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sábado, 7 de septiembre de 2019

De Boyacá a la Habana y el rearme de las FARC-EP

En Colombia, mientras no se desmonte el paramilitarismo y las estructuras de bandas criminales, difícilmente podremos ver un país en paz. La comunidad internacional debe interceder ante el estado colombiano a que cumpla con lo pactado y pare la barbarie a la que tiene sometido al pueblo colombiano.

Ramón Martínez M. / Para Con Nuestra América
Agradecemos a Marcelo Colussi por el envío del texto

El uribismo ha bloqueado sistemáticamente
 el proceso de paz en Colombia.
Pasearse por la verdadera historia no es recrearse en un mundo virtual, los sucesos en el proceso de independencia de nuestra América no son sencillos; nos encontramos con una historia manipulada y hecha por los dominadores, es decir por los que le prestan servicio a las oligarquías de cada país. Es por ello que la historia oficial de Colombia muestra una óptica muy particular con respecto a lo sucedido y lo que representa las batallas del pantano de Vargas y la batalla de Boyacá, en donde los principales actores fueron los valientes guerreros venezolanos comandados por Bolívar, quienes le dieron libertad e independencia del imperio español al pueblo neogranadino.

Señalamos lo anterior para precisar el porqué de la verdadera esencia de hombres libertadores en esta batalla , lo cual lo vemos de manera recíproca en esa gesta libertaria que significo la campaña admirable en donde destacaron colombianos -neogranadinos- como Ricaurte, Girardot, entre otros, al lado del General Bolívar fueron liberando el territorio venezolano en cada batalla que libraban hasta llegar a la Caracas y darle libertad del yugo español, son dos elementos que debemos analizar para entender el porqué de la relación siamés de nuestros pueblos y continuar juntos por el camino de la construcción de una verdadera paz que nos dé la posibilidad de una vida digna con justicia social.

Lo anterior es un pequeño abrebocas a lo que sucede en la patria colombiana que atraviesa momentos difíciles debido a la perfidia de una oligarquía traicionera y pro imperial que ha roto e incumplido los acuerdos de paz firmados en la Habana en el año 2016, los cuales el gobierno del señor Duque pisotea e incumple desde todo punto de vista en una burla sin tapujos a la comunidad internacional, a los países garantes y al pueblo colombiano.

La continua masacre de líderes y lideresas sociales, así como ex combatientes de las FARC-EP, hoy convertida una parte en el partido FARC (Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común) encabezada por Timoleón Jiménez, conocido como comandante Timochenko, quienes se ratifican en su decisión de continuar en el camino de la renuncia a las armas y desde las curules que detentan en el senado (5) y la cámara de representantes (5) de las cuales hay que descontar la curul del comandante Iván Márquez (senado) y de Jesús Santrich (cámara), camino que ya le ha costado la vida a 150 ex combatientes de la antigua FARC-EP, decidiendo así continuar desde la legalidad su lucha por la paz.

Por otro lado el 29 de Agosto el comandante Iván Márquez, acompañado de Jesús Santrich, y otros comandantes se declaran en rebeldía y deciden retornar a la montaña rearmándose como como FARC-EP, argumentando según lo leído por Márquez: que se “inicia una nueva etapa para el despertar de las conciencias”. Es el preludio de la “segunda Marquetalia bajo el amparo del derecho universal que asiste a todos los pueblos del mundo a levantarse en armas contra la opresión”. Quien reivindica el derecho a revelarse ante los incumplimientos del estado colombiano frente a los acuerdos de la Habana, declara y decide retomar las armas para iniciar una nueva batalla, “una segunda Marquetalia”, la cual se caracterizará por ser una guerrilla que no tiene como objetivo fundamental la lucha armada para atacar los objetivos militares, si no propiciar un nuevo diálogo pero con las armas en la mano, diálogo que debe conducir a una paz real y que se cumpla realmente. Se la juegan con los de abajo según sus palabras, le anuncian al mundo que continúan en su lucha por el cambio y la revolución en Colombia retomando los ideales de Simón Bolívar y su fundador e ideólogo Manuel Marulanda Vélez.

Ante este nuevo escenario político, hay una posibilidad de que se fortalezca la presencia armada insurgente en Colombia, ya que el gobierno del señor Duque suspendió los diálogos con la segunda mayor guerrilla el Ejército de Liberación Nacional (ELN), al igual que las Farc-EP no han sido derrotados militarmente, al contrario llevaron al estado Colombiano a la mesa de negociación, pero en ambos casos, el gobierno colombiano ha incumplido.

Difícil el panorama político colombiano mientras exista un estado que lo fundamental para él es la imposición de las políticas generadas en el Pentágono. Pensamos que el camino es la paz, pero no con el asesinato y las masacres estatales en contra del movimiento popular, la guerra conviene es las que la generan y obtienen pingües ganancias del tráfico de armas, el narcotráfico y las economías ilegales, las cuales el estado colombiano apadrina y patrocina, no es poca cosa que los cultivos ilícitos de hoja de coca crezcan de manera desmesurada y Colombia sea el productor de más del 80% de la cocaína a nivel mundial.

En Colombia, mientras no se desmonte el paramilitarismo y las estructuras de bandas criminales, difícilmente podremos ver un país en paz. La comunidad internacional debe interceder ante el estado colombiano a que cumpla con lo pactado y pare la barbarie a la que tiene sometido al pueblo colombiano. Quedó demostrado con el desarme de las FARC-EP que el problema de Colombia no es la guerrilla sino las inmensas desigualdades sociales existentes en el país, situación que el gobierno no aborda y resuelve, cada día más y más se profundiza la brecha social.

El rearme de las FARC-EP es la consecuencia de las políticas aplicadas por un estado genocida y una oligarquía traidora, que no cumple con lo acordado en La Habana sino que aplica la política del exterminio del pueblo colombiano y sus dirigentes sociales y comunitarios. Desafortunadamente esperan a la hermana república días de más sangre derramada por su heroico y valiente pueblo, parece ser que Colombia está bajo el embrujo de la guerra, hay que exorcizarla y continuar en la construcción de una verdadera paz con justicia social.

Escuchemos, señores gobernantes de Colombia, los tambores de la paz, no los de la guerra.


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