En esta atmósfera
enrarecida y violenta, transitar la transición, no sólo conlleva manejar la
esperanza de millones de argentinos intentando poner en marcha un país
paralizado, sino sostener en alto la bandera del progresismo ante quienes están
luchando en estos momentos, intentando tender una mano a quienes más lo
necesitan en estos días aciagos.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina
Faltando dos semanas
para el cambio de gobierno, el tránsito de la transición entre Mauricio Macri y
Alberto Fernández a medida que avanza el diálogo entre los distintos equipos
técnicos encargados de llevarla a cabo, pone de manifiesto la magnitud del daño
ocasionado a la sociedad argentina, si sólo nos centráramos en los crudos datos
económicos: una deuda externa del 95% del PBI, cuyos compromisos de pago más
urgentes ya están siendo renegociados por el gobierno entrante con la actual
titular del FMI, el 40% de las personas bajo la línea de pobreza, una caída de
la actividad industrial en todos los sectores como la que refleja la
contracción del PBI y una inflación que superará el 60%. Datos que colocan a
esta nefasta gestión como la peor de la historia argentina.
Sin embargo, desde la
torcida mirada de sus principales representantes, el 40% de los votos
obtenidos, los envalentona para continuar en carrera y adjudicarse cualquier
logro futuro. Maraña de mentiras elaboradas por el Jefe de Gabinete, Marcos
Peña en su informe de gestión que ha sido desmantelada y desmenuzada punto por
punto por los equipos de trabajo de Alberto Fernández, pero que esgrime como
estandarte de lucha, como bandera de la principal fuerza opositora a partir del
10 de diciembre.
Sin embargo, por
difícil que sea el ingreso a la realidad posmacrista, en nada se compara con la
situación que padecen Chile y Bolivia, donde la represión ejercida por las
fuerzas armadas y de seguridad ha vuelto a recordar las peores épocas de las
dictaduras setentistas. Hacen caso omiso a los pedidos de las organizaciones de
Derechos Humanos, como a los gobiernos de otros países. Estos últimos días ha
recrudecido la violencia, aumentado la cantidad de muertos y las persecuciones
en las calles son desproporcionadas, con una crueldad infame.
Basta mirar los
noticieros chilenos para advertir el grado vergonzante al que llegó la clase
política que, “la agenda social”, tal como denominan a la masiva reacción del
pueblo chileno que despertó luego de épocas de sometimiento, algo así como la
cuestión social que irrumpe en Europa en el siglo XIX y se extiende como un
reguero de pólvora al resto del planeta. Situación que, como menciona la tv (toda
oficialista), recién ahora los parlamentarios tratan una baja del 50% de sus
dietas y, puede que abarque a otros beneficios. Todo esto sin inmutarse, como
si fuera un privilegio de casta que, es lo que ha venido sucediendo hasta el
momento. Además y como si fuera un correlato, también están planteando los
aumentos de las jubilaciones para el año próximo, conforme lo indica el proyecto
de presupuesto en gestión.
Siguiendo la rutina
informativa, las AFP también por las protestas, han visto disminuir sus ingresos
por la retracción de los mercados por la situación social imperante que,
también perjudica a los propios asociados.
Es decir, por donde se
lo mire, los chilenos están siendo fregados. Al punto y esto también es
notable, que frente al posible plebiscito para la reforma de la Constitución en
abril de 2020, han salido masivamente a comprar un ejemplar de la Constitución
vigente, es decir la de neto corte pinochetista de la cual ignoraban todo,
porque jamás han tenido Instrucción Cívica ni Formación Ciudadana, cátedra que
ahora están impulsando rápidamente los municipios como si formar ciudadanos
dentro de una dictadura, fuera formatear el cerebro para que en meses se logre
el milagro que demoró medio siglo.
Seguramente, las
inmensas mayorías ignoren que la Constitución es un contrato social, tal como
lo expresó en su célebre obra el ginebrino Rousseau.
