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sábado, 21 de septiembre de 2019

La paz de Venezuela, la paz de nuestra América

La conflagración que puede estallar en Venezuela por la voracidad imperialista, irradiará sus consecuencias negativas por toda la región y desatará fuerzas que sólo pueden conducirnos a una regresión en las conquistas políticas y sociales alcanzadas, con no pocas dificultades, en este siglo XXI.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

En la misma semana en que trascendieron a la opinión pública las fotografías del diputado venezolano Juan Guiadó –autoproclamado presidente de un gobierno que no existe- en compañía de reconocidos narcoparamilitares colombianos, Estados Unidos dictó el ejecútese a la activación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) contra Venezuela: mediante un comunicado, el Departamento de Estado informó que espera reunirse en los próximos días “con socios regionales para discutir las opciones económicas y políticas multilaterales que podemos emplear para la amenaza a la seguridad de la región que representa (Nicolás) Maduro”.

Este anuncio llegó como respuesta a los acuerdos políticos parciales alcanzados entre el gobierno constitucional y representantes de tres partidos de la oposición venezolana (Soluciones para Venezuela, Cambiemos y Avanzada Progresista, que no comparten la estrategia desestabilizadora e injerencista que promueven Guaidó y otros dirigentes de la derecha más radical), en torno a seis puntos básicos:  1) incorporación de las fracciones del Partido Socialista Unido de Venezuela y aliados a la Asamblea Nacional, 2) una nueva conformación del Consejo Nacional Electoral con revisión de las garantías electorales, 3) exhortación al sistema de justicia para otorgar, con el concurso de la Comisión de la Verdad, medidas alternativas u otros beneficios para algunos ciudadanos detenidos, 4) una posición de consenso sobre la región del Esequibo en el diferendo con Guyana (antigua colonia británica), 5) rechazo a las sanciones y medidas coercitivas contra Venezuela y exigencia de su levantamiento inmediato, y 6) promoción de un programa de intercambio de petróleo por alimentos y medicamentos.

Esta agenda mínima, seguramente perfectible desde la perspectiva de cada una de las partes, permitirá avanzar en las negociaciones en los próximas días en la Mesa Nacional de Diálogo, contribuyendo así a crear las condiciones para la búsqueda civilizada, responsable y coherente de una solución a la crisis a la que ha sido arrinconada Venezuela. Sin embargo, como declaró el canciller Jorge Arreaza, “para la administración Trump, la paz y el entendimiento son malas noticias”. Con la activación del TIAR, Washington declara también que no dejará de boicotear todos los esfuerzos que realizan los distintos actores políticos de la sociedad venezolana, mientras allana los caminos de la guerra. De su guerra imperialista.

En este sentido, y como bien lo explica el politólogo argentino Atilio Borón, debemos recordar que “no son las personas (Trump, Bolton, Pompeo) ni los partidos quienes hacen la política de Estados Unidos, ni en lo doméstico ni en el ámbito internacional. El poder de decisión fundamental reposa en las manos del complejo militar-industrial-financiero o, como algunos lo denominan, el Estado profundo”. Con John Bolton, el nefasto exasesor de Seguridad Nacional de Trump e ideólogo de la guerra total, o sin él, los planes para acabar con la Revolución Bolivariana y apropiarse del petróleo y las riquezas venezolanas siguen adelante, aún y cuando ello implique poner en riegos cientos –o acaso miles- de vidas, por la más que inminente intervención militar que se fragua desde la Casa Blanca, en vergonzosa conspiración con un manojo de gobiernos latinoamericanos incapaces de actuar con dignidad ante al desafío de este momento histórico.

Una vez más, insistimos: frente a la amenaza que se urde en las entrañas del monstruo, el diálogo y la negociación son las únicas alternativas realmente democráticas que pueden garantizar la integridad, la soberanía y el respeto a la autodeterminación de los pueblos. La conflagración que puede estallar en Venezuela por la voracidad imperialista, irradiará sus consecuencias negativas por toda la región y desatará fuerzas que sólo pueden conducirnos a una regresión en las conquistas políticas y sociales alcanzadas, con no pocas dificultades, en este siglo XXI. No es poco lo que se decide en esta coyuntura: la paz en la patria de Bolívar será también la paz en nuestra América.

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