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sábado, 8 de febrero de 2020

Del parcializado consenso internacional al “desacuerdo del siglo”

El actual “acuerdo del siglo” no es un capricho bélico más del régimen Trump, sino la continuidad de una política de expansión hegemónica reconfirmada en el rechazo a la Sociedad de Naciones, y en ello a sus principios antibelicistas.

José Toledo Alcalde[1] / Para Con Nuestra América

La patológica obsesión hegemónica que coloca al mundo a punto de la hecatombe forma parte del programa global monroista desde las compañías agroexportadoras del estadounidense Minor Cooper Keith (1848-1929) como Chiquita Brands International (1871) ,“Tropical Trading and Transport Company” (1873), “United Fruit Company” (1899),  United Brands Company” , “Chiquita Brands International” (1985), Compañía Bananera Atlántica Limitada (COBAL) [2] y los emporios minero-ferroviarios de Henry Meiggs Williams (1811-1877), entre otras. Estos y otros signos de los “acuerdos de paz para la prosperidad” siempre fueron firmados de espaldas a los/as propietarios/as de las tierras como veremos más adelante también es el caso de Palestina.
 
El plan de expansión geoestratégica nunca se detuvo. Después de 1945, las frustradas pretensiones hegemónicas del nacionalismo del Tercer Reich dieron lugar al nacimiento de los nuevos ejes neo-nacionalistas, ó supranacionalitas como lo calificará el escritor, periodista y pensador político peruano Amauta José Carlos Mariátegui.[3] Proyecto de expansión global liderada por EE.UU y adeptos quienes llenaron la jurisprudencia internacional de acuerdos y consensos internacionales imperando, finalmente, al borde de la catástrofe, todo lo contrario.

El pacto de por vida realizado entre EE.UU (Reino Unido) y el sionismo internacional calzó a la perfección dentro del esquema mesiánico de ambos bandos. Por un lado, la Doctrina Monroe atribuyéndose “América para los americanos” transformado de facto en “El mundo para los americanos” y por otro, el sionismo, y sus diferentes versiones, centrándose en la independencia, soberanía y centralidad del pueblo de Israel, coincidiendo ambas ideologías en la búsqueda de seguridad, de jure y de facto, sobre la tenencia de la tierra y sus riqueza. Bienes de la humanidad entendidas, por los aliados, como la “herencia” divinamente predestinada. Es así como la ideología de la titulación de propiedad del planeta queda garantizado: Monroe por adopción y el Sionismo por linaje.

Como sabemos, este bilateral proyecto mesiánico nació a la sombra de acuerdos políticos y económicos  los cuales colocaron las simientes del nuevo orden mundial.  Las bases del proyecto hegemónico, hoy en su máxima expresión, se fundaron sobre la estructuración económica del sistema financiero internacional el cual fue generado en las entrañas de los acuerdos de Bretton Woods (1-22/07/44, Nueva Hampshire, Estados Unidos) entendido como la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas. Esfera de poder donde se dio inicio al Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (27/12/45) uno de los cinco integrantes del Grupo Banco Mundial (1945) y del Fondo Monetario internacional (1945).

Pasando posteriormente a materializarse, la ideología expansiva, con el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, 1947) haciendo del mare liberum la perfecta vía de tránsito mercantil de materia prima de los países colonizados, en sumisión, hacia los colonizadores, industrializados y asegurando el retorno de la materia procesada a las colonias de economía extractivista.     

Paralelamente se construyó la simiente política. Estructura multilateral que pretendía asegurar  el éxito del nuevo y mesiánico paradigma basado en el culto incondicional a la suprema divinidad del capitalismo: el Mercado.  Es así como en la Conferencia de Dumbarton Oaks (Washington) se dan las directrices para la conformación de las Naciones Unidas (21-29/08/44) para pasar posteriormente a la firma de la Carta de San Francisco (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Organización Internacional  26/06/45) como partida de nacimiento del nuevo conglomerado de naciones.

