En Colombia, mientras
no se desmonte el paramilitarismo y las estructuras de bandas criminales,
difícilmente podremos ver un país en paz. La comunidad internacional debe
interceder ante el estado colombiano a que cumpla con lo pactado y pare la
barbarie a la que tiene sometido al pueblo colombiano.
Ramón Martínez M. / Para Con Nuestra América
Agradecemos a Marcelo
Colussi por el envío del texto
El uribismo ha bloqueado sistemáticamente el proceso de paz en Colombia. |
Pasearse por la
verdadera historia no es recrearse en un mundo virtual, los sucesos en el
proceso de independencia de nuestra América no son sencillos; nos encontramos con
una historia manipulada y hecha por los dominadores, es decir por los que le
prestan servicio a las oligarquías de cada país. Es por ello que la historia
oficial de Colombia muestra una óptica muy particular con respecto a lo
sucedido y lo que representa las batallas del pantano de Vargas y la batalla de
Boyacá, en donde los principales actores fueron los valientes guerreros
venezolanos comandados por Bolívar, quienes le dieron libertad e independencia del
imperio español al pueblo neogranadino.
Señalamos lo anterior
para precisar el porqué de la verdadera esencia de hombres libertadores en esta
batalla , lo cual lo vemos de manera recíproca en esa gesta libertaria que
significo la campaña admirable en donde destacaron colombianos -neogranadinos-
como Ricaurte, Girardot, entre otros, al lado del General Bolívar fueron
liberando el territorio venezolano en cada batalla que libraban hasta llegar a
la Caracas y darle libertad del yugo español, son dos elementos que debemos
analizar para entender el porqué de la relación siamés de nuestros pueblos y
continuar juntos por el camino de la construcción de una verdadera paz que nos
dé la posibilidad de una vida digna con justicia social.
Lo anterior es un
pequeño abrebocas a lo que sucede en la patria colombiana que atraviesa momentos
difíciles debido a la perfidia de una oligarquía traicionera y pro imperial que
ha roto e incumplido los acuerdos de paz firmados en la Habana en el año 2016,
los cuales el gobierno del señor Duque pisotea e incumple desde todo punto de
vista en una burla sin tapujos a la comunidad internacional, a los países
garantes y al pueblo colombiano.
La continua masacre de
líderes y lideresas sociales, así como ex combatientes de las FARC-EP, hoy
convertida una parte en el partido FARC (Fuerza Alternativa Revolucionaria del
Común) encabezada por Timoleón Jiménez, conocido como comandante Timochenko,
quienes se ratifican en su decisión de continuar en el camino de la renuncia a
las armas y desde las curules que detentan en el senado (5) y la cámara de
representantes (5) de las cuales hay que descontar la curul del comandante Iván
Márquez (senado) y de Jesús Santrich (cámara), camino que ya le ha costado la
vida a 150 ex combatientes de la antigua FARC-EP, decidiendo así continuar
desde la legalidad su lucha por la paz.
Por otro lado el 29 de
Agosto el comandante Iván Márquez, acompañado de Jesús Santrich, y otros comandantes
se declaran en rebeldía y deciden retornar a la montaña rearmándose como como
FARC-EP, argumentando según lo leído por Márquez: que se “inicia una nueva
etapa para el despertar de las conciencias”. Es el preludio de la “segunda
Marquetalia bajo el amparo del derecho universal que asiste a todos los pueblos
del mundo a levantarse en armas contra la opresión”. Quien reivindica el
derecho a revelarse ante los incumplimientos del estado colombiano frente a los
acuerdos de la Habana, declara y decide retomar las armas para iniciar una
nueva batalla, “una segunda Marquetalia”, la cual se caracterizará por ser una
guerrilla que no tiene como objetivo fundamental la lucha armada para atacar
los objetivos militares, si no propiciar un nuevo diálogo pero con las armas en
la mano, diálogo que debe conducir a una paz real y que se cumpla realmente. Se
la juegan con los de abajo según sus palabras, le anuncian al mundo que
continúan en su lucha por el cambio y la revolución en Colombia retomando los
ideales de Simón Bolívar y su fundador e ideólogo Manuel Marulanda Vélez.
Ante este nuevo
escenario político, hay una posibilidad de que se fortalezca la presencia armada
insurgente en Colombia, ya que el gobierno del señor Duque suspendió los
diálogos con la segunda mayor guerrilla el Ejército de Liberación Nacional
(ELN), al igual que las Farc-EP no han sido derrotados militarmente, al
contrario llevaron al estado Colombiano a la mesa de negociación, pero en ambos
casos, el gobierno colombiano ha incumplido.
Difícil el panorama
político colombiano mientras exista un estado que lo fundamental para él es la
imposición de las políticas generadas en el Pentágono. Pensamos que el camino
es la paz, pero no con el asesinato y las masacres estatales en contra del
movimiento popular, la guerra conviene es las que la generan y obtienen pingües
ganancias del tráfico de armas, el narcotráfico y las economías ilegales, las
cuales el estado colombiano apadrina y patrocina, no es poca cosa que los
cultivos ilícitos de hoja de coca crezcan de manera desmesurada y Colombia sea
el productor de más del 80% de la cocaína a nivel mundial.
En Colombia, mientras
no se desmonte el paramilitarismo y las estructuras de bandas criminales,
difícilmente podremos ver un país en paz. La comunidad internacional debe
interceder ante el estado colombiano a que cumpla con lo pactado y pare la
barbarie a la que tiene sometido al pueblo colombiano. Quedó demostrado con el
desarme de las FARC-EP que el problema de Colombia no es la guerrilla sino las
inmensas desigualdades sociales existentes en el país, situación que el
gobierno no aborda y resuelve, cada día más y más se profundiza la brecha
social.
El rearme de las
FARC-EP es la consecuencia de las políticas aplicadas por un estado genocida y
una oligarquía traidora, que no cumple con lo acordado en La Habana sino que
aplica la política del exterminio del pueblo colombiano y sus dirigentes
sociales y comunitarios. Desafortunadamente esperan a la hermana república días
de más sangre derramada por su heroico y valiente pueblo, parece ser que
Colombia está bajo el embrujo de la guerra, hay que exorcizarla y continuar en
la construcción de una verdadera paz con justicia social.
Escuchemos, señores
gobernantes de Colombia, los tambores de la paz, no los de la guerra.
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