárez Salazar). México DF: Ocean Sur. Pp. 226-229 y 237.
No hay comentarios:
Publicar un comentario