El actual “acuerdo del siglo” no es un capricho
bélico más del régimen Trump, sino la continuidad de una política de expansión
hegemónica reconfirmada en el rechazo a la Sociedad de Naciones, y en ello a sus
principios antibelicistas.
José Toledo
Alcalde[1]
/ Para Con Nuestra América
La patológica obsesión hegemónica que coloca al mundo a punto de la
hecatombe forma parte del programa global monroista desde las compañías agroexportadoras
del estadounidense Minor Cooper Keith
(1848-1929) como Chiquita Brands International (1871) ,“Tropical Trading
and Transport Company” (1873), “United
Fruit Company” (1899), “United
Brands Company” , “Chiquita Brands
International” (1985), Compañía Bananera Atlántica Limitada (COBAL) [2] y los
emporios minero-ferroviarios de Henry
Meiggs Williams (1811-1877), entre otras. Estos y otros signos de
los “acuerdos de paz para la prosperidad” siempre fueron firmados de espaldas a
los/as propietarios/as de las tierras como veremos más adelante también es el
caso de Palestina.
El plan de expansión geoestratégica nunca se detuvo. Después de 1945, las
frustradas pretensiones hegemónicas del nacionalismo del Tercer Reich dieron lugar al nacimiento de los nuevos ejes neo-nacionalistas,
ó supranacionalitas como lo calificará el escritor,
periodista y pensador político peruano Amauta José Carlos Mariátegui.[3] Proyecto
de expansión global liderada por EE.UU y adeptos quienes llenaron la
jurisprudencia internacional de acuerdos y consensos internacionales imperando,
finalmente, al borde de la catástrofe, todo lo contrario.
El pacto de por vida realizado entre EE.UU (Reino Unido) y el sionismo
internacional calzó a la perfección dentro del esquema mesiánico de ambos bandos.
Por un lado, la Doctrina Monroe atribuyéndose “América para los americanos”
transformado de facto en “El mundo
para los americanos” y por otro, el sionismo, y sus diferentes versiones,
centrándose en la independencia, soberanía y centralidad del pueblo de Israel,
coincidiendo ambas ideologías en la búsqueda de seguridad, de jure y de facto, sobre
la tenencia de la tierra y sus riqueza. Bienes de la humanidad entendidas, por
los aliados, como la “herencia” divinamente predestinada. Es así como la ideología
de la titulación de propiedad del planeta queda garantizado: Monroe por
adopción y el Sionismo por linaje.
Como sabemos, este bilateral proyecto mesiánico nació a la sombra de
acuerdos políticos y económicos los
cuales colocaron las simientes del nuevo orden mundial. Las bases del proyecto hegemónico, hoy en su
máxima expresión, se fundaron sobre la estructuración económica del sistema
financiero internacional el cual fue generado en las entrañas de los acuerdos
de Bretton
Woods (1-22/07/44, Nueva Hampshire, Estados Unidos) entendido como la Conferencia
Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas. Esfera de poder donde se dio
inicio al Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (27/12/45) uno de los
cinco integrantes del Grupo Banco Mundial (1945) y del Fondo Monetario
internacional (1945).
Pasando posteriormente a materializarse, la
ideología expansiva, con el Acuerdo General sobre
Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, 1947) haciendo del mare liberum la perfecta vía de tránsito mercantil de materia prima
de los países colonizados, en sumisión, hacia los colonizadores, industrializados
y asegurando el retorno de la materia procesada a las colonias de economía
extractivista.
Paralelamente se construyó la simiente política. Estructura
multilateral que pretendía asegurar el
éxito del nuevo y mesiánico paradigma basado en el culto incondicional a la suprema
divinidad del capitalismo: el Mercado. Es
así como en la Conferencia de Dumbarton
Oaks (Washington) se dan las directrices para la conformación de las Naciones
Unidas (21-29/08/44) para pasar posteriormente a la firma de la Carta de
San Francisco (Conferencia de las
Naciones Unidas sobre Organización Internacional 26/06/45) como partida de nacimiento del
nuevo conglomerado de naciones.
