Como nunca antes,
tenemos que extraer mayor provecho de los recursos disponibles y conceder
atención primordial a las reservas humanas que subyacen sumergidas en el
heterogéneo conjunto de la sociedad.
Graziella Pogolotti / Cubadebate
Al despertar ante un mundo
desconocido, en cuanto empiezan a tener conciencia de sí y a adquirir un
rudimentario dominio del idioma, las criaturas interrogan a sus familiares
inmediatos acerca del porqué de las cosas. Tan pertinaces son en su indagatoria
que, a veces, resultan exasperantes. De esa curiosidad espontánea dimana la
fuente original de todo conocimiento, de la aspiración a transformar la
realidad, del talento innovador y de la creatividad que, a través de los
milenios, nos han convertido en lo que somos.
El engranaje de la rutina, en
muchos casos, suele ir limando poco a poco esas cualidades innatas. Entre
nosotros, las repercusiones de un bloqueo de más de medio siglo contribuyeron a
impulsar, en el plano de la práctica concreta, una inventiva sorprendente,
gracias a la cual siguieron funcionando equipos obsoletos carentes de piezas de
repuesto. Un arquitecto de obra muy reconocida llegó a emplear claras de huevo
para evitar la peligrosa pérdida de agua en el motor de su auto. Conocedor de
este panorama, el Che respaldó el desarrollo del movimiento de innovadores.
En la actualidad, atravesamos
circunstancias más complejas que las de entonces. Los desafíos económicos son
gigantescos y la confrontación ideológica se manifiesta a través de todas las
formas de comunicación, por las vías tradicionales y por las que ofrecen las
nuevas tecnologías, sustentadas todas ellas en sofisticadas formas de
manipulación de las conciencias. Como
nunca antes, tenemos que extraer mayor provecho de los recursos disponibles y
conceder atención primordial a las reservas humanas que subyacen sumergidas en
el heterogéneo conjunto de la sociedad.
El Presidente Miguel Díaz-Canel
no cesa de enfatizar el necesario vínculo de las instituciones y las empresas
con las universidades. Recuerdo el muestrario de resultados experimentales que
el rector Miyar exhibía con orgullo, porque la Reforma Universitaria había
establecido como uno de sus principios básicos el nexo entre docencia e
investigación. Se sustituía así una enseñanza reproductiva, apuntalada en
verdades irrebatibles, por una pedagogía que estimulaba la creatividad en niños
y jóvenes, entrenados para formular las preguntas que abrían nuevos caminos en
el conocimiento de la realidad.
El trabajo coordinado de
equipos de estudiantes y profesores puede contribuir a la búsqueda de
soluciones para las demandas concretas de las empresas, con el propósito de
acelerar el crecimiento económico del país y de movilizar un saber acumulado
durante mucho tiempo. Corresponde también a la Educación Superior fomentar, con
fines docentes y de desarrollo, sus propios proyectos, centrados en las
ciencias sociales y en las humanidades. Los resultados de este empeño no
ofrecerán soluciones tangibles inmediatas. Constituyen, sin embargo, una inversión
rentable a mediano plazo, de indiscutible utilidad en medio de los peligros que
nos acechan en el mundo actual, tienen sus rebotes entre nosotros y forman
parte de la responsabilidad contraída por la Revolución Cubana con el
pensamiento de izquierda desde el triunfo de 1959.
Situados como archipiélago en
las fronteras del imperio, sabíamos desde entonces que nuestra batalla tendría
que librarse también en el terreno de las ideas y que, ante una realidad en
movimiento, ningún manual podía ofrecer las soluciones requeridas. Así era
cuando se elaboró una plataforma emancipadora, tercermundista y antidogmática. En un panorama complejo,
signado por las consecuencias de la desaparición del socialismo en Europa, por
el dominio del capital financiero transnacionalizado, por la implementación de
un implacable pensamiento neoliberal y el empleo de los nuevos y viejos medios
de comunicación, así como el uso de las técnicas de marketing para la
manipulación de las conciencias, el diagnóstico de la realidad no puede
limitarse a fórmulas simplistas, como tampoco habrán de serlo las respuestas
programáticas que vayamos construyendo en el camino.
Nos corresponde eludir, de
acuerdo con la obra intelectual de Fidel y el Che, fórmulas mecanicistas que
tienden a descartar la relación interactiva entre los llamados factores
objetivos y subjetivos, del mismo modo en que no pueden descuidarse los nexos
siempre creativos entre teoría y práctica. Esa perspectiva dialéctica esencial
ha regido el pensar de los fundadores de nuestra Revolución.
Nunca he olvidado la reflexión
ejemplar de Fidel en una entrevista concedida a principios de los 80 del pasado
siglo. Evocando a Heráclito, el filósofo griego, afirmaba el Comandante que el
hombre no puede bañarse dos veces en el mismo río, no solo por el hecho de que
las aguas no son las mismas, sino porque el hombre tampoco lo es.
No pecamos de inmodestia al
afirmar que la Revolución Cubana ha realizado una contribución importante al
desarrollo de las ideas socialistas. Las fuentes del conocimiento están en los
libros, en la experiencia práctica, en el análisis crítico de los errores y en
el estímulo a la creatividad a través de un debate enriquecedor.
En medio de un trabajo
abrumador, cuando cortaba caña y comprobaba el funcionamiento de las alzadoras,
cuando procedía al rescate de fábricas en crisis, atendía asuntos políticos, a
la formación de militantes de la Juventud y el Partido sin descuidar las
demandas acuciantes de la defensa del país y robaba horas al sueño para
estudiar matemáticas aplicadas a la economía, el Che promovió intensos debates
sobre la construcción del socialismo con la participación de destacados
interlocutores cubanos y de otros países. Esos intercambios encontraron espacio
público en revistas especializadas. Siempre aquellos debates se mantuvieron
atenidos al respeto mutuo, a la observancia de principios éticos sin que la
controversia subvirtiera la transparente búsqueda de la verdad con el
socavamiento de las relaciones personales, apuntaladas en la fraternidad de
quienes están comprometidos en la lucha por el mejoramiento humano.
De esa altura de miras, la
reciente publicación del epistolario del Comandante Ernesto Che Guevara ofrece
un conmovedor testimonio. Hubo diferencias de puntos de vista entre el Che y el
reconocido intelectual comunista Carlos Rafael Rodríguez. En el apresuramiento
de los preparativos para marchar a cumplir su destino en otras tierras, el
Guerrillero encontró tiempo para despedirse del amistoso contradictor. Con un
abrazo al final escribía: «En el estribo de Rocinante me cuadro y te saludo.
Otros soles alumbrarán mis teorías y estarán cómodas, pero tengo la impresión
de que sentirán que algo falta cuando no haya con quién discutir. Para
despedirme como siempre: Sí tengo razón, sí se puede ganar una guerra como esta
(y la ganaremos)».
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