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sábado, 1 de septiembre de 2018

El Brasil de Lula y el Brasil de Temer

Lula es el candidato presidencial  de las fuerzas progresistas que sigue en ascenso, como un gran dirigente capaz de derrotar a las fuerzas más conservadoras y reaccionarias del Brasil y del imperialismo estadounidense. Por ello se encuentra en la cárcel, es un preso político, no un delincuente. La reacción brasileña quiere eliminarlo del escenario político.

Adalberto Santana / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México


Hoy en día  el Brasil se debate entre dos opciones. Por un lado el Brasil con un incremento desmesurado de la pobreza que figura de manera descarnada por las diversas ciudades y campos brasileños. Una muestra palpable es lo que en estos días he visto en Río de Janeiro. La miseria deambula por todas las calles de la ciudad carioca como una forma de existencia que impulsa el capitalismo salvaje gobernado por  Michel Temer. Modelo de desarrollo que se ha sembrado en todo el país volviendo el crecimiento de la marginación y pauperación de los más amplios sectores sociales del gigante sudamericano. “El Brasil tiene hoy nada menos que 13 millones de desempleados y quien tiene trabajo difícilmente consigue un aumento por arriba de la inflación, que llegó el año pasado a un 2.95% y debe quedar por  encima del 4% en 2018” (O Globo, 30/08/18). Se suma la devaluación del real a fines de agosto de 2018.


Paralelamente los candidatos de la derecha brasileña coinciden en  que el tener preso en Curitiva a Luiz Inácio Lula da Silva, condenado por “corrupción pasiva y lavado de dinero” (sin pruebas de ello), ha sido, según su pensamiento, la mejor receta para evitar que el dirigente más popular y carismático del Brasil,  en esa condición  pueda participar y por lo tanto ganar las elecciones de octubre de 2018.

Así, su apuesta es impedir que el candidato del Partido de los Trabajadores (PT) tenga contacto con el pueblo, con los más amplios sectores populares del país. Que no haga giras a favor de la campaña de su partido por los diversos escenarios de la más poblada  nación latinoamericana y más extensa de la región. Su estrategia es que los candidatos de la derecha puedan fantasear con sus discursos y narrativa neoliberal en los diversos medios de comunicación (radio, televisión, prensa escrita y redes sociales). En ese especie de paroxismo, el candidato presidencial filo-fascista, Jair Bolsonaro, ha mencionado en un discurso totalmente aberrante y producto de sus creencias ultraderechistas que la violencia debe ser combatida con el uso de la fuerza. Dicho candidato que es capitán de la reserva del Ejército, en su prédica cavernaria, afirmó el pasado 28 de agosto de 2018, al Jornal Nacional: “policías que matarem com ‘dez ou trinta tiros cada (bandido)’, devem ser condecorados e não procesados” (“policías que maten con 'diez o treinta tiros cada (bandido)', deben ser condecorados y no procesados”), O Globo (29/08/18). Es algo muy semejante a la propuesta del  ex candidato mexicano conocido  tristemente como el Bronco, que propuso “mocharle” (córtale) las manos a los delincuentes. 
 
En tanto que Lula, es el candidato presidencial  de las fuerzas progresistas que sigue en ascenso como un gran dirigente capaz de derrotar a las fuerzas más conservadoras y reaccionarias del Brasil y del imperialismo estadounidense. Por ello se encuentra en la cárcel, es un preso político, no un delincuente. La reacción brasileña quiere eliminarlo del escenario político. Al encerrarlo en la prisión y al criminalizar su figura,  el juez Sergio Moro piensa que con ello va a evitar que el  PT gane las elecciones presidenciales de 2018. Falsa ilusión que se hace esa derecha cavernaria. Según las encuestadoras Datafolha e Ibope, si en los actuales momentos a fines de agosto se realizaran las elecciones, el PT y Lula ganarían con 54 millones de votos. Arrasaría en 23 de los 27 estados de la República Federal del Brasil.  Es decir, sería arrollador su triunfo. Algo equivalente al alcanzado por Andrés Manuel López Obrador en México el primero de julio de 2018. Lo cual también nos confirma que las tendencias de la centro izquierda en América Latina y el Caribe siguen en ascenso. Es una tendencia que tiene vigencia y muestra la segunda ola de las fuerzas progresistas en la región latinoamericana y caribeña.

Incluso si Lula no fuese aceptado por el tribunal supremo electoral brasileño como el candidato de la fuerzas progresistas de ese país, su figura y liderazgo político no sería eliminado. Su partido el PT y el candidato a la vicepresidencia, Fernando Hadad, sería la encarnación de Lula en el imaginario político del amplio electorado brasileño. Es más, la actitud pedestre de la derecha brasileña ignora que con la prisión, lo que han hecho de Lula es  resaltar su autoridad política y moral. Le han hecho la mejor propaganda al elevarlo a la figura de un mártir brasileño. Han construido con su empecinamiento en elevarlo altura de un prócer de las masas brasileñas.

Incluso han seguido la tesis de lanzar candidaturas de pretendidas “izquierdas” como Ciro Gomes candidato presidencial del PDT en Brasil, muy parecidas a las de México del PRD y en Colombia del “centro” votando por el voto en blanco para evitar que en esa nación andina ganara Gustavo Petro, favoreciendo objetivamente a la ultraderecha derecha con el triunfo de Iván Duque, discípulo consentido de Álvaro Uribe Vélez.

Sin embargo, todavía la derecha brasileña en sus ilusiones pretende para evitar el triunfo del PT: buscar el llamado “voto útil”. Esto es, votar unitariamente por un candidato de los grupos anti-petistas o anti Lula. Política que en México les fracasó ya que las derechas por su misma irracionalidad y pragmatismo no se unen en torno a un candidato presidencial  para votar por él ni para defender sus votos.

De esa manera sea Lula candidato o Hadad, parece que lo irreversible es el triunfo del PT. Quedándole a la derecha de nueva cuenta la opción de la política de Temer de hacer trampas como lo hicieron con la destitución ilegal y fraudulenta de la presidenta Dilma Rousseff. Es decir, dar un golpe de mano y en el caso de las elecciones de octubre en Brasil, hacer lo mismo que hicieron en Honduras en las elecciones de noviembre de 2017 contra Salvador Nasralla, el candidato de Alianza de Oposición contra la Dictadura, esto es generar  un fraude electoral. Si se prefiere un golpe de Estado electoral. Ese el Brasil que tenemos los latinoamericanos: el de Lula o el de Temer. La matriz latinoamericana del golpismo del siglo XXI. Seguro que triunfará Lula sea o no candidato presidencial. Pensemos que  la gran fuerza moral y política es del pueblo brasileño y en su mayoría votará por el PT.

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