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viernes, 6 de diciembre de 2019

Las fake news, la sociedad y la educación superior

En el mundo actual, aunque muchos crean que resulta sencillo identificar y separar las noticias falsas de las noticias verdaderas, esa misión es harto difícil. En general se carece del tiempo, de la educación, de las herramientas, de la información y de la consciencia crítica necesaria para ello.

Pedro Rivera Ramos / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

No hay duda alguna que vivimos en un mundo donde la digitalización creciente de las actividades y procesos, viene influyendo y transformando de manera significativa casi todos los ámbitos de la vida humana. En ese contexto ha surgido lo que se ha denominado “Fake News” o noticias falsas, un fenómeno que no es totalmente novedoso entre los seres humanos, ya que la construcción de noticias sobre hechos falsos, formuladas de manera intencional como si fueran verdaderas, son tan viejas como las mentiras mismas; solo que ahora las “Fake News”, apoyándose principalmente para su difusión en las redes sociales, viajan a una velocidad impresionante y pueden en un tiempo sumamente reducido, llegar a cientos de millones de personas.

De modo que las “Fake News” pasan a describir historias o noticias que se escriben y transmiten como auténticas o veraces, propagándose extensamente por las redes sociales y otros medios de comunicación y se caracterizan por ser atractivas para las gentes, de fácil comprensión, llamativas o sensacionalistas  y cuyos fines descansan en una manipulación de la opinión pública, donde priman dos intereses principales: ganar dinero mediante su tráfico digital o producir cambios de opinión sobre diversos temas, principalmente políticos.

Ya la internet y ahora sobre todo las “Fake News”, vienen impactando directamente sobre el ejercicio mismo del periodismo y sobre los medios de comunicación tradicionales. Hoy el contenido informativo que se difunde en el mundo, es disputado con bastante éxito desde cuentas ubicadas en Twitter, Facebook, Whatsapp y otras redes sociales, donde lo que importa esencialmente no es la veracidad de lo que se difunde, sino el tráfico que se genera y que, al final, produce dinero. Esto mismo viene afectando a muchos periodistas en cuanto a la calidad y veracidad de sus relatos, ya que la necesidad de la inmediatez de la información, no les permite materialmente tener el tiempo necesario para verificar las fuentes y poder contrastar las noticias o los hechos. Esta situación tan peligrosa se convierte en una entrada perfecta para la difusión de las noticias falsas y lo que es peor, va provocando que se incremente la desconfianza de una parte significativa de la sociedad, hacia la credibilidad de los medios de comunicación y las noticias en general, sean estas últimas ciertas o falsas.

En el mundo actual, aunque muchos crean que resulta sencillo identificar y separar las noticias falsas de las noticias verdaderas, esa misión es harto difícil. En general se carece del tiempo, de la educación, de las herramientas, de la información y de la consciencia crítica necesaria para ello. En un estudio realizado en España sobre las “Fake News”, se descubrió que el 86% de los encuestados no podían diferenciar entre una noticia real y una inventada; mientras que en otro solo un 14% pudo hacerlo, de un total de 60% que aseguraban que sí podían distinguirlas. A esto se suma el hecho que algunos estudiosos del fenómeno de las “Fake News”, consideran que para el 2022, el 50% de las noticias que se difundirán en el mundo, serán falsas.

El engaño masivo que se esconde detrás de las “Fake News”, está teniendo una popularidad y protagonismo mucho mayor que las noticias reales, porque entre otras cosas, amplios sectores de la población, suelen concederle veracidad a las informaciones que les dan la razón, se apegan a sus opiniones, gustos y creencias y no los hacen cuestionarse de ningún modo, de lo que leen. Prefieren considerar solo como noticias falsas, todas aquellas que no corresponden a sus opiniones o escala de valores. Por eso lo prudente y aconsejable siempre debería ser, tratar sin impulsividad y con mucha reserva, las noticias que nos vienen desde las redes sociales y otros canales digitales; leerlas con paciencia y tiempo, sin precipitarnos en lo más mínimo en compartir esos contenidos con otras personas.

En concreto, la sociedad actual está siendo conducida por las “Fake News”, hacia un estado donde se resalta con intensidad, todo lo que de forma incontrolada y sin contrastación alguna, se hace viral; a inclinar sus preferencias y darle mucha credibilidad, a todas aquellas noticias y medios de comunicación que solo confirman sus ideas y opiniones y donde todas las demás que no lo hacen, se consideran falsas.

Las “Fake News” también vienen afectando seriamente a la educación superior. Y lo hacen convirtiéndose en un gran problema para los estudiantes, los docentes y las propias instituciones universitarias, por la celeridad y amplitud que viene adquiriendo la difusión de noticias falsas. Las universidades deben revisar sus planes de estudios para formar profesionales, que estén en capacidad de analizar profundamente el fenómeno de las “Fake News” y producir las herramientas que sirvan para identificar claramente los hechos reales, como forma de lograr de manera paulatina, hacer que las noticias falsas pierdan su atractivo e influencia.

Las universidades deben fortalecer la misión y objetivos de la investigación académica, como fórmula de contrarrestar las “Fake News” y propender a que todas las personas, no solo las que forman las comunidades universitarias, aprendan correctamente a procesar y compartir la información que reciben. Es decir, que la meta de las universidades debe ir dirigida a formar ciudadanos críticos, reflexivos, de sano escepticismo, para defenderse del intenso flujo de las noticias falsas.

Ciertamente resulta bastante difícil distinguir entre una noticia falsa y otra verdadera. Pero queda claro que muchas cosas se pueden hacer para disminuir su impacto y sus consecuencias.  Además de las ya mencionadas más arriba, se pueden incorporar software de seguridad en los dispositivos que se usen, promover programas de alfabetización digital o educación informática, entre otras medidas.

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