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sábado, 8 de agosto de 2020

Un cambio civilizatorio (II)

Hoy, en medio de la pandemia del  Covid 19, aparecen confluyendo las crisis  ecológica, el calentamiento global, el agotamiento de recursos indispensables, la aparición de nuevos virus de origen zoonóticos,  la profundización de la crisis económica estructural con su dramáticas consecuencias   de profunda desigualdad y de pauperización y marginalidad de enormes masa de la población mundial, la explosión de las burbujas financieras y, finalmente, la crisis política y geopolítica general.


Mariano Ciafardini / Especial para Con Nuestra América

Desde Buenos Aires, Argentina


La crisis del sistema capitalista, que hoy aparece como un dato innegable y contundente, fue prevista por el pensamiento de izquierda desde hace ya un buen tiempo. Es llamativo  el grado de precisión que revisten algunos análisis, como el siguiente, hecho en tiempos tan tempranos como en el año 2004: “Detrás de la expansión de los desequilibrios se encuentra la prosperidad efímera generada por la segunda burbuja financiera centrada en la especulación inmobiliaria. La baja de las tasas de interés hasta llegar al 1%, y la multiplicación de incentivos públicos,  impulsaron una avalancha de préstamos hipotecarios sobre viviendas: los precios de casas y departamentos se fueron a las nubes …De todos modos de seguir así esta relación perversa donde los norteamericanos acumulan déficit y deudas mientras los otros acumulan una enorme montaña de papeles destinados a desvalorizarse y donde todos juntos depredan velozmente los recursos petroleros; la civilización burguesa entrará pronto en una seguidilla de turbulencias y depresiones imposibles de controlar.” (“Estados Unidos en el centro de la crisis mundial”. Jorge Beinstein 30/10/2004. Rebelión –ver Web-). Beinstein No solo anuncia la crisis bursátil con mucha más anticipación que la de algunos gurúes de Wall Street (que en realidad avisaron cuando ya se podía decir que estaba en curso) sino  que ubica correcta y precisamente el nodo de la misma en las hipotecas “subprime” que, para esa época, muy pocos fuera de los “brokers” y los agentes del mundo financiero, sabían siquiera lo que eran.

Y el mismo autor,  años más tarde, cuando ya se había producido la crisis de la burbuja  financiera inmobiliaria, que él mismo había pronosticado afirmó: “Que Soros y Volcker abran la expectativa de un colapso del sistema económico mundial no significa que el mismo se produzca de manera inevitable, después de todo una de las principales características de una decadencia civilizatoria, como la que estamos presenciando, es la existencia de una profunda crisis de percepción en las elites dominantes, sin embargo la acumulación de datos económicos negativos y su proyección realista para los próximos meses nos están señalando que la gran catástrofe anunciada por ellos tiene muy altas probabilidades de realización.” (Jorge Beinstein “Señales de implosión” 03/03/2009  Rebelión –ver Web- el resaltado es nuestro).

 

Por esos mismos tiempos y desde otro enfoque llegaba a muy  similares conclusiones Armando Bartra: “La humanidad enfrenta una emergencia polimorfa pero unitaria. Una Gran Crisis cuyas sucesivas, paralelas o entreveradas manifestaciones conforman un periodo histórico de intensa turbulencia. Un desgarriate cuyas múltiples facetas tienen el mismo origen y se retroalimentan. Un estrangulamiento planetario que no deja títere con cabeza pero se ensaña con los más pobres.” (El hombre de hierro. Límites sociales y naturales del capital en la perspectiva de la Gran Crisis” Editorial Itaca México  2008 –ver Web- El resaltado es nuestro).

 