Pero esta intencional vocación mesiánica de los EE.UU, y el sionismo internacional, que se refleja hoy en el “acuerdo del siglo”, y otras modalidades de injerencia a nivel global, se forjó palmo a palmo en la historia. La situación de “privilegio” de los EE.UU al mantenerse al margen de la  I Guerra Mundial le permitió evaluar las posibilidades de liderar la independencia de América del poderío europeo y en alianza con el sionismo internacional, quienes le abrirían las puertas del Oriente petrolero con la posesión de tierras palestinas, y el control de los pueblos vecinos. La sociedad tuvo claro que para usurpar el poder planetario tendrían que poseer el dominio de las esferas de decisión internacional político y financiero.

Pero la antesala de la Organización de las Naciones Unidas es un hecho que EE.UU prefiere olvidar  y a la cual recordaremos a continuación brevemente.   

Como resultado de los “Catorce puntos de Wilson” (1918) y el posterior Tratado de Versalles (1919), que dio fin a la I Guerra Mundial, surgió la Sociedad de las Naciones (1920) la cual en sus artículos 11 y 16 declararon: “[…] expresamente que toda guerra o amenaza de guerra, afecte o no directamente a alguno de los miembros de la Sociedad, interesa a la Sociedad entera, la cual deberá tomar las medidas necesarias para garantizar eficazmente la paz de las naciones art. 11 y si un miembro de la Sociedad recurriese a la guerra, a pesar de los compromisos contraídos, se le considerará ipso facto como si hubiese cometido un acto de guerra contra todos los demás miembros de la Sociedad art. 16 (28/06/19).[4]

Ante esta amenaza a toda pretensión hegemónica, EE.UU se sirvió la mesa, y creo condiciones todopoderosas para la gestación y alumbramiento del Consejo de Seguridad. No había otra opción y el rechazo a la Sociedad de las Naciones fue el golpe magistral que le hizo quitar del camino su primera y última traba legal. Ninguna postura hegemónica podría firmar y afirmar lo siguiente: “Las Altas Partes contratantes: considerando que para fomentar la cooperación entre las naciones y para garantizar la paz y la seguridad, importa: aceptar ciertos compromisos de no recurrir a la guerra; mantener a la luz del día relaciones internacionales, fundadas sobre la justicia y el honor […]”.[5]

La génesis de los “acuerdos” y vetos de los EE.UU contra toda pretensión de paz se consolidó de los disparos del hegemón contra sus propios pies. Ensimismados en el cabal cumplimiento de la lógica monroista, rechazaron el Pacto de la Sociedad de Naciones, obviando las propuestas de Wilson lo cual se reafirma en dos textos que la Congresional Record Extraits del 19 de marzo de 1920 puso en evidencia:

“[…] 2. Los Estados Unidos no se comprometen a preservar la integridad territorial o la independencia de ninguna nación sea cual fuere, mediante el empleo de su fuerza militar o naval (…), o a intervenir en los conflictos entre naciones (...), o a emplear las Fuerzas militares o navales de los Estados Unidos en virtud de que un artículo cualquiera del tratado o por cualquier causa, a menos que en un caso particular el Congreso... no lo estipule. 5. Los Estados Unidos no someterán al arbitraje o a la investigación de la Asamblea, o del Consejo de la Sociedad de Naciones, previsto por el susodicho tratado de paz, ninguna cuestión que, a su juicio, dependa o esté en relación con su política establecida a largo plazo y comúnmente conocida con el nombre de “doctrina de Monroe”; esta doctrina no puede ser interpretada más que por los Estados Unidos únicamente, fuera de la jurisdicción de la Sociedad de Naciones. 10. Ningún plan para la limitación de armamentos propuesto por el Consejo de la Sociedad de Naciones (...), ligará los Estados Unidos hasta que éste haya sido aceptado por el Congreso; y los Estados Unidos se reservan el derecho a aumentar sus armamentos sin el consentimiento del Consejo, en el caso en que estén amenazados por una invasión o por una guerra […]”.[6]

