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sábado, 6 de julio de 2019

Cuba: El porqué de las cosas

Como nunca antes, tenemos que extraer mayor provecho de los recursos disponibles y conceder atención primordial a las reservas humanas que subyacen sumergidas en el heterogéneo conjunto de la sociedad.

Graziella Pogolotti / Cubadebate

Al despertar ante un mundo desconocido, en cuanto empiezan a tener conciencia de sí y a adquirir un rudimentario dominio del idioma, las criaturas interrogan a sus familiares inmediatos acerca del porqué de las cosas. Tan pertinaces son en su indagatoria que, a veces, resultan exasperantes. De esa curiosidad espontánea dimana la fuente original de todo conocimiento, de la aspiración a transformar la realidad, del talento innovador y de la creatividad que, a través de los milenios, nos han convertido en lo que somos.

El engranaje de la rutina, en muchos casos, suele ir limando poco a poco esas cualidades innatas. Entre nosotros, las repercusiones de un bloqueo de más de medio siglo contribuyeron a impulsar, en el plano de la práctica concreta, una inventiva sorprendente, gracias a la cual siguieron funcionando equipos obsoletos carentes de piezas de repuesto. Un arquitecto de obra muy reconocida llegó a emplear claras de huevo para evitar la peligrosa pérdida de agua en el motor de su auto. Conocedor de este panorama, el Che respaldó el desarrollo del movimiento de innovadores.

En la actualidad, atravesamos circunstancias más complejas que las de entonces. Los desafíos económicos son gigantescos y la confrontación ideológica se manifiesta a través de todas las formas de comunicación, por las vías tradicionales y por las que ofrecen las nuevas tecnologías, sustentadas todas ellas en sofisticadas formas de manipulación de las  conciencias. Como nunca antes, tenemos que extraer mayor provecho de los recursos disponibles y conceder atención primordial a las reservas humanas que subyacen sumergidas en el heterogéneo conjunto de la sociedad.

El Presidente Miguel Díaz-Canel no cesa de enfatizar el necesario vínculo de las instituciones y las empresas con las universidades. Recuerdo el muestrario de resultados experimentales que el rector Miyar exhibía con orgullo, porque la Reforma Universitaria había establecido como uno de sus principios básicos el nexo entre docencia e investigación. Se sustituía así una enseñanza reproductiva, apuntalada en verdades irrebatibles, por una pedagogía que estimulaba la creatividad en niños y jóvenes, entrenados para formular las preguntas que abrían nuevos caminos en el conocimiento de la realidad.

El trabajo coordinado de equipos de estudiantes y profesores puede contribuir a la búsqueda de soluciones para las demandas concretas de las empresas, con el propósito de acelerar el crecimiento económico del país y de movilizar un saber acumulado durante mucho tiempo. Corresponde también a la Educación Superior fomentar, con fines docentes y de desarrollo, sus propios proyectos, centrados en las ciencias sociales y en las humanidades. Los resultados de este empeño no ofrecerán soluciones tangibles inmediatas. Constituyen, sin embargo, una inversión rentable a mediano plazo, de indiscutible utilidad en medio de los peligros que nos acechan en el mundo actual, tienen sus rebotes entre nosotros y forman parte de la responsabilidad contraída por la Revolución Cubana con el pensamiento de izquierda desde el triunfo de 1959.

Situados como archipiélago en las fronteras del imperio, sabíamos desde entonces que nuestra batalla tendría que librarse también en el terreno de las ideas y que, ante una realidad en movimiento, ningún manual podía ofrecer las soluciones requeridas. Así era cuando se elaboró una plataforma emancipadora, tercermundista  y antidogmática. En un panorama complejo, signado por las consecuencias de la desaparición del socialismo en Europa, por el dominio del capital financiero transnacionalizado, por la implementación de un implacable pensamiento neoliberal y el empleo de los nuevos y viejos medios de comunicación, así como el uso de las técnicas de marketing para la manipulación de las conciencias, el diagnóstico de la realidad no puede limitarse a fórmulas simplistas, como tampoco habrán de serlo las respuestas programáticas que vayamos construyendo en el camino.

Nos corresponde eludir, de acuerdo con la obra intelectual de Fidel y el Che, fórmulas mecanicistas que tienden a descartar la relación interactiva entre los llamados factores objetivos y subjetivos, del mismo modo en que no pueden descuidarse los nexos siempre creativos entre teoría y práctica. Esa perspectiva dialéctica esencial ha regido el pensar de los fundadores de nuestra Revolución.

Nunca he olvidado la reflexión ejemplar de Fidel en una entrevista concedida a principios de los 80 del pasado siglo. Evocando a Heráclito, el filósofo griego, afirmaba el Comandante que el hombre no puede bañarse dos veces en el mismo río, no solo por el hecho de que las aguas no son las mismas, sino porque el hombre tampoco lo es.

No pecamos de inmodestia al afirmar que la Revolución Cubana ha realizado una contribución importante al desarrollo de las ideas socialistas. Las fuentes del conocimiento están en los libros, en la experiencia práctica, en el análisis crítico de los errores y en el estímulo a la creatividad a través de un debate enriquecedor.

En medio de un trabajo abrumador, cuando cortaba caña y comprobaba el funcionamiento de las alzadoras, cuando procedía al rescate de fábricas en crisis, atendía asuntos políticos, a la formación de militantes de la Juventud y el Partido sin descuidar las demandas acuciantes de la defensa del país y robaba horas al sueño para estudiar matemáticas aplicadas a la economía, el Che promovió intensos debates sobre la construcción del socialismo con la participación de destacados interlocutores cubanos y de otros países. Esos intercambios encontraron espacio público en revistas especializadas. Siempre aquellos debates se mantuvieron atenidos al respeto mutuo, a la observancia de principios éticos sin que la controversia subvirtiera la transparente búsqueda de la verdad con el socavamiento de las relaciones personales, apuntaladas en la fraternidad de quienes están comprometidos en la lucha por el mejoramiento humano.

De esa altura de miras, la reciente publicación del epistolario del Comandante Ernesto Che Guevara ofrece un conmovedor testimonio. Hubo diferencias de puntos de vista entre el Che y el reconocido intelectual comunista Carlos Rafael Rodríguez. En el apresuramiento de los preparativos para marchar a cumplir su destino en otras tierras, el Guerrillero encontró tiempo para despedirse del amistoso contradictor. Con un abrazo al final escribía: «En el estribo de Rocinante me cuadro y te saludo. Otros soles alumbrarán mis teorías y estarán cómodas, pero tengo la impresión de que sentirán que algo falta cuando no haya con quién discutir. Para despedirme como siempre: Sí tengo razón, sí se puede ganar una guerra como esta (y la ganaremos)».

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