Y en el mismo trabajo  bajo el subtítulo de “Recesión económica o crisis civilizatoria” introduciendo  un concepto que también usaría profusamente Fidel Castro, se pregunta y contesta lo siguiente: “Porqué Gran Crisis y no sólo crisis Las recesiones económicas son por lo general breves y, en éstas, al desplome sigue una recuperación del crecimiento más o menos prolongada. La Gran Crisis, en cambio, supone un deterioro duradero de las condiciones naturales y sociales de la producción, lapso en el que puede haber periodos económicos de expansión o de receso … Finalmente, la Gran Crisis pone en entredicho a la propia civilización industrial. La ciega carrera tecnológica y el desbocado crecimiento de la producción en un orden movido, no por la generosidad, sino por la codicia, nos condujeron a un mundo física, económica, social y espiritualmente inhabitable. La pretensión de hacer tabla rasa de la diversidad natural talando bosques, aplanando tierras y enclaustrando aguas, todo para establecer vertiginosos monocultivos; la intención de barrer con la diversidad cultural emparejando a los hombres transformados así en simples trabajadores y consumidores; el desarrollo de la industria a costa de la agricultura y de las ciudades en demérito del campo, fueron magnas transformaciones hechas en nombre de la construcción de un mundo de abundancia y una sociedad opulenta. El resultado ha sido un mundo de escasez tanto ambiental como económica y una sociedad física y espiritualmente estragada.” (ídem El resaltado es nuestro). Y, más adelante, utilizando ahora los términos de: “Encrucijada civilizatoria, sigue afirmando: “Las civilizaciones y los sistemas económicos no se desvanecen de un día para otro y tanto la duración como el curso de la Gran Crisis son impredecibles. Pero si bien es posible que el capitalismo supere el presente estrangulamiento recesivo, con sólo algunos retoques la enfermedad sistémica que lo aqueja es definitivamente terminal, porque hoy no sólo tropieza con sus contradicciones internas, se topa también con sus límites externos… La gran crisis es sistémica y no coyuntural porque no sólo desfonda el modelo neoliberal imperante durante los pasados treinta años, también pone en cuestión el modo capitalista de producir y socava las bases mismas de la sociedad industrial. Si –como Braudel– llamamos “civilización occidental” a un orden espacialmente globalizante, socialmente industrial, económicamente capitalista, culturalmente híbrido, intelectualmente racionalista y que históricamente se define por su “lucha sin fin contra la civilización tradicional” …, la presente es –en sentido estricto– una crisis civilizatoria  (ídem El resaltado es nuestro).

 

También ya después de desatada  la crisis bursátil, en su artículo “Los límites del planeta y la crisis civilizatoria. Ámbitos y sujetos de las resistencias”,  Edgardo Lander expresaba:  “Existe un amplio consenso en torno al hecho de que estamos viviendo una crisis global. Pero, ¿de qué crisis estamos hablando? Evidentemente no nos encontramos ante una crisis sólo financiera, ni ante una más de las crisis cíclicas que han caracterizado históricamente a la economía capitalista. Como afirma Armando Bartra, se trata de una crisis sistémica, no coyuntural, cuya novedad ‘radica en la pluralidad de dimensiones que la conforman; emergencias globales mayores que devienen críticas precisamente por su origen común y convergencia’. Una crisis que es simultáneamente medioambiental, energética, alimentaria, migratoria, bélica, y económica. No se trataría así, de un nuevo ciclo recesivo del capitalismo, sino de un ‘quiebre histórico’. Se trata de una profunda crisis civilizatoria. El patrón del desarrollo y el progreso ha encontrado su límite. A pesar de que una elevada proporción de la población no tiene acceso a las condiciones básicas de la vida, la humanidad ya ha sobrepasado los límites de la capacidad de carga de la Tierra. Sin un freno a corto plazo de este patrón de crecimiento desbordado y una reorientación hacia el decrecimiento, la armonía con el resto de la vida y una radical redistribución del acceso a los bienes comunes del planeta, no está garantizada la continuidad de la vida humana a mediano plazo”. (Caracas 2008. ver en la Web. El resaltado es nuestro).

 

Precisamente, y también por esos tiempos, el politólogo marxista Atilio Boron,  en una ponencia  denominada “De la guerra infinita a la crisis infinita”, presentada  ante el XI Encuentro Internacional sobre Globalización y Problemas del Desarrollo de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de cuba (ANEC),  del 2/6 de marzo de 2009, recurre al concepto de crisis civilizatoria en dos oportunidades: “Nos hallamos ante una crisis general capitalista, la primera de una magnitud comparable a la que estallara en 1929 y a la llamada “Larga depresión” de 1873-1896. Una crisis integral, civilizatoria,  multidimensional, cuya duración, profundidad y alcances geográficos seguramente habrán de ser de mayor envergadura que las que le precedieron” y “estamos en presencia de una crisis que es mucho más que una crisis económica o financiera. Se trata de una crisis integral  de un modelo civilizatorio que es insostenible económicamente, políticamente, sin apelar cada vez más a la violencia en contra de los pueblos; insustentable también ecológicamente dada la destrucción, en algunos casos  irreversible del medio ambiente e insostenible socialmente porque degrada la condición humana hasta límites inimaginables y destruye la trama misma de la vida social” (Borón Atilio “Crisis civilizatoria y agonía del capitalismo” Ed. Luxemburg  Buenos Aires 2009. Los resaltados son nuestros).