La evidencia del formato unilateral del Consenso de la Sociedad de las Naciones queda claramente graficado en la naturaleza jurídica del Consejo de Seguridad el cual se auto atribuyó la facultad del uso de la fuerza ante la “[…] existencia de toda amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o acto de agresión”.[7] Como reza el dicho, “hecha la ley, hecha la trampa”. Por un lado se aprueba el respeto a la soberanía y autodeterminación de los pueblos y por otro lado se facultan  injerencias por medios militares las cuales son consideradas “casos de excepción”, cruentas “operaciones quirúrgicas”. ¡Ejemplos, sobran!

De allí que observamos, que el actual “acuerdo del siglo no es un capricho bélico más del régimen Trump, sino la continuidad de una política de expansión hegemónica reconfirmada en el rechazo a la Sociedad de Naciones, y en ello a sus principios antibelicistas. Rechazo en el cual los EE.UU gestaron el nuevo consenso internacional a su imagen y semejanza.[8] Por esta razón, pareciera ser que todo esfuerzo a favor de la paz sin considerar los defectos y vicios de origen que legitiman la violación del derecho internacional y derechos humanos serían en vano.

Haciendo de abogados del diablo, si fue la paz la intención del nuevo consenso internacional, como explicaríamos que en 1946, a sólo un año después del término de la II GM, y dos años antes de la declaración del Estado Israelí,  16 denominados “territorios no autónomos” pasaron a formar parte de los fundos de las principales potencias del mundo las cuales tenían, irónicamente, el encargo de “descolonizar” el planeta ante lo que fue la amenaza del nacionalismo ario. Esto nos demuestra la clara violación a la resolución 1514 (XV) de la Asamblea General (14/12/60) sobre la independencia de los pueblos en cautiverio y la Declaratoria Universal de los Derechos Humanos firmadas, irónicamente, en 1948 y la ausencia de voluntad de llevar adelante cualquier intento de respeto a la soberanía y autodeterminación de los pueblos. Principios, innegablemente, contrarios a la naturaleza del colonialismo de origen feudal.

Esto ya estaba claro en el Perú entre la segunda y tercera década del siglo XX. La agudeza interpretativa y analítica de Mariátegui lo hacía tener en claro la partida de defunción de la Sociedad de Naciones firmada por los EE.UU: “[…] la Liga de las Naciones del Tratado de Versailles, la Liga de naciones actual, está moribunda. No basta que su consejo supremo se reúna en el Capitolio, no que sus treinta y siete adherentes sean convocados a una  próxima asamblea para probar su salud. Basta, en cambio, para probar su crisis una sola nota negativa de la reunión: la ausencia de los Estados Unidos. Que es, de consuno[9], la ausencia de Wilson”.[10]

Cien años antes, en la tercera década del siglo XIX, el militar y político venezolano Simón Bolívar lo tenía claro: “[…] Estados Unidos que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la Libertad […].”[11]

Y, ahora, en la segunda década del siglo XXI, 100 años después de la reflexión del Amauta peruano, nos encontramos con el nuevo formato del coup d'État: las autoproclamaciones de funciones (p.e: Venezuela y Bolivia) y la creación de estados (p.e: la pretensión de la “Nueva Palestina”).

A este punto nos formulamos dos cuestiones: 1. ¿Cómo tener  éxito en la búsqueda de la paz si el principal eje financiero de los organismos internacionales es el principal sostenedor de la industria armamentística a nivel mundial? y 2. ¿Con que autoridad moral EE.UU pretende ser juez de un conflicto en el cual son parte activa y actores del fracaso de toda resolución de paz del conflicto palestino-israelí? 

Evidencias, p.e el soporte militar de los EE.UU tuvo sus orígenes más explícitos en la administración de Bill Clinton en el cual se acordó un apoyo de US$26 mil 700 millones de dólares de 1999 a 2008. Posteriormente se pasó al segundo apoyo el cual se firmó en la administración de George W Bush con un total US$30 mil millones de dólares para el periodo de 2009 a 2018 y, en la actualidad, el nuevo apoyo del régimen Trump entró en vigor el 2019 el cual estaría vigente hasta el 2028 ascendiendo la ayuda militar a Israel a US$38 mil millones de dólares. 

