En el mundo actual,
aunque muchos crean que resulta sencillo identificar y separar las noticias
falsas de las noticias verdaderas, esa misión es harto difícil. En general se
carece del tiempo, de la educación, de las herramientas, de la información y de
la consciencia crítica necesaria para ello.
Pedro Rivera Ramos / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
No
hay duda alguna que vivimos en un mundo donde la digitalización creciente de
las actividades y procesos, viene influyendo y transformando de manera
significativa casi todos los ámbitos de la vida humana. En ese contexto ha
surgido lo que se ha denominado “Fake News” o noticias falsas, un fenómeno que
no es totalmente novedoso entre los seres humanos, ya que la construcción de
noticias sobre hechos falsos, formuladas de manera intencional como si fueran
verdaderas, son tan viejas como las mentiras mismas; solo que ahora las “Fake
News”, apoyándose principalmente para su difusión en las redes sociales, viajan
a una velocidad impresionante y pueden en un tiempo sumamente reducido, llegar
a cientos de millones de personas.
De
modo que las “Fake News” pasan a describir historias o noticias que se escriben
y transmiten como auténticas o veraces, propagándose extensamente por las redes
sociales y otros medios de comunicación y se caracterizan por ser atractivas
para las gentes, de fácil comprensión, llamativas o sensacionalistas y cuyos fines descansan en una manipulación
de la opinión pública, donde priman dos intereses principales: ganar dinero
mediante su tráfico digital o producir cambios de opinión sobre diversos temas,
principalmente políticos.
Ya
la internet y ahora sobre todo las “Fake News”, vienen impactando directamente
sobre el ejercicio mismo del periodismo y sobre los medios de comunicación
tradicionales. Hoy el contenido informativo que se difunde en el mundo, es
disputado con bastante éxito desde cuentas ubicadas en Twitter, Facebook, Whatsapp
y otras redes sociales, donde lo que importa esencialmente no es la veracidad
de lo que se difunde, sino el tráfico que se genera y que, al final, produce
dinero. Esto mismo viene afectando a muchos periodistas en cuanto a la calidad
y veracidad de sus relatos, ya que la necesidad de la inmediatez de la
información, no les permite materialmente tener el tiempo necesario para
verificar las fuentes y poder contrastar las noticias o los hechos. Esta
situación tan peligrosa se convierte en una entrada perfecta para la difusión
de las noticias falsas y lo que es peor, va provocando que se incremente la
desconfianza de una parte significativa de la sociedad, hacia la credibilidad
de los medios de comunicación y las noticias en general, sean estas últimas ciertas
o falsas.
En el mundo actual,
aunque muchos crean que resulta sencillo identificar y separar las noticias
falsas de las noticias verdaderas, esa misión es harto difícil. En general se
carece del tiempo, de la educación, de las herramientas, de la información y de
la consciencia crítica necesaria para ello. En un estudio realizado en España
sobre las “Fake News”, se descubrió que el 86% de los encuestados no podían
diferenciar entre una noticia real y una inventada; mientras que en otro solo
un 14% pudo hacerlo, de un total de 60% que aseguraban que sí podían
distinguirlas. A esto se suma el hecho que algunos estudiosos del fenómeno de
las “Fake News”, consideran que para el 2022, el 50% de las noticias que se
difundirán en el mundo, serán falsas.
El engaño masivo que se
esconde detrás de las “Fake News”, está teniendo una popularidad y protagonismo
mucho mayor que las noticias reales, porque entre otras cosas, amplios sectores
de la población, suelen concederle veracidad a las informaciones que les dan la
razón, se apegan a sus opiniones, gustos y creencias y no los hacen
cuestionarse de ningún modo, de lo que leen. Prefieren considerar solo como
noticias falsas, todas aquellas que no corresponden a sus opiniones o escala de
valores. Por eso lo prudente y aconsejable siempre debería ser, tratar sin
impulsividad y con mucha reserva, las noticias que nos vienen desde las redes
sociales y otros canales digitales; leerlas con paciencia y tiempo, sin
precipitarnos en lo más mínimo en compartir esos contenidos con otras personas.
En concreto, la
sociedad actual está siendo conducida por las “Fake News”, hacia un estado
donde se resalta con intensidad, todo lo que de forma incontrolada y sin
contrastación alguna, se hace viral; a inclinar sus preferencias y darle mucha
credibilidad, a todas aquellas noticias y medios de comunicación que solo
confirman sus ideas y opiniones y donde todas las demás que no lo hacen, se
consideran falsas.
Las “Fake News” también
vienen afectando seriamente a la educación superior. Y lo hacen convirtiéndose
en un gran problema para los estudiantes, los docentes y las propias
instituciones universitarias, por la celeridad y amplitud que viene adquiriendo
la difusión de noticias falsas. Las universidades deben revisar sus planes de estudios
para formar profesionales, que estén en capacidad de analizar profundamente el
fenómeno de las “Fake News” y producir las herramientas que sirvan para
identificar claramente los hechos reales, como forma de lograr de manera
paulatina, hacer que las noticias falsas pierdan su atractivo e influencia.
Las universidades deben
fortalecer la misión y objetivos de la investigación académica, como fórmula de
contrarrestar las “Fake News” y propender a que todas las personas, no solo las
que forman las comunidades universitarias, aprendan correctamente a procesar y
compartir la información que reciben. Es decir, que la meta de las
universidades debe ir dirigida a formar ciudadanos críticos, reflexivos, de
sano escepticismo, para defenderse del intenso flujo de las noticias falsas.
Ciertamente resulta bastante difícil distinguir
entre una noticia falsa y otra verdadera. Pero queda claro que muchas cosas se
pueden hacer para disminuir su impacto y sus consecuencias. Además de las ya mencionadas más arriba, se
pueden incorporar software de seguridad en los dispositivos que se usen,
promover programas de alfabetización digital o educación informática, entre
otras medidas.
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