 

Esos dos párrafos, entre algunos otros, del discurso de Borón  fueron tomados por Fidel Castro,  como un  resumen de la citada reunión, sobre “Globalización y desarrollo”, en una nota suya publicada en el diario Gramma, de la Habana, el 9 de marzo de 2009.

 

Fidel ya venía alertando  sobre la tamaña dimensión de la crisis  cuando, en 2005, en el marco de un encendido discurso, en la Universidad de la Habana, dijo: “Porque me atrevo a afirmar que hoy esta especie está en un real y verdadero peligro de extinción, y nadie podría asegurar, escuchen bien, nadie podría asegurar que sobreviva a ese peligro” y “Ese es el mundo en que estamos viviendo, no es un mundo lleno de bondad, es un mundo lleno de egoísmo; no es un mundo lleno de justicia, es un mundo lleno de explotación, de abuso, de saqueo, donde un número de millones de niños mueren cada año —y podrían salvarse—, simplemente porque les faltan unos centavos de medicamentos, un poco de vitaminas y sales minerales y unos pocos dólares de alimentos, suficientes para que puedan vivir.  Mueren cada año, a causa de la injusticia, casi tantos como los que murieron en aquella colosal guerra que mencioné hace unos minutos. ¿Qué mundo es ese?  ¿Qué mundo es ese donde un imperio bárbaro proclama el derecho de atacar sorpresiva y preventivamente a 70 o más países, que es capaz de llevar la muerte a cualquier rincón del mundo, utilizando las más sofisticadas armas y técnicas de matar?  Un mundo donde impera el imperio de la brutalidad y de la fuerza” (Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz, Presidente de la República de Cuba, en el acto por el aniversario 60 de su ingreso a la universidad, efectuado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre de 2005.)

 

 El  28/10/2010, nuevamente en la revista digital  Rebelión, cuando Wall Street  empezaba a recuperar el ánimo, que se transformaría en una segunda nueva  ola de euforia financiera en los años subsiguientes, Jorge Beinstein  sentenciaba en su artículo “Declinación del capitalismo, fin del crecimiento global, ilusiones imperiales y periféricas” que :“Las fanfarronerías de los lejanos años 1990, acerca del mileno capitalista-neoliberal, han pasado a ser curiosidades históricas, tal vez sus últimas manifestaciones (ya a la defensiva) han sido las campañas mediáticas que nos señalaban el pronto fin de las «turbulencias financieras» y el inmediato retorno de la marcha triunfal de la globalización. Ahora, al comenzar el último trimestre de 2010 las expectativas optimistas de los altos mandos del planeta (jefes de estado, presidentes de bancos centrales, gurúes de moda y demás estrellas mediáticas) van dando paso a un pesimismo abrumador. Se habla de trayectoria de las economías centrales en forma de W como si después del desinfle iniciado en 2007-2008 hubiera ocurrido una verdadera recuperación a la que ahora seguiría una segunda caída y a cuyo término llegaría la expansión durable del sistema, algo así como una segunda penitencia que permitiría a las élites purgar sus pecados (financieros) y retomar el camino ascendente….La «recuperación» no ha sido otra cosa que un alivio efímero obtenido gracias a una sobredosis de «estímulos» que prepararon las condiciones para una recaída que se anuncia terrible. …Pero es imposible ignorar la realidad. Los productos financieros derivados constituyen la componente mayoritaria decisiva de la trama especulativa global, solo cinco bancos de los Estados Unidos más el Deutsche Bank han acumulado esos frágiles activos por unos 320 billones (millones de millones) de dólares2 equivalentes a aproximadamente 4,2 veces el Producto Bruto Mundial (año 2015), eso representa el 65 % de la totalidad de productos financieros derivados del planeta registrados en diciembre de 2015 por el Banco de Basilea. Esa hiper-concentración financiera debería ser una señal de alarma y el panorama se agrava cuando constatamos que dicha masa financiera se está desinflando de manera irresistible: en diciembre de 2013 los derivados globales llegaban a unos 710 billones de dólares, apenas dos años después, en diciembre de 2015 el Banco de Basilea registraba 490 billones de dólares… en solo 24 meses se evaporaron 220 billones de dólares, cifra equivalente a unas 2,8 veces el Producto Bruto Global de 2015.” (Ver Web)

Para este entonces los artículos notas y hasta libros acerca de la crisis terminal del capitalismo fueron numerosos, desde distintos enfoque y perspectivas. De hecho nosotros publicamos  “Globalización tercera y última etapa del capitalismo” (Luxemburg BA 2011).