Este perfil bipolar de la conducta de Washington en la cual por un lado sostiene la Pax Estadounidense (Pax Romana) con miles de millones de dólares y por el otro plantean armisticios de paz en donde p.e US$50 mil millones de dólares quieren garantizar, en Palestina, una Pax Económica ausente de equidad y justicia en clara violación al derecho internacional de los pueblos. Como consecuencia vemos que el pueblo palestino califica dicha propuesta como la “bofetada del siglo”. Maquinación ideada y llevada al escenario del conflicto por judíos ortodoxos los cuales ponen en evidencia la parcialización del supuesto “acuerdo del siglo”.

¿Creen ustedes, al ver a continuación los puntos más resaltantes del “acuerdo del siglo”, que su objetivo es la búsqueda de la paz como base de la prosperidad en Palestina?

Observen: - Se establecerá un Estado llamado “Nueva Palestina” en Cisjordania y la Franja de Gaza. Este excluirá las colonias israelíes existentes.  - Los asentamientos israelíes permanecerán en poder de Israel. Además, los asentamientos aislados se unirán a ellos y no se desmantelarán. - El valle del Jordán permanecerá bajo el poder de Israel. - "Nueva Palestina" tampoco tendrá ejército, sino una sola fuerza policial. También deberá pagar a Israel para que suministre la seguridad del territorio. - Israel no compartirá la soberanía de Jerusalén. Asimismo, la población árabe será expulsada de esta ciudad y transferida a la "Nueva Palestina". - No se permitirá que los israelíes compren casas árabes ni que los árabes compren casas israelíes. - Egipto dará tierras a la “Nueva Palestina” para que construya un aeropuerto y fábricas, pero los palestinos no podrán vivir en esos territorios.[12]

El presidente del Gobierno autónomo palestino, Mahmoud Abbas reaccionó: “Decimos nuevamente: no, no, no al acuerdo del siglo […] Quiero decirle a Trump y Netanyahu: Jerusalén no está a la venta. Todos nuestros derechos no están a la venta ni por compromiso. Su acuerdo es una conspiración y no funcionará […] No nos arrodillaremos y no nos rendiremos […] Jerusalén se ha ido. ¿Podemos aceptar un estado sin Jerusalén? ¡Imposible! […]Le decimos al mundo: no somos una nación terrorista ni lo hemos sido nunca. Estamos comprometidos con la lucha contra el terrorismo. Pero el mundo debe entender que estas personas merecen una vida [,,,]No aceptaré a Estados Unidos por sí mismo. Sé que no puedo ignorar a Estados Unidos, pero Estados Unidos no es el mundo entero. Aceptaría el Cuarteto  [formado por Naciones Unidas, Unión Europea, Rusia y EE.UU].”

De igual forma, la International Jewish Anti-Zionist Network IJAN manifestó su rechazo: “el plan no es nada nuevo, sino continuación de una agenda colonial sistemática que se remonta a la Declaración Balfour y los acuerdos de Oslo. Se trata de la misma oferta sionista de crear un apartheid en Palestina. Su objetivo es oficializar los hechos que ya son realidad en el terreno: un verdadero archipiélago de poblados palestinos rodeados de asentamientos israelíes militarizados en Cisjordania. Israel además planea anexar efectivamente las aguas de la Franja de Gaza e imponer una "desmilitarización total" al pueblo palestino, privándolo de hecho de su derecho, protegido por la legalidad internacional, a resistir la ocupación colonial de sus tierras […]Por lo tanto, el "estado" palestino que concibe el plan nacería con miles de personas en las cárceles israelíes. Asimismo, un insulto mayor es la liquidación completa del derecho palestino al retorno y de la cuestión de los refugiados, ya que el "Acuerdo del siglo", yendo aún más allá de cualquier acuerdo de capitulación que EEUU e Israel intentaron previamente imponer a Palestina, no admite siquiera un número simbólico de refugiados ni reconoce sus derechos”. [13]