Pero esta intencional vocación mesiánica de los EE.UU, y el sionismo
internacional, que se refleja hoy en el “acuerdo del siglo”, y otras
modalidades de injerencia a nivel global, se forjó palmo a palmo en la
historia. La situación de “privilegio” de los EE.UU al mantenerse al margen de
la I Guerra Mundial le permitió evaluar
las posibilidades de liderar la independencia de América del poderío europeo y
en alianza con el sionismo internacional, quienes le abrirían las puertas del
Oriente petrolero con la posesión de tierras palestinas, y el control de los
pueblos vecinos. La sociedad tuvo claro que para usurpar el poder planetario
tendrían que poseer el dominio de las esferas de decisión internacional
político y financiero.
Pero la antesala de la Organización de las Naciones Unidas es un hecho
que EE.UU prefiere olvidar y a la cual
recordaremos a continuación brevemente.
Como resultado de los “Catorce puntos de Wilson” (1918) y el posterior
Tratado de Versalles (1919), que dio fin a la I Guerra Mundial, surgió la Sociedad
de las Naciones (1920) la cual en sus artículos 11 y 16 declararon: “[…] expresamente
que toda guerra o amenaza de guerra, afecte o no directamente a alguno de los
miembros de la Sociedad, interesa a la Sociedad entera, la cual deberá tomar
las medidas necesarias para garantizar eficazmente la paz de las naciones art. 11
y si un miembro de la Sociedad recurriese a la guerra, a pesar de los
compromisos contraídos, se le considerará ipso facto como si hubiese cometido
un acto de guerra contra todos los demás miembros de la Sociedad art. 16 (28/06/19).[4]
Ante esta amenaza a toda pretensión hegemónica, EE.UU se sirvió la
mesa, y creo condiciones todopoderosas para la gestación y alumbramiento del
Consejo de Seguridad. No había otra opción y el rechazo a la Sociedad de las
Naciones fue el golpe magistral que le hizo quitar del camino su primera y
última traba legal. Ninguna postura hegemónica podría firmar y afirmar lo siguiente: “Las Altas Partes contratantes:
considerando que para fomentar la cooperación entre las naciones y para
garantizar la paz y la seguridad, importa: aceptar ciertos compromisos de no
recurrir a la guerra; mantener a la luz del día relaciones internacionales,
fundadas sobre la justicia y el honor […]”.[5]
La génesis de los “acuerdos” y vetos de los EE.UU contra toda
pretensión de paz se consolidó de los disparos del hegemón contra sus propios
pies. Ensimismados en el cabal cumplimiento de la lógica monroista, rechazaron
el Pacto de la Sociedad de Naciones, obviando las propuestas de Wilson lo cual
se reafirma en dos textos que la Congresional
Record Extraits del 19 de marzo de 1920 puso en evidencia:
“[…] 2. Los Estados Unidos no se comprometen a
preservar la integridad territorial o la independencia de ninguna nación sea
cual fuere, mediante el empleo de su fuerza militar o naval (…), o a intervenir
en los conflictos entre naciones (...), o a emplear las Fuerzas militares o
navales de los Estados Unidos en virtud de que un artículo cualquiera del
tratado o por cualquier causa, a menos que en un caso particular el Congreso...
no lo estipule. 5. Los Estados Unidos no someterán al arbitraje o a la
investigación de la Asamblea, o del Consejo de la Sociedad de Naciones,
previsto por el susodicho tratado de paz, ninguna cuestión que, a su juicio,
dependa o esté en relación con su política establecida a largo plazo y comúnmente
conocida con el nombre de “doctrina de Monroe”; esta doctrina no puede ser
interpretada más que por los Estados Unidos únicamente, fuera de la
jurisdicción de la Sociedad de Naciones. 10. Ningún plan para la limitación de
armamentos propuesto por el Consejo de la Sociedad de Naciones (...), ligará
los Estados Unidos hasta que éste haya sido aceptado por el Congreso; y los
Estados Unidos se reservan el derecho a aumentar sus armamentos sin el
consentimiento del Consejo, en el caso en que estén amenazados por una invasión
o por una guerra […]”.[6]
La evidencia del formato unilateral del Consenso de la Sociedad de las
Naciones queda claramente graficado en la naturaleza jurídica del Consejo de Seguridad
el cual se auto atribuyó la facultad del uso de la fuerza ante la “[…]
existencia de toda amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o acto de agresión”.[7] Como
reza el dicho, “hecha la ley, hecha la trampa”. Por un lado se aprueba el
respeto a la soberanía y autodeterminación de los pueblos y por otro lado se
facultan injerencias por medios
militares las cuales son consideradas “casos de excepción”, cruentas
“operaciones quirúrgicas”. ¡Ejemplos, sobran!