 

Pero volviendo a Beinstein que, como vimos, fue  unos de los pioneros en el pronósticos  descriptivos de la crisis general del sistema,   citaremos ahora unos párrafos de su artículo “Alertas rojas: señales de implosión en la economía global. El capitalismo global a la deriva” de  Jorge Beinstein del  12/07/2016 que son por demás elocuentes: “La crisis de 2008 fue el punto de inflexión. En diciembre de 1998 los derivados globales llegaban a unos 80 billones de dólares equivalentes a 2,5 veces el Producto Bruto Global de ese año, en diciembre de 2003 alcanzaban los 200 billones de dólares (5,3 veces el PBG) y a mediados de 2008, en plena euforia financiera, saltaron a 680 billones (11 veces el PBG), la recesión de 2009 los hizo caer: para mediados de ese año habían bajado a 590 billones (9,5 veces el PBG). Se había acabado la euforia especulativa y a partir de allí las cifras nominales se estancaron o subieron muy poco reduciendo su importancia respecto del Producto Bruto Global: en diciembre de 2013 rondaban los 710 billones (9,3 veces el PBG) y luego se produjo el gran desinfle: 610 billones en diciembre de 2014 (7,9 veces el PBG) para caer en diciembre de 2015 a 490 billones (6,2 veces el PBG). El aparente “circulo virtuoso” había mostrado su verdadero rostro: en realidad se trataba de un círculo vicioso donde el parasitismo financiero se había expandido gracias a las dificultades de la economía real a la que drogaba mientras la cargaba de deudas cuya acumulación terminó por enfriar su dinamismo lo que a su vez bloqueó el crecimiento del globo financiero.…La decadencia de la mayor civilización que ha conocido la historia humana nos presenta diversos escenarios futuros, alternativas de autodestrucción y de regeneración, de genocidio y de solidaridad, de desastre ecológico y de reconciliación del ser humano con su entorno ambiental. Estamos retomando un viejo debate sobre alternativas interrumpido por la euforia neoliberal, la crisis rompe el bloqueo y nos permite pensar el futuro…Ahora las señales de alarma se multiplican, desde desajustes financieros graves hasta perturbaciones geopolíticas cargadas de guerras y desestabilizaciones, desde crisis institucionales hasta declinaciones económicas. Los comentaristas occidentales se maravillaban, en los años 1990, ante el espectáculo de la implosión de la URSS, es probable que dentro de no mucho tiempo empiecen a horrorizarse ante desastres mucho mayores centrados en Occidente…La crisis era previsible, en líneas generales, desde hace aproximadamente una década, bastaba con extrapolar la tendencia hacia la hipertrofia financiera con centro en los Estados Unidos pero de alcance global. Dicha tendencia aparecía como el resultado mayor de la crisis de sobreproducción crónica que sufre la economía mundial desde comienzos de los años 1970 y que causó la desaceleración del Producto Bruto y de la Demanda globales. Era casi imposible que se produjera la reversión de estos fenómenos, claro que no se podían establecer fechas, pero yo diría que hacia fines de los años 1990, en plena fase terminal de la burbuja bursátil las cartas estaban echadas. Alcanzaba con poseer un cierto nivel científico, no estar intoxicado por el delirio ideológico neoliberal y ser honesto para descubrir y decir la verdad. Lamentablemente fuimos muy pocos, a nivel internacional, los economistas que nos atrevimos a decir la verdad, y lo pagamos muy caro: fuimos silenciados, aislados. Se nos acusaba de catastrofistas, pero el tiempo nos dio la razón. Lo que aparece realmente como increíble es que hace apenas un año todavía la inmensa mayoría de los medios de comunicación, seudo expertos y reputados economistas seguían negando la crisis o si la admitían subestimaban por completo su magnitud. Fue tal vez la mayor manipulación mediática de la historia…Sí, nos encontramos ante una crisis sistémica. Yo prefiero hablar de crisis de civilización, es decir de la civilización burguesa que presenta múltiples aspectos: económico-financiero, ambiental, energético, alimentario, militar, y cuyo motor se encuentra en el centro del mundo: los Estados Unidos... Estamos ahora en el comienzo de lo que muy probablemente será un largo período de turbulencias, marcado por la declinación general del sistema…Hemos ingresado en un período histórico donde al conjunto del capitalismo, como sistema planetario, le será cada vez más difícil reproducirse. (Rebelión –ver Web el resaltado es nuestro).

