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sábado, 4 de agosto de 2018

México: ¿Ganó AMLO y ahora qué?

No recuerdo quién me dijo que Canadá es el casco de acero de los EEUU y México la panza blanda. La descripción es gráfica y a los dos países la proximidad colindante al centro imperial del capitalismo del sigo XX les ha deparado distintas consecuencias. Aunque a medida que nos adentramos en el XXI, ambos están sufriendo con mucha mayor intensidad la proximidad al león herido.

Mariani Ciafardini */ Especial para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina

Los peligros de tal proximidad ya los había advertido uno de los artífices de la modernización mexicana , el dictador Porfirio Díaz, con la ya remanida frase “pobrecito Méjico tan lejos de Dios y tan cerca de los EEUU”. Pasada una época posterior a los 30 años del “porfiriato” sobrevino una época de grandes revueltas e inestabilidad política, con epicentro en la Revolución mexicana de 1910, que se ve que cansó y desmoralizó el espíritu revolucionario de los mexicanos y seguramente advirtió a los gobernantes de EEUU. A tal punto que el partido que asumió el gobierno en el año 1929 gobernó en forma de hegemonía absoluta bajo las distintas denominaciones de Partido Nacional Revolucionario, Partido de la Revolución Mexicana y Partido Revolucionario Institucional, o PRI que es el más conocido, durante 40 años si se cuenta hasta el 1989 cuando perdió una gobernación por primera vez, o 50 si se cuenta hasta el 2000 en que ganó la presidencia el PAN de Vicente Fox.

Aunque lo cierto es que el “régimen priista” debe contarse hasta la última elección ya que el PAN no fue más que el PRI disfrazado y el mismo PRI volvió, con Peña Nieto al poder, en el 2012. Es decir una continuidad política de, nada más ni menos, que 63 años. La noticia entonces hoy no vendría a ser tanto que ganó el partido Morena, de Andrés Manuel López Obrador, sino que perdió el PRI. Y esto no es simplemente un juego de ideas.

López Obrador, a quien se le arrebató en una tramoya política urdida por el PRI-PAN , el triunfo electoral en el 2006, y que, por desavenencias con el Partido de la Revolución Democrática, al que pertenecía, fundó el Movimiento Regeneración Nacional (MORENA), va a asumir la presidencia de México el 1 de diciembre. Encuentra un país devastado por la corrupción política de un sistema institucional que ya a fines del siglo XX ingresó en una pendiente directamente delictiva, que incluyó asesinatos a candidatos a presidente (Colosio en 1994) y que se consolidó con la alianza cómplice, en una asociación ilícita, entre la política mexicana PRI- PAN, el narcotráfico y el tráfico de inmigrantes, la DEA, la policía fronteriza norteamericana y la CIA.

AMLO, como ya se lo conoce, llega al gobierno en alianza con el Partido del Trabajo (izquierda marxista) y el Partido Encuentro Social (centro derecha con fuerte presencia evangelista). Y como si la inteligibilidad de ese armado fuera poco difícil , en los distintos municipios y gobernaciones en el país que son numerosísimos las alianzas triunfantes abarcan decenas de partidos, incluidos el PAN y PRI.

La situación es altamente compleja y difícilmente se pueda avanzar demasiado (o demasiado rápido) en las profundas reformas que el país y el sistema social reclaman a gritos (en el 2014 desaparecieron 43 estudiantes de una escuela rural en Iguala, partido de Ayotzinapa y se calcula que los muertos y desparecidos en total en los últimos años supera los 60.000). De  todos modos esta ruptura de la continuidad patógena y ya patética del sistema priista, es una excelente noticia para los mexicanos y particularmente para Latinoamérica, ya que AMLO es un decidido partidario de la integración regional en clave independentista de los EEUU. Si se diera el “milagro” de que Lula o alguien designado por él alcance la presidencia en Brasil en los próximos meses, el panorama regional sufriría una verdadera conmoción, ya que el eje México-Brasil, con gobiernos políticamente sanos, nos pondría nuevamente a las puertas de la tan ansiada y tan necesaria formación del bloque económico político “nuestroamericano”, con base en la CELAC, única manera de que se puedan hacer las transformaciones estructurales que tanto se les ha venido reclamando a los gobiernos populares y de izquierda de América Latina y el Caribe, y que también se le va a reclama a Andrés Manuel.

*Doctor en Ciencia Políticas. Miembro del Instituto Argentino de Estudios Geopolíticos (IADEG)

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