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sábado, 23 de noviembre de 2019

Argentina: Transitando la transición

En esta atmósfera enrarecida y violenta, transitar la transición, no sólo conlleva manejar la esperanza de millones de argentinos intentando poner en marcha un país paralizado, sino sostener en alto la bandera del progresismo ante quienes están luchando en estos momentos, intentando tender una mano a quienes más lo necesitan en estos días aciagos.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

Faltando dos semanas para el cambio de gobierno, el tránsito de la transición entre Mauricio Macri y Alberto Fernández a medida que avanza el diálogo entre los distintos equipos técnicos encargados de llevarla a cabo, pone de manifiesto la magnitud del daño ocasionado a la sociedad argentina, si sólo nos centráramos en los crudos datos económicos: una deuda externa del 95% del PBI, cuyos compromisos de pago más urgentes ya están siendo renegociados por el gobierno entrante con la actual titular del FMI, el 40% de las personas bajo la línea de pobreza, una caída de la actividad industrial en todos los sectores como la que refleja la contracción del PBI y una inflación que superará el 60%. Datos que colocan a esta nefasta gestión como la peor de la historia argentina.

Sin embargo, desde la torcida mirada de sus principales representantes, el 40% de los votos obtenidos, los envalentona para continuar en carrera y adjudicarse cualquier logro futuro. Maraña de mentiras elaboradas por el Jefe de Gabinete, Marcos Peña en su informe de gestión que ha sido desmantelada y desmenuzada punto por punto por los equipos de trabajo de Alberto Fernández, pero que esgrime como estandarte de lucha, como bandera de la principal fuerza opositora a partir del 10 de diciembre.

Sin embargo, por difícil que sea el ingreso a la realidad posmacrista, en nada se compara con la situación que padecen Chile y Bolivia, donde la represión ejercida por las fuerzas armadas y de seguridad ha vuelto a recordar las peores épocas de las dictaduras setentistas. Hacen caso omiso a los pedidos de las organizaciones de Derechos Humanos, como a los gobiernos de otros países. Estos últimos días ha recrudecido la violencia, aumentado la cantidad de muertos y las persecuciones en las calles son desproporcionadas, con una crueldad infame.

Basta mirar los noticieros chilenos para advertir el grado vergonzante al que llegó la clase política que, “la agenda social”, tal como denominan a la masiva reacción del pueblo chileno que despertó luego de épocas de sometimiento, algo así como la cuestión social que irrumpe en Europa en el siglo XIX y se extiende como un reguero de pólvora al resto del planeta. Situación que, como menciona la tv (toda oficialista), recién ahora los parlamentarios tratan una baja del 50% de sus dietas y, puede que abarque a otros beneficios. Todo esto sin inmutarse, como si fuera un privilegio de casta que, es lo que ha venido sucediendo hasta el momento. Además y como si fuera un correlato, también están planteando los aumentos de las jubilaciones para el año próximo, conforme lo indica el proyecto de presupuesto en gestión.

Siguiendo la rutina informativa, las AFP también por las protestas, han visto disminuir sus ingresos por la retracción de los mercados por la situación social imperante que, también perjudica a los propios asociados.

Es decir, por donde se lo mire, los chilenos están siendo fregados. Al punto y esto también es notable, que frente al posible plebiscito para la reforma de la Constitución en abril de 2020, han salido masivamente a comprar un ejemplar de la Constitución vigente, es decir la de neto corte pinochetista de la cual ignoraban todo, porque jamás han tenido Instrucción Cívica ni Formación Ciudadana, cátedra que ahora están impulsando rápidamente los municipios como si formar ciudadanos dentro de una dictadura, fuera formatear el cerebro para que en meses se logre el milagro que demoró medio siglo.

Seguramente, las inmensas mayorías ignoren que la Constitución es un contrato social, tal como lo expresó en su célebre obra el ginebrino Rousseau.

Seguramente, los que no ignoren eso sean justamente esa caterva de privilegiados que ha ejercido la representación pública para total beneficio de los poderosos y de ellos mismos, a espalda de esa inmensa muchedumbre ausente, invisible, muda durante tanto tiempo. De esa manera ellos han disfrutado de las instituciones democráticas, vaciadas del contenido que les dio origen.

En total consonancia, las FFAA siguieron imperturbables como en las mejores épocas dictatoriales, con idéntico desprecio por las mayorías y combatiendo al enemigo interno. El moderno equipamiento, el asesoramiento de las agencias estadounidenses, el beneplácito de ese empresariado voraz y toda la prensa a su favor.

En Bolivia los muertos llegan a 30 e infinidad de heridos y, lamentablemente, las cosas irán empeorando dado que las Fuerzas Armadas han sacado las tanquetas a la calle y la emprenden furiosamente contra los campesinos, sobre todo con las collas.

Evo Morales y Álvaro García Linera, desde México, dentro de la precariedad de la situación que viven, intentan llevar alivio a sus connacionales dispuestos a dar la vida por ellos, mientras la autoproclamada mandataria sin mandato, exhorta a la paz, implora a dios, en tanto la sangre del pueblo sigue regando las calles.

En sus arrebatos llama por decreto a elecciones, luego advierte que la Constitución indica que debe ser la Asamblea, manda a sus ministros a ¿dialogar? mientras el fanatismo religioso de sectores aliados a Camacho, hace estragos.

Este nuevo fundamentalismo que ha recalado en América Latina, que ha ido asimilando gobiernos, cooptando dirigentes e incorporando a las masas que se pliegan dóciles, dispuestas a aniquilar al enemigo en nombre de dios, enemigo que, en el caso de Bolivia, representa a esa mayoría étnica de los pueblos originarios que hunden sus raíces milenarias, decenas de siglos antes de la llegada de los españoles y su proceso ¿civilizatorio?

No superada la emancipación en dos siglos, apenas ha vivido un leve respiro de gobiernos progresistas, cuando este nuevo embate de las derechas carniceras emerge intempestivamente, respondiendo a una recolonización perversa, cuyo único interés son los cuantiosos recursos naturales de la región.

Azuzar a las oligarquías nativas, entrenar y equipar ejércitos y fuerzas de seguridad, dentro de una realidad cotidiana construida por los medios masivos al servicio de los mismos intereses, es un simple trámite que ridiculiza el marco jurídico y democrático de nuestros países.

De allí la necesidad de aferrarse con uñas y dientes a los escasos escalones que aparecen algo sólido dentro de esta estrepitosa debacle en que vamos cayendo. Donde cada día aparece un nuevo foco de conflictos armados desde arriba, llámese la traición de Lenín Moreno en Ecuador o ahora, el paquetazo de medidas de Iván Duque en Colombia, que levanta manifestaciones en Bogotá con la seguidilla de represión, estado de sitio y más castigo a pueblos castigados, cuya desgracia es protestar por las migas de una torta que otros ya se repartieron. Y que, como en un juego de tablero, van ocupando semana a semana a cada uno de los países sudamericanos.

En esa atmósfera enrarecida y violenta, transitar la transición, no sólo conlleva manejar la esperanza de millones de argentinos intentando poner en marcha un país paralizado, sino sostener en alto la bandera del progresismo ante quienes están luchando en estos momentos, intentando tender una mano a quienes más lo necesitan en estos días aciagos.

Imposible entonces hacer un listado de asistentes a la asunción del gobierno del Frente de Todos, como es el caso de Evo y García Linera, quien manifestó su agradecimiento al presidente electo por sus gestiones y protección de sus vidas a la salida de su país para llegar a México e incluso por su ofrecimiento de asilo posterior en Argentina, dado que su día a día está dedicado a impedir más muertes en suelo patrio.    

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