 

La extensión de la cita se justifica con solo leerla y advertir la claridad  con que se resume todo el proceso de alerta temprana, por parte de algunos intelectuales de izquierda, que, basándose en el análisis socio histórico y económico concreto, pudieron avisorar la crisis desde  que empezó a gestarse, en el momento mismo de la euforia neoliberal. Como el propio autor lo señala fue el mayor proceso de ocultamiento de una verdad evidente en la historia de la humanidad y estuvo a cargo de la “inteligencia” de la derecha neoliberal a través de sus enormes capacidades de difusión  y comunicación.

 

Otro intelectual de izquierda, como se advertirá también latinoamericano, Emiliano Terán Mantovani  en su artículo “Por qué hablamos de crisis civilizatoria? Breve genealogía de nuestro actual tiempo extraordinario” del 19 diciembre 2019 nos dice : “La diferencia de este, con tiempos anteriores, pudiésemos resumirla en tres factores: uno, que llegamos a límites de capacidad de muy buena parte de los sistemas sociales y ecológicos para soportar las perturbaciones y agresiones que están sufriendo estos; dos, que los eventos sociales y ecológicos van teniendo características de eventos extremos; y tres, que dichos sistemas tienden a la caotización y que por su alto nivel de integración (dada en buena medida la globalización) pueden generar una  cadena de acontecimientos o punto de inflexión –que también pueden ser pensados como ‘efecto dominó’– con consecuencias imprevisibles. No vivimos sólo una crisis de las democracias o las instituciones modernas. Tampoco esta crisis puede explicarse únicamente por una ‘escasez’ de recursos o por un ‘desbordamiento’ demográfico. Y aunque es un factor determinante, tampoco es únicamente un problema de la crisis estructural del capitalismoSe trata de una crisis total, esencial y existencial, que trastoca incluso el orden de la vida en la Tierra (y por tanto de las otras especies que conviven con nosotros), que nos interpela como especie en relación a nuestro rol en ella… Esto, a su vez, nos permite enlazar con la idea de que la crisis en la que estamos inmersos es en realidad una de carácter civilizatorio”. (Ver Web Los resaltados son nuestros).

 

Resulta significativo el hecho de que Terán Mantovani introduzca en su reflexión  un  terminología propia de la geología y la arqueología para dar  la idea de la magnitud del cambio al que nos abismamos:   “Dos de las principales polémicas que se han generado en torno al debate sobre el Antropoceno nos pueden ayudar a dejar más claro por qué hablar de una crisis civilizatoria. La primera, tiene que ver con la crítica que se le ha hecho al concepto, por colocar al humano en abstracto como responsable de la crisis, cuando en cambio esto ha sido el resultado de patrones específicos de poder que han generado divisiones sociales y desigualdades en los procesos de apropiación, usufructo y degradación de la riqueza natural. De ahí que  Jason Moore haya hablado de ‘Capitaloceno’, señalando que es precisamente el capital y todas sus estructuras de poder, el factor que define esta nueva era geológica; o bien, Christophe Bonneuil proponga el ‘Occidentaloceno’, haciendo referencia a la responsabilidad de la crisis por parte de los países ricos industrializados de Occidente. La segunda polémica tiene que ver con el punto de origen del Antropoceno. ¿Cuándo se produce el punto de inflexión histórico que convierte al humano o al particular orden civilizatorio, en la principal variable de transformación geológica? A nuestro juicio, esto es fundamental pensarlo no a partir de un solo punto de origen (dado que la historia no es lineal y luego de un punto de inflexión se producen nuevas tensiones y diversas posibilidades), sino en el escalamiento de al menos tres períodos que han sido determinantes para comprender, en su profundidad, el carácter de la crisis civilizatoriaAdemás de la apuesta post-capitalista, el cambio es civilizatorio Sabemos que es un cuestionamiento radical, porque pone en cuestión no sólo al capitalismo histórico y la modernidad colonial, sino incluso los rasgos históricos dominantes de la propia condición humana. Pero nos invita y permite reformular toda la cartografía de la transformación socio-ecológica. No parece bastar la apuesta post-capitalista si no podemos resolver, retejer, re-articular, reconstituir el vínculo esencial entre humanos y naturaleza, compaginar nuestro estar en la Tierra con los ritmos de la vida en el planeta. No parece bastar aquella apuesta sin desarmar al patriarcado, al racismo, los esquemas de dominación jerárquica, los binarismos, las cosmovisiones fragmentadas, sin recuperar la relación holística y de totalidad con la naturaleza”. (Idem. Ver Web Los resaltados son nuestros).

