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sábado, 21 de diciembre de 2019

Panamá: Hay que recuperar el país destruido por la invasión

El pueblo panameño no ha permitido que los gobiernos de turno borren la historia del país. Mucho menos acepta que se escriba una historia que convierta en héroes a los aliados internos del invasor extranjero.

Marco A. Gandásegui, h. / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

20 de diciembre: Día de duelo nacional. Por órdenes del presidente de EEUU, George Bush, hace 30 años, el 20 de diciembre de 1989, las fuerzas armadas de ese país invadieron Panamá causando la muerte de centenares o miles de panameños, en su mayoría civiles, incluyendo muchos niños. Sólo en El Chorrillo, barrio popular de la ciudad de Panamá, los aviones dejaron caer 400 bombas en un área de un kilómetro cuadrado.

El Chorrillo sólo se puede comparar en los anales bélicos con Guernica, en el país Vasco, que sirvió de laboratorio de la Luftwaffe alemana durante la guerra civil española. Sin justificación alguna, EEUU arremetió contra una población indefensa e inocente. Los mandos militares norteamericanos admitieron después que preparaban a sus pilotos y equipos para las guerras del futuro, específicamente Irak.

Para justificar la masacre, EEUU dijo que quería derrocar a un dictador y poner fin al tráfico ilícito de drogas. Además, aseguraron que querían instalar una democracia. Todos sus argumentos eran falsos, sin fundamento alguno. El estratega norteamericano de la invasión, el general Colin Powell, diría que su plan tuvo gran éxito. Consistía en demoler con toda la fuerza a su disposición a cualquier defensa panameña. Powell estaba bien informado que Panamá no contaba con defensas militares para hacerle frente a EEUU.

Los políticos panameños de los partidos tradicionales, cómplices de los crímenes de lesa humanidad, celebraron la invasión mientras tomaban posesión de sus cargos escoltados por tropas norteamericanas. Muchos civiles también festejaron trepándose a los tanques invasores con sus banderas partidistas y la de EEUU. Las celebraciones se daban al mismo tiempo que los hogares panameños vivían el terror de las armas del invasor extranjero.

En la Casa Blanca, Bush y sus asesores esperaban que la muestra de fuerza desmedida (machismo) le daría un empujón en las encuestas de popularidad en su país. El mundo entero condenó la invasión, incluyendo las Naciones Unidos y la Organización de Estados Americanos (OEA). El mismo Bush fue castigado en las elecciones presidenciales que siguieron la invasión. Varios generales norteamericanos que participaron en la invasión confesaron después que no entendieron las razones dadas por la plana mayor para invadir a Panamá.

El internacionalista panameño, Julio Yao, afirma que “la invasión militar norteamericana fue seguida por una  “ocupación (que) duró tres anos, tras la cual EEUU dejó firmados varios acuerdos  anulables, ya que ningún Estado bajo ocupación militar  puede suscribir tratados”. Ningún presidente panameño (ha habido siete) se ha atrevido a denunciar a EEUU por la invasión, acto contrario al derecho internacional y a todos los acuerdos que sostienen los principios de los derechos humanos.

Según Yao, “todos los gobiernos (entre 1990 y 2019) saquearon el tesoro nacional, borraron los estudios de historia y por ende la memoria del pueblo, colaboraron con la invasión, destruyeron la soberanía y empobrecieron a la población, especialmente a los menos favorecidos”. Después de la invasión, Panamá se convirtió en uno de los países con niveles de inequidad más altos del mundo. Los gobernantes, bajo la supervisión de EEUU, aplicaron políticas neoliberales que redistribuyeron las riquezas del país. Antes de la invasión, las dos terceras partes de la producción era destinada a los salarios que recibían los trabajadores. En la actualidad, la relación se ha invertido y los trabajadores sólo reciben la tercera parte de las riquezas que producen.

Julio Yao asegura que “los  signos de la invasión están por todas partes. No hay consenso entre sectores amplios de la población sobre la invasión porque las operaciones psicológicas y mediáticas son a largo plazo. Las mismas trazaron una imagen favorable de la invasión, que satanizó al general Noriega, haciéndolo responsable de toda la tragedia.  Muchos todavía piensan que la invasión fue una liberación que nos salvó de una dictadura.  El primero en lanzar esta idea fue el arzobispo de Panamá, monseñor Marcos McGrath”.  Yao enfatiza que “no me lo dijeron. Yo lo escuché porque estuve presente.  Posteriormente, la Iglesia se retractó”.

El pueblo panameño no ha permitido que los gobiernos de turno borren la historia del país. Mucho menos acepta que se escriba una historia que convierta en héroes a los aliados internos del invasor extranjero. El día de duelo nacional tiene que servir para reflexionar y hacer énfasis en la recuperación de los símbolos patrios, así como en los bienes de todos los panameños que fueron privatizados y saqueados.

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