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sábado, 5 de octubre de 2019

Lenín Moreno y los límites de los regímenes de la restauración neoliberal

Lenín Moreno se está enfrentando a las protestas sociales más importantes en lo que va de su gestión. Es la oposición popular a las medidas recetadas por el Fondo Monetario Internacional que sigue haciendo de las suyas a pesar del continuo y estrepitoso fracaso en los países en los que mete las manos.

Rafael Cuevas Molina/Presidente UNA-Costa Rica

El asocio de Moreno con el FMI es totalmente compatible con el rumbo emprendido en América Latina por lo que podríamos caracterizar con el viraje neoliberal ocurrido luego de la muerte de Hugo Chávez.  El caso emblemático e inaugural en este sentido es la Argentina, en donde el gobierno de Mauricio Macri llevó al país al despeñadero en tiempo record emulando el desastre menemista de los años 90.

Lenín Moreno inició el nuevo rumbo apenas asumido el poder al demarcarse agresivamente de su predecesor  Rafael Correa, dedicándose a perseguirlo nacional e internacionalmente y a tratar de deslegitimar su labor de la cual, dicho sea de paso, él mismo formó parte como segundo a bordo. Empeñado en destruir todo lo que lo recordara no dudó de llevarse en banda a Julian Assange, de quien precisamente en estos días se han denunciado las condiciones infrahumanas en las que lo mantienen en el Reino Unido.

Al igual que su homólogo argentino, Moreno se enfrenta ahora a quienes les prometió un cambio encaramado en un decadente discurso de tono new age, que resulta en un menjurje en el que se mezcla una interpretación light de la teoría cuántica con elucubraciones de teóricos posmodernos autores de bestsellers como Fritjof Capra.

El tipo de regímenes como el que impulsa Moreno en el Ecuador se llenan la boca denostando a quienes los precedieron acusándolos de autoritarios, pero cuando se encuentran en aprietos, como él ahora, no dudan en aplicar las más duras medidas coercitivas de limitación de las libertades públicas, como el estado de excepción que ha decretado, temerosos  que los acontecimientos escalen hasta escapársele de las manos.

Con la crisis desatada en el Ecuador, un miembro más del autodenominado Grupo de Lima entra en crisis. Mientras Macri se lanza desesperadamente a tratar de revertir la avalancha electoral que seguramente lo dejará fuera del gobierno próximamente, en el Perú la clase política se agarra de los pelos sin lograr enrumbar un país que lleva años dando tumbos sin encontrar un rumbo que lo haga superar los terribles estragos de una sociedad económicamente polarizada y culturalmente enfrentada.

Estamos, por lo tanto, presenciando el resquebrajamiento de estos regímenes que no dudaron en utilizar las más sucias tácticas en contra de quienes miran como sus más acérrimos enemigos políticos, entre otras razones por haber impulsado medidas progresistas en favor de las clases sociales menos favorecidas y grupos sociales tradicionalmente marginados.

Todos están en apuros, desde la cabeza más visible de esta tendencia, el presidente de los Estados Unidos Donald Trump, pasando por Jair Bolsonaro en Brasil, cuyas torpezas no cesan de restarle credibilidad, hasta el señor Lenin Moreno en Ecuador. Su derrape definitivo seguramente no llegará con la celeridad que requiere el nivel de deterioro al que han llevado a sus pueblos, pero es evidente que el proceso ya se ha iniciado y anuncia borrascas en el horizonte.

En ese derrape, esa institución a la que sus mismos funcionarios critican, el FMI, volverá a ser protagonista. Ahí está Moreno, batiéndose contra su propio pueblo con tal de aplicar la receta que le han endilgado.  A la larga, con la amplia experiencia que al respecto tenemos en América Latina, ya sabemos que esta lo llevará a él a la debacle, y que los ecuatorianos tendrán que soportar por varios años las consecuencias de la crisis que dejará tras su paso.

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