 

Hoy, en medio de la pandemia del  Covid 19, aparecen confluyendo las crisis  ecológica, el calentamiento global, el agotamiento de recursos indispensables, la aparición de nuevos virus de origen zoonóticos,  la profundización de la crisis económica estructural con su dramáticas consecuencias   de profunda desigualdad y de pauperización y marginalidad de enormes masa de la población mundial, la explosión de las burbujas financieras y, finalmente, la crisis política y geopolítica general. Retomando formas de expresión seudo-geológicas para tratar de  dar cuenta de la magnitud de la cuestión podríamos decir que  todo ello  puede considerarse, desde un punto de vista holístico,  una manifestación  de un  profundo cambio en la biosfera-noosfera  planetaria , por usar el término de Vernadski ,  al que era afecto Teilhard de Chardin[1].  Tales términos  son muy  útiles en estos momentos porque permiten, como venimos diciendo al fenómeno humano en paralelo con los enfoques históricos y de clase, como un todo biológico, con una “vida”(dinámica) propia,  más allá de (y en paralelo con) las intencionalidades políticas, económicas y sociales de los seres humanos, en su accionar histórico concreto.

 

 En efecto,  una población de más de 7.000.000.000 de habitantes que, a partir del  enorme desarrollo del transporte los medios de desplazamiento  y  las comunicaciones  están en un permanente y  dinámico  interflujo físico y virtual, es algo que  devino en un fenómeno “ bio-social” , es decir  como si fuera  una inmensa masa de tejido vital que se ha empezado a mover en lapsos ahora claramente perceptibles, como un gigantesco desplazamiento tectónico,   generando en pocos años  un escenario sustancialmente distinto de todo lo que  ha conocido la humanidad desde hace   miles de años. En el cuadro siguiente se ve  con claridad la contundencia de esta explosión demográfica  sobre todo desde  la revolución industrial a fines del S XIX y ya  su disparada en forma inusitada  desde hace solo unas décadas atrás. 

 


Naciones Unidas (publicado en internet,  agosto 2017)  

 

El término Antropozoico   fue usado por Antonio Stoppani en el siglo XIX para definir una nueva era geológica afectada por la actividad de la humanidad. El Antropoceno fue usado en el año 2000 por el ganador del premio Nobel de química Paul Crutzen, quien considera que la influencia del comportamiento humano sobre la Tierra en las recientes centurias ha sido significativa, y ha constituido una nueva era geológica. 

 

 Pero quien  utiliza  el término “Capitaloceno” es   Renán Vega Cantor: 

 

1.     “Cuando una de cada diez personas en el mundo sobrevive con menos de dos dólares al día, la inmensa riqueza que acumulan tan sólo unos pocos resulta obscena. Sólo ocho personas (concretamente ocho hombres), poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial, 3.600 millones de personas. […]

2.     Siete de cada diez personas vive en un país en el que la desigualdad ha aumentado en los últimos 30 años.

3.     La desigualdad extrema tiene un enorme impacto en las vidas de las mujeres, sobrerrepresentadas en los sectores con peores salarios y que sufren mayores niveles de discriminación en el ámbito laboral y asumen la mayor parte del trabajo de cuidados no remunerado. Al ritmo actual, llevará 170 años alcanzar la igualdad salarial entre hombres y mujeres.