De allí que observamos, que el actual “acuerdo del siglo” no es un capricho bélico más del régimen Trump, sino la continuidad de una política de expansión hegemónica reconfirmada
en el rechazo a la Sociedad de Naciones, y en ello a sus principios
antibelicistas. Rechazo en el cual los EE.UU gestaron el
nuevo consenso internacional a su imagen y semejanza.[8] Por
esta razón, pareciera ser que todo esfuerzo a favor de la paz sin considerar
los defectos y vicios de origen que legitiman la violación del derecho
internacional y derechos humanos serían en vano.
Haciendo de abogados del diablo, si fue la paz la intención del nuevo
consenso internacional, como explicaríamos que en 1946, a sólo un año después
del término de la II GM, y dos años antes de la declaración del Estado Israelí,
16 denominados “territorios no
autónomos” pasaron a formar parte de los fundos de las principales potencias
del mundo las cuales tenían, irónicamente, el encargo de “descolonizar” el
planeta ante lo que fue la amenaza del nacionalismo ario. Esto nos demuestra la
clara violación a la resolución 1514 (XV) de la Asamblea General (14/12/60)
sobre la independencia de los pueblos en cautiverio y la Declaratoria Universal
de los Derechos Humanos firmadas, irónicamente, en 1948 y la ausencia de
voluntad de llevar adelante cualquier intento de respeto a la soberanía y
autodeterminación de los pueblos. Principios, innegablemente, contrarios a la
naturaleza del colonialismo de origen feudal.
Esto ya estaba claro en el Perú entre la segunda y tercera década del
siglo XX. La agudeza interpretativa y analítica de Mariátegui lo hacía tener en
claro la partida de defunción de la Sociedad de Naciones firmada por los EE.UU:
“[…] la Liga de las Naciones del Tratado de Versailles, la Liga de naciones actual,
está moribunda. No basta que su consejo supremo se reúna en el Capitolio, no
que sus treinta y siete adherentes sean convocados a una próxima asamblea para probar su salud. Basta,
en cambio, para probar su crisis una sola nota negativa de la reunión: la
ausencia de los Estados Unidos. Que es, de consuno[9], la
ausencia de Wilson”.[10]
Cien años antes, en la tercera década del siglo XIX, el militar y
político venezolano Simón Bolívar lo tenía claro: “[…] Estados Unidos que
parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a
nombre de la Libertad […].”[11]
Y, ahora, en la segunda década del siglo XXI, 100 años después de la
reflexión del Amauta peruano, nos encontramos con el nuevo formato del coup
d'État: las autoproclamaciones de funciones (p.e: Venezuela y Bolivia) y la
creación de estados (p.e: la pretensión de la “Nueva Palestina”).
A este punto nos formulamos dos cuestiones: 1. ¿Cómo tener éxito en la búsqueda de la paz si el principal
eje financiero de los organismos internacionales es el principal sostenedor de
la industria armamentística a nivel mundial? y 2. ¿Con que autoridad moral
EE.UU pretende ser juez de un conflicto en el cual son parte activa y actores
del fracaso de toda resolución de paz del conflicto palestino-israelí?