Seguramente, los que no
ignoren eso sean justamente esa caterva de privilegiados que ha ejercido la
representación pública para total beneficio de los poderosos y de ellos mismos,
a espalda de esa inmensa muchedumbre ausente, invisible, muda durante tanto
tiempo. De esa manera ellos han disfrutado de las instituciones democráticas,
vaciadas del contenido que les dio origen.
En total consonancia,
las FFAA siguieron imperturbables como en las mejores épocas dictatoriales, con
idéntico desprecio por las mayorías y combatiendo al enemigo interno. El
moderno equipamiento, el asesoramiento de las agencias estadounidenses, el
beneplácito de ese empresariado voraz y toda la prensa a su favor.
En Bolivia los muertos
llegan a 30 e infinidad de heridos y, lamentablemente, las cosas irán empeorando
dado que las Fuerzas Armadas han sacado las tanquetas a la calle y la emprenden
furiosamente contra los campesinos, sobre todo con las collas.
Evo Morales y Álvaro
García Linera, desde México, dentro de la precariedad de la situación que viven,
intentan llevar alivio a sus connacionales dispuestos a dar la vida por ellos,
mientras la autoproclamada mandataria sin mandato, exhorta a la paz, implora a
dios, en tanto la sangre del pueblo sigue regando las calles.
En sus arrebatos llama
por decreto a elecciones, luego advierte que la Constitución indica que debe
ser la Asamblea, manda a sus ministros a ¿dialogar? mientras el fanatismo
religioso de sectores aliados a Camacho, hace estragos.
Este nuevo
fundamentalismo que ha recalado en América Latina, que ha ido asimilando
gobiernos, cooptando dirigentes e incorporando a las masas que se pliegan
dóciles, dispuestas a aniquilar al enemigo en nombre de dios, enemigo que, en
el caso de Bolivia, representa a esa mayoría étnica de los pueblos originarios
que hunden sus raíces milenarias, decenas de siglos antes de la llegada de los
españoles y su proceso ¿civilizatorio?
No superada la
emancipación en dos siglos, apenas ha vivido un leve respiro de gobiernos
progresistas, cuando este nuevo embate de las derechas carniceras emerge
intempestivamente, respondiendo a una recolonización perversa, cuyo único
interés son los cuantiosos recursos naturales de la región.
Azuzar a las
oligarquías nativas, entrenar y equipar ejércitos y fuerzas de seguridad,
dentro de una realidad cotidiana construida por los medios masivos al servicio
de los mismos intereses, es un simple trámite que ridiculiza el marco jurídico
y democrático de nuestros países.
De allí la necesidad de
aferrarse con uñas y dientes a los escasos escalones que aparecen algo sólido
dentro de esta estrepitosa debacle en que vamos cayendo. Donde cada día aparece
un nuevo foco de conflictos armados desde arriba, llámese la traición de Lenín
Moreno en Ecuador o ahora, el paquetazo de medidas de Iván Duque en Colombia,
que levanta manifestaciones en Bogotá con la seguidilla de represión, estado de
sitio y más castigo a pueblos castigados, cuya desgracia es protestar por las
migas de una torta que otros ya se repartieron. Y que, como en un juego de
tablero, van ocupando semana a semana a cada uno de los países sudamericanos.
En esa atmósfera
enrarecida y violenta, transitar la transición, no sólo conlleva manejar la
esperanza de millones de argentinos intentando poner en marcha un país
paralizado, sino sostener en alto la bandera del progresismo ante quienes están
luchando en estos momentos, intentando tender una mano a quienes más lo
necesitan en estos días aciagos.
Imposible entonces
hacer un listado de asistentes a la asunción del gobierno del Frente de Todos,
como es el caso de Evo y García Linera, quien manifestó su agradecimiento al
presidente electo por sus gestiones y protección de sus vidas a la salida de su
país para llegar a México e incluso por su ofrecimiento de asilo posterior en
Argentina, dado que su día a día está dedicado a impedir más muertes en suelo
patrio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario