Lenín Moreno se está enfrentando a
las protestas sociales más importantes en lo que va de su gestión. Es la
oposición popular a las medidas recetadas por el Fondo Monetario Internacional
que sigue haciendo de las suyas a pesar del continuo y estrepitoso fracaso en
los países en los que mete las manos.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente UNA-Costa Rica
El asocio de Moreno con el FMI es totalmente
compatible con el rumbo emprendido en América Latina por lo que podríamos
caracterizar con el viraje neoliberal ocurrido luego de la muerte de Hugo
Chávez. El caso emblemático e inaugural
en este sentido es la Argentina, en donde el gobierno de Mauricio Macri llevó
al país al despeñadero en tiempo record emulando el desastre menemista de los
años 90.
Lenín Moreno inició el nuevo rumbo
apenas asumido el poder al demarcarse agresivamente de su predecesor Rafael Correa, dedicándose a perseguirlo
nacional e internacionalmente y a tratar de deslegitimar su labor de la cual, dicho
sea de paso, él mismo formó parte como segundo a bordo. Empeñado en destruir
todo lo que lo recordara no dudó de llevarse en banda a Julian Assange, de
quien precisamente en estos días se han denunciado las condiciones infrahumanas
en las que lo mantienen en el Reino Unido.
Al igual que su homólogo argentino,
Moreno se enfrenta ahora a quienes les prometió un cambio encaramado en un
decadente discurso de tono new age, que resulta en un menjurje en el que se
mezcla una interpretación light de la
teoría cuántica con elucubraciones de teóricos posmodernos autores de bestsellers como Fritjof Capra.
El tipo de regímenes como el que impulsa
Moreno en el Ecuador se llenan la boca denostando a quienes los precedieron
acusándolos de autoritarios, pero cuando se encuentran en aprietos, como él
ahora, no dudan en aplicar las más duras medidas coercitivas de limitación de
las libertades públicas, como el estado de excepción que ha decretado,
temerosos que los acontecimientos
escalen hasta escapársele de las manos.
Con la crisis desatada en el Ecuador, un
miembro más del autodenominado Grupo de Lima entra en crisis. Mientras Macri se
lanza desesperadamente a tratar de revertir la avalancha electoral que
seguramente lo dejará fuera del gobierno próximamente, en el Perú la clase
política se agarra de los pelos sin lograr enrumbar un país que lleva años
dando tumbos sin encontrar un rumbo que lo haga superar los terribles estragos
de una sociedad económicamente polarizada y culturalmente enfrentada.
Estamos, por lo tanto, presenciando el
resquebrajamiento de estos regímenes que no dudaron en utilizar las más sucias
tácticas en contra de quienes miran como sus más acérrimos enemigos políticos,
entre otras razones por haber impulsado medidas progresistas en favor de las
clases sociales menos favorecidas y grupos sociales tradicionalmente
marginados.
Todos están en apuros, desde la cabeza
más visible de esta tendencia, el presidente de los Estados Unidos Donald
Trump, pasando por Jair Bolsonaro en Brasil, cuyas torpezas no cesan de
restarle credibilidad, hasta el señor Lenin Moreno en Ecuador. Su derrape
definitivo seguramente no llegará con la celeridad que requiere el nivel de
deterioro al que han llevado a sus pueblos, pero es evidente que el proceso ya
se ha iniciado y anuncia borrascas en el horizonte.
En ese derrape, esa institución a la que
sus mismos funcionarios critican, el FMI, volverá a ser protagonista. Ahí está
Moreno, batiéndose contra su propio pueblo con tal de aplicar la receta que le
han endilgado. A la larga, con la amplia
experiencia que al respecto tenemos en América Latina, ya sabemos que esta lo
llevará a él a la debacle, y que los ecuatorianos tendrán que soportar por
varios años las consecuencias de la crisis que dejará tras su paso.
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