Evidencias, p.e el soporte militar de los EE.UU tuvo sus orígenes más
explícitos en la administración de Bill Clinton en el cual se acordó un apoyo
de US$26 mil 700 millones de dólares de 1999 a 2008. Posteriormente se pasó al segundo
apoyo el cual se firmó en la administración de George W Bush con un total US$30
mil millones de dólares para el periodo de 2009 a 2018 y, en la actualidad, el
nuevo apoyo del régimen Trump entró en vigor el 2019 el cual estaría vigente hasta
el 2028 ascendiendo la ayuda militar a Israel a US$38 mil millones de
dólares.
Este perfil bipolar de la conducta de Washington en la cual por un
lado sostiene la Pax Estadounidense (Pax Romana) con miles de millones de
dólares y por el otro plantean armisticios de paz en donde p.e US$50 mil
millones de dólares quieren garantizar, en Palestina, una Pax Económica ausente de equidad y justicia en clara violación al
derecho internacional de los pueblos. Como consecuencia vemos que el pueblo
palestino califica dicha propuesta como la “bofetada del siglo”. Maquinación
ideada y llevada al escenario del conflicto por judíos ortodoxos los cuales
ponen en evidencia la parcialización del supuesto “acuerdo del siglo”.
¿Creen ustedes, al ver a continuación los puntos más resaltantes del
“acuerdo del siglo”, que su objetivo es la búsqueda de la paz como base de la
prosperidad en Palestina?
Observen: - Se establecerá un Estado llamado “Nueva
Palestina” en Cisjordania y la Franja de Gaza. Este excluirá las colonias
israelíes existentes. - Los asentamientos israelíes permanecerán en poder
de Israel. Además, los asentamientos aislados se unirán a ellos y no se
desmantelarán. - El valle del Jordán permanecerá bajo el poder de Israel. -
"Nueva Palestina" tampoco tendrá ejército, sino una sola fuerza
policial. También deberá pagar a Israel para que suministre la seguridad del
territorio. - Israel no compartirá la soberanía de Jerusalén.
Asimismo, la población árabe será expulsada de esta ciudad y transferida a la
"Nueva Palestina". - No se permitirá que los israelíes compren casas
árabes ni que los árabes compren casas israelíes. - Egipto dará tierras a la
“Nueva Palestina” para que construya un aeropuerto y fábricas, pero los
palestinos no podrán vivir en esos territorios.[12]
El presidente del Gobierno autónomo palestino, Mahmoud Abbas
reaccionó: “Decimos nuevamente: no, no, no al acuerdo del siglo […] Quiero
decirle a Trump y Netanyahu: Jerusalén no está a la venta. Todos nuestros
derechos no están a la venta ni por compromiso. Su acuerdo es una conspiración
y no funcionará […] No nos arrodillaremos y no nos rendiremos […] Jerusalén se
ha ido. ¿Podemos aceptar un estado sin Jerusalén? ¡Imposible! […]Le decimos al
mundo: no somos una nación terrorista ni lo hemos sido nunca. Estamos
comprometidos con la lucha contra el terrorismo. Pero el mundo debe entender
que estas personas merecen una vida [,,,]No aceptaré a Estados Unidos por sí
mismo. Sé que no puedo ignorar a Estados Unidos, pero Estados Unidos no es el
mundo entero. Aceptaría el Cuarteto
[formado por Naciones Unidas, Unión Europea, Rusia y EE.UU].”
De igual forma, la International
Jewish Anti-Zionist Network IJAN manifestó su rechazo: “el plan no es nada
nuevo, sino continuación de una agenda colonial sistemática que se remonta a la
Declaración Balfour y los acuerdos de Oslo. Se trata de la misma oferta
sionista de crear un apartheid en Palestina. Su objetivo es oficializar los
hechos que ya son realidad en el terreno: un verdadero archipiélago de poblados
palestinos rodeados de asentamientos israelíes militarizados en Cisjordania.