Cabe señalar que desde el interior de los EE.UU se han oído una serie de rechazos al “acuerdo del siglo”. El candidato a la presidencia el senador Bernie Sanders (I-VT) señaló vía twitter: “Los Estados Unidos pueden aportar un liderazgo inigualable para resolver el conflicto israelí-palestino, pero debemos usar ese liderazgo para promover un acuerdo justo y duradero. Cualquier acuerdo de paz aceptable debe ser coherente con el derecho internacional y las múltiples resoluciones de la ONU”, “Debe poner fin a la ocupación israelí y permitir la autodeterminación de los palestinos en un estado independiente propio junto a un Israel seguro. El llamado ‘acuerdo de paz’ de Trump no se acerca, y sólo perpetuará el conflicto”.[14]

Por otro lado, la senadora Elizabeth Warren (D-MA) dijo: “Liberar un plan sin negociar con los palestinos no es diplomacia, es una farsa. Me opondré a la anexión unilateral en cualquier forma y revertiré cualquier política que la apoye […] La paz requiere que ambas partes estén en la mesa. No una luz verde política al líder de una de ellas para la anexión unilateral […] Otro descarado intento ideológico de la administración Trump para distraer de sus fracasos en la región. Estos asentamientos no sólo violan el derecho internacional, sino que hacen que la paz sea más difícil de alcanzar. Como presidente, invertiré esta política y buscaré una solución de dos Estados”.

Queda claro, por enésima vez, que aquello que invalida cualquier pretensión del “acuerdo del siglo” es la ausencia de elementos básicos para que sea considerado un “acuerdo” el cual es propuesto, discutido, mejorado y firmado entre las partes involucradas: “Que los palestinos no sean sujetos de representación, obedece a la lógica de lo que el intelectual estadounidense-palestino, Edward Said, llama “Orientalismo”. Un discurso de mirar al otro como incapaz de gobernarse, de no poder tomar decisiones autónomas por sí mismos, como bárbaros mirados desde el Occidente civilizado, o infantes frente al resto de la Comunidad Internacional, ante la cual Palestina lleva años demandando su reconocimiento”.[15]

¿Hasta cuando el Tribunal Penal Internacional y la Corte Internacional de Justicia (ONU) no tomarán cartas en el asunto, abriendo las puertas a un orden jurídico internacional donde el consenso internacional sea el fiel reflejo del diálogo respetuoso y solidario entre los pueblos y no del imperio de toda pretensión de resolución de conflictos por medio de la jugosa mercantilización de la paz y el derecho internacional como señal irrefutable de la negación de todo principio emanado de la inspiración originaria de la Carta de las Naciones Unidas?

Concluimos con la reflexión de G. Shajnazárov:
 “La política de coexistencia pacífica presupone la renuncia a la guerra como medio para    resolver los litigios internacionales , el riguroso respeto de la soberanía y la  igualdad, la    no ingerencia (sic) en asuntos de otros Estados, el incremento de las   relaciones económicas y culturales recíprocamente ventajosa entre todos los     países cualquiera que  sea su régimen económico, social y político. La experiencia    demuestra que las    divergencias entre Estados se pueden zanjar mediante la negociación pacífica. La coexistencia pacífica en una necesidad objetiva del desenvolvimiento del mundo, la base de la estabilidad de todo el sistema de relaciones internacionales en la actualidad. Puede afirmarse con seguridad que no hay más alternativa que la coexistencia pacífica […]. Coexistencia pacífica que no se   extiende en absoluto entre los colonialistas y los pueblos  oprimidos, entre explotados y explotadores; no es la conciliación de los antagonismos de clase. Cada pueblo tiene el derecho sagrado de luchar contra toda opresión”.[16]


