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sábado, 6 de abril de 2019

Estados Unidos: Con Dios de nuestro lado

Este es el país mas religioso del primer mundo; los estadunidenses rezan con más frecuencia, asisten más a servicios religiosos semanales y dan una importancia mayor a la fe en sus vidas que los adultos de los demás países occidentales avanzados, registra el Centro de Investigación Pew.

David Brooks / LA JORNADA

Mike Pompeo, secretario de Estado de Estados Unidos, comentó el otro día que es muy posible que Dios haya sido quien colocó a Trump en la Casa Blanca. No está solo. La vocera de la Casa Blanca, Sarah Sanders, declaró a finales de enero que Dios quería que Donald Trump se convirtiera en presidente y es por eso que esta ahí.

Pompeo, así como el vicepresidente Mike Pence, son cristianos evangélicos e igual que promueven políticas favorecidas por estas corrientes religiosas dentro de Estados Unidos, también condicionan la política exterior, desde Medio Oriente (sobre todo la defensa de Israel por motivaciones bíblicas), al financiamiento de programas antiaborto, y hasta en la construcción del muro fronterizo, entre otras cosas.

Pompeo, Pence, Jeff Sessions, ex procurador general, y Betsy DeVos, secretaria de Educación, son parte de un grupo de estudios de la Biblia encabezado por el pastor Ralph Drollinger, quien cree que los cristianos en el gobierno están obligados a contratar sólo a otros cristianos, informa Ron Charles, del Washington Post.

Trump –a pesar de sus pecados graves incluidos dos divorcios y constantes aventuras extramaritales incluso con estrellas de cine porno, entre otros– forjó una alianza con las corrientes cristianas conservadoras al adoptar sus posiciones antiaborto, antihomosexuales, la promoción de estudios bíblicos (incluidos los que hablan sobre la evolución) en escuelas públicas y la anulación (parcial) de la regulación federal prohibiendo el respaldo de candidatos políticos por iglesias, entre otras cosas, a cambio de ser coronado como un salvador.

Robert Jeffress, líder nacional evangélico, declaró que “millones de estadunidenses creen que la elección del presidente Trump representó a Dios ofreciéndonos otra oportunidad, tal vez nuestra última oportunidad, para realmente hacer a América grande de nuevo”.

Sin embargo, Trump, comparado con sus antecesores, es el presidente con menor vínculo religioso a lo largo de su vida (es oficialmente presbiteriano). De hecho, aun si lo recuerdan, no sería bienvenido en las iglesias de su juventud hoy día, ya que se oponen a sus políticas, incluyendo la antimigrante. Pero como casi todo en su vida, esto se maneja como parte de un espectáculo y Trump está dispuesto hasta a poner su autógrafo en un libro que no sólo no escribió, sino que es difícil de creer que haya leído la Biblia.

Este es el país mas religioso del primer mundo; los estadunidenses rezan con más frecuencia, asisten más a servicios religiosos semanales y dan una importancia mayor a la fe en sus vidas que los adultos de los demás países occidentales avanzados, registra el Centro de Investigación Pew. Aproximadamente 83 por ciento de adultos cree en Dios (63 por ciento de ellos en términos absolutos).

La consigna oficial en cada billete de dólar es “en Dios confiamos” (algo que primero se grabó durante la Guerra Civil y reapareció en 1956, cuando el Congreso lo declaró lema oficial). El Juramento de Lealtad (Pledge of Allegiance), un verso semioficial que se recita en las escuelas y en algunos actos oficiales, fue escrito en 1891, pero en 1954 la frase “bajo Dios” fue añadida en un esfuerzo por definir a Estados Unidos como un país de fe frente al enemigo: una Unión Soviética atea. Y aunque curiosamente la Constitución de Estados Unidos no menciona a Dios o alguna fuerza divina, las 50 constituciones estatales incluyen una referencia divina, informa el Pew.

Pero vale recordar que no hay un solo Dios aquí, y la historia de este país fue en parte escrita por las grandes corrientes religiosas progresistas que han nutrido magnos movimientos sociales y políticos por la abolición de la esclavitud, los derechos laborales, derechos civiles, movimientos antiguerra, de defensa de inmigrantes y refugiados, entre otros.


En pleno siglo XXI en el país más poderoso del mundo un Dios muy blanco y rico que, dicen, eligió a Trump, se enfrenta, otra vez, con el Dios de los que luchan por un paraíso de la justicia, la dignidad y la igualdad.

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