Israel además planea anexar efectivamente las aguas de la Franja de Gaza e
imponer una "desmilitarización total" al pueblo palestino, privándolo
de hecho de su derecho, protegido por la legalidad internacional, a resistir la
ocupación colonial de sus tierras […]Por lo tanto, el "estado"
palestino que concibe el plan nacería con miles de personas en las cárceles
israelíes. Asimismo, un insulto mayor es la liquidación completa del derecho
palestino al retorno y de la cuestión de los refugiados, ya que el
"Acuerdo del siglo", yendo aún más allá de cualquier acuerdo de
capitulación que EEUU e Israel intentaron previamente imponer a Palestina, no
admite siquiera un número simbólico de refugiados ni reconoce sus derechos”. [13]
Cabe señalar que desde el interior de los EE.UU se han oído una serie
de rechazos al “acuerdo del siglo”. El candidato a la presidencia el senador
Bernie Sanders (I-VT) señaló vía twitter: “Los Estados Unidos pueden aportar un
liderazgo inigualable para resolver el conflicto israelí-palestino, pero
debemos usar ese liderazgo para promover un acuerdo justo y duradero. Cualquier
acuerdo de paz aceptable debe ser coherente con el derecho internacional y las
múltiples resoluciones de la ONU”, “Debe poner fin a la ocupación israelí y permitir
la autodeterminación de los palestinos
en un estado independiente propio junto a un Israel seguro. El llamado ‘acuerdo
de paz’ de Trump no se acerca, y sólo perpetuará el conflicto”.[14]
Por otro lado, la senadora
Elizabeth Warren (D-MA) dijo: “Liberar un plan sin negociar con
los palestinos no
es diplomacia, es una farsa. Me opondré a la anexión unilateral en cualquier
forma y revertiré cualquier política que la apoye […] La paz requiere que ambas
partes estén en la mesa. No una luz verde política al líder de una de ellas
para la anexión unilateral […] Otro descarado intento ideológico de la
administración Trump para distraer de sus fracasos en la región. Estos
asentamientos no sólo violan el derecho internacional, sino que hacen que la
paz sea más difícil de alcanzar. Como presidente, invertiré esta política y
buscaré una solución de dos Estados”.
Queda claro, por enésima vez, que aquello que invalida cualquier
pretensión del “acuerdo del siglo” es la ausencia de elementos básicos para que
sea considerado un “acuerdo” el cual es propuesto, discutido, mejorado y
firmado entre las partes involucradas: “Que los palestinos no sean sujetos de
representación, obedece a la lógica de lo que el intelectual estadounidense-palestino,
Edward Said, llama “Orientalismo”. Un discurso de mirar al otro como incapaz de
gobernarse, de no poder tomar decisiones autónomas por sí mismos, como bárbaros
mirados desde el Occidente civilizado, o infantes frente al resto de la
Comunidad Internacional, ante la cual Palestina lleva años demandando su
reconocimiento”.[15]
¿Hasta cuando el Tribunal
Penal Internacional y la Corte Internacional de Justicia (ONU) no tomarán cartas en el asunto,
abriendo las puertas a un orden jurídico internacional donde el consenso
internacional sea el fiel reflejo del diálogo respetuoso y solidario entre los pueblos
y no del imperio de toda pretensión de resolución de conflictos por medio de la
jugosa mercantilización de la paz y el derecho internacional como señal
irrefutable de la negación de todo principio emanado de la inspiración
originaria de la Carta de las Naciones Unidas?
Concluimos con la reflexión de G. Shajnazárov:
“La política de
coexistencia pacífica presupone la renuncia a la guerra como medio para resolver los
litigios internacionales , el riguroso respeto de la soberanía y la igualdad, la no ingerencia
(sic) en asuntos de otros Estados, el incremento de las relaciones económicas y culturales recíprocamente ventajosa entre todos los países cualquiera que sea
su régimen económico, social y político. La experiencia demuestra que las divergencias entre Estados se pueden zanjar mediante la negociación pacífica. La coexistencia
pacífica en una necesidad objetiva del desenvolvimiento
del mundo, la base de la estabilidad de todo el sistema de relaciones internacionales en la
actualidad. Puede afirmarse con seguridad que no hay
más alternativa que la coexistencia pacífica […]. Coexistencia
pacífica que no se extiende en absoluto
entre los colonialistas y los pueblos oprimidos,
entre explotados y explotadores; no
es la conciliación de los antagonismos de clase.