[1] Lic. Teología y Mg. Terapia Física.
[2] Ver: United Fruit Company, Chiquita Brands International Sàrl, Compañía Bananera Atlántica Limitada (COBAL) y los inicios de expansión geoestratégica de la Doctrina Monroe bajo la lógica de la creación de “protectorados” llamados eufemísticamente “Repúblicas bananeras”.
[3] Mariátegui, José Carlos. III Figuras y Aspectos de la Vida Mundial. La Misión de Israel. Primera edición. Biblioteca Amauta. Lima: Empresa Editora Amauta, págs.32-36, 1970. 
[4]Historiasiglo20.org. Pacto de la Sociedad de Naciones. En: Historia de las Relaciones Internacionales durante el siglo XX.  http://www.historiasiglo20.org/TEXT/pactosdn.htm. Revisado: 30/01/20
[5] Ibídem, art. 12
[6] Revista digital de Historia y Ciencias Sociales. El ascenso de los fascismos. La crisis de las democracias / USA / Rechazo a la Sociedad de Naciones. Congressional Record Extraits. 19 de marzo de 1920. En: http://www.claseshistoria.com/fascismos/%2Brechazousasn.htm. Revisado: 30/01/20
[7] Carta de las Naciones Unidas. Capítulo VII: Acción en caso de amenazas a la paz, quebrantamientos de la paz o actos de agresión. Art. 39. En: https://www.un.org/es/sections/un-charter/chapter-vii/index.html. Revisado: 31/01/20
[8] El rechazo a los principios de la Sociedad de las Naciones y la creación de la ONU, y Consejo de Seguridad, a su imagen y semejanza, le aseguró a EE.UU contar con un promedio de 900 bases militares en un total de 40 países.
[9] Sig. loc. adv. Juntamente, en unión, de común acuerdo. Fuente: Diccionario de la lengua española. 
[10] Mariátegui, José Carlos. Cartas de Italia. Segunda edición. Lima: Empresa Editora Amauta. p.64, 1972.
[11]Simón Bolívar. Carta al Señor Coronel Patricio Campbell, Guayaquil 5 de agosto de 1829. En: Cruzada Sur – Izquierda Indo-Hispánica www.https://cruzadasur.blogspot.com/2009/12/carta-al-senor-coronel-patricio.  Revisado: 30/01/20
[12] TeleSur. La nueva Nakba: Consecuencias del "Acuerdo del Siglo" para Palestina. En Profundidad. En: https://www.telesurtv.net/telesuragenda/acuerdo-del-siglo-israel-palestina-consecuencias---20190514-0025.html. Revisado: 30/01/20 
[13] La Red Internacional Judía Antisionista (IJAN). IJAN rechaza el llamado “Acuerdo del siglo”. En: https://judiosantisionistasargentina.blogspot.com/2020/02/ijan-rechaza-el-llamado-acuerdo-del_1.html?m=1&fbclid=IwAR2KHhx1UUSQUxo1jAh0P3IVBE4EAKCCSQgRhFomnCW_xAnvqLtneT5vHlY 31/01/20. Revisado: 04/02/20
[14] Elad Benari. Los aspirantes presidenciales demócratas rechazan el plan Trump. En: Israel National News. https://israelnoticias.com/proceso-de-paz/los-aspirantes-presidenciales-democratas-rechazan-el-plan-trump/. 29/01/20. Revisado: 03/02/20
[15] La Tercera. El “acuerdo del siglo” de Trump niega la existencia de Palestina. En: https://www.latercera.com/opinion/noticia/acuerdo-del-siglo-trump-niega-la-existencia-palestina/991038/?fbclid=IwAR2ZvOTEtR4ajmP9v-NAZxyBzSdimrKHM7qpaYKND1b12exByiLpJS_bDuU. 29/01/20. Revisado: 03/02/20
[16] Shajnazárov, G et al. Ciencia de la sociedad. Moscú: Editorial El Progreso, págs.501-502, 1976. 

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