Cada pueblo tiene el derecho sagrado de
luchar contra toda opresión”.[16]
[1]
Lic. Teología y Mg. Terapia Física.
[2]
Ver: United Fruit Company, Chiquita Brands International Sàrl, Compañía Bananera Atlántica Limitada (COBAL) y los inicios de expansión geoestratégica de
la Doctrina Monroe bajo la lógica de la creación de “protectorados” llamados
eufemísticamente “Repúblicas bananeras”.
[3]
Mariátegui, José Carlos. III Figuras y
Aspectos de la Vida Mundial. La Misión de Israel. Primera edición.
Biblioteca Amauta. Lima: Empresa Editora Amauta, págs.32-36, 1970.
[4]Historiasiglo20.org. Pacto de la Sociedad de Naciones. En:
Historia de las Relaciones Internacionales durante el siglo XX. http://www.historiasiglo20.org/TEXT/pactosdn.htm. Revisado: 30/01/20
[5] Ibídem, art. 12
[6] Revista digital de Historia y Ciencias Sociales. El ascenso de los fascismos. La crisis de
las democracias / USA / Rechazo a la Sociedad de Naciones. Congressional Record
Extraits. 19 de marzo de 1920. En: http://www.claseshistoria.com/fascismos/%2Brechazousasn.htm. Revisado: 30/01/20
[7] Carta de las Naciones Unidas. Capítulo VII: Acción en caso de amenazas a
la paz, quebrantamientos de la paz o actos de agresión. Art. 39. En: https://www.un.org/es/sections/un-charter/chapter-vii/index.html. Revisado: 31/01/20
[8] El rechazo a los principios de la Sociedad de las
Naciones y la creación de la ONU, y Consejo de Seguridad, a su imagen y
semejanza, le aseguró a EE.UU contar con un promedio de 900 bases militares en
un total de 40 países.
[9]
Sig. loc. adv. Juntamente, en unión, de
común acuerdo. Fuente: Diccionario de la lengua española.
[10]
Mariátegui, José Carlos. Cartas de Italia.
Segunda edición. Lima: Empresa Editora Amauta. p.64, 1972.
[11]Simón
Bolívar. Carta al Señor Coronel Patricio
Campbell, Guayaquil 5 de agosto de 1829. En: Cruzada Sur – Izquierda
Indo-Hispánica www.https://cruzadasur.blogspot.com/2009/12/carta-al-senor-coronel-patricio. Revisado: 30/01/20
[12] TeleSur. La nueva
Nakba: Consecuencias del "Acuerdo del Siglo" para Palestina. En
Profundidad. En: https://www.telesurtv.net/telesuragenda/acuerdo-del-siglo-israel-palestina-consecuencias---20190514-0025.html. Revisado: 30/01/20
[13] La Red
Internacional Judía Antisionista (IJAN). IJAN rechaza el
llamado “Acuerdo del siglo”. En: https://judiosantisionistasargentina.blogspot.com/2020/02/ijan-rechaza-el-llamado-acuerdo-del_1.html?m=1&fbclid=IwAR2KHhx1UUSQUxo1jAh0P3IVBE4EAKCCSQgRhFomnCW_xAnvqLtneT5vHlY 31/01/20. Revisado: 04/02/20
[14]
Elad Benari. Los aspirantes
presidenciales demócratas rechazan el plan Trump. En: Israel National News.
https://israelnoticias.com/proceso-de-paz/los-aspirantes-presidenciales-democratas-rechazan-el-plan-trump/. 29/01/20. Revisado: 03/02/20
[15] La Tercera. El “acuerdo del siglo” de
Trump niega la existencia de Palestina. En: https://www.latercera.com/opinion/noticia/acuerdo-del-siglo-trump-niega-la-existencia-palestina/991038/?fbclid=IwAR2ZvOTEtR4ajmP9v-NAZxyBzSdimrKHM7qpaYKND1b12exByiLpJS_bDuU. 29/01/20. Revisado: 03/02/20
[16] Shajnazárov, G et al. Ciencia de la sociedad. Moscú: Editorial El Progreso, págs.501-502,
1976.
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