4.    La evasión y elusión fiscal por parte de las grandes multinacionales priva a los países pobres de al menos 100.000 millones de dólares cada año en ingresos fiscales, dinero suficiente para financiar servicios educativos para los 124 millones de niños y niñas sin escolarizar o servicios sanitarios que podrían evitar la muerte de al menos seis millones de niños y niñas cada año.

 

Con datos como estos, resulta muy amañado seguir diciendo que la población en sí misma es el problema, cuando este estriba en la desigualdad social y económica, lo que conduce a marcados desniveles de apropiación de la producción y el consumo dentro de los países y a nivel mundial. Claro que debe plantearse un control en el crecimiento de la población, ante la reducción acelerada de los bienes comunes de la naturaleza, pero algo más crucial radica en señalar la destrucción que ocasiona el consumo intensivo de los ricos, y el costo ambiental que esto trae para el planeta.  No es tanto la reducción de los pobres lo que necesita el planeta tierra, sino más bien la reducción de los ricos y su consumo y despilfarros ostentosamente obscenos. En el capitaloceno la pregunta esencial no es cuánto le cuesta un pobre al medio ambiente, sino cuánto le cuesta un rico, cuestión que apunta a vincular la desigualdad con la destrucción ambiental. Si Antropoceno es una palabra que genera algún rechazo, Capitaloceno va a ser un término absolutamente denostado y ocultado, porque apunta a señalar al sistema capitalista como el responsable de las catástrofes climáticas y ambientales que destruyen diversas formas de vida, asesinan diariamente a millones de seres humanos (pobres y explotados) y pone en peligro la misma supervivencia de nuestra especie. Y plantea, por supuesto, que la única alternativa para que la humanidad pueda sobrevivir es rebasar el capitalismo” (Ver revista Herramientas en la  Web).

 

Y, finalmente, Marta Pérez Folgado en  “El Antropoceno: ¿Tendremos nuestra propia era geológica?” en unas reflexiones acerca de si se justificaría definir los últimos tiempos de la humanidad y del planeta  con designaciones “epocales” o “eónicas”, nos muestra datos de brutal contundencia: “A nadie se le escapa que el ser humano ha cambiado la faz del planeta Tierra, desde el momento que empezamos a asentarnos y nos hicimos agricultores y ganaderos hasta la situación actual de cambio global en un entorno completamente industrializado. ¿La habremos cambiado lo suficiente como para que merezca definir una nueva era geológica? Los límites oficiales de los eones, eras, periodos y épocas geológicas los define la Comisión Internacional de Estratigrafía, y no es algo baladí. Se crean subcomisiones y grupos de trabajo sobre los límites que no están claros o las nuevas propuestas, y después de intensas reuniones, cada cierto tiempo se publica una nueva Tabla Cronoestratigráfica Internacional, una relación consensuada de los distintos periodos geológicos. La época geológica en la que nos encontramos es el Holoceno, que comenzó hace sólo 11.700 años. Sin embargo, hace ya tiempo que se viene hablando de la necesidad de introducir una nueva división. Aunque anteriormente se habían sugerido términos como Homogenoceno o Antroceno, hace años que se utiliza la palabra Antropoceno, acuñada en el año 2000 por el Nobel de Química Paul Crutzen. Dentro de la subcomisión de estratigrafía del Cuaternario, el grupo de trabajo del Antropoceno (que incluye al español Alejandro Cearreta, Profesor Titular de la Universidad del País Vasco) se ha fijado 2016 como fecha objetivo en la que tomar una decisión.

 


 

Variación en distintos indicadores de actividad humana desde el comienzo de la Revolución Industrial hasta el año 2000. Se aprecia la Gran Aceleración sufrida a partir de 1950.Fuente: Steffen et al, 2011.

 

 

Impacto en el Sistema Tierra resultado del espectacular aumento de la actividad humana, entre el comienzo de la Revolución Industrial y el año 2000. A partir de 1950 entra en la Gran Aceleración.Fuente: Steffen et al, 2011.

 

Ahora bien, ¿merece la pena definir una nueva época geológica que habría empezado hace sólo 64 años en un planeta de 4500 millones de años de antigüedad? ¿Debería ser una subdivisión dentro del Holoceno? ¿Obviamos que su aparición debe ser global y sincrónica, situando el comienzo en la Revolución Neolítica o la Industrial? Incluso, como afirman algunos: ¿Hay que definir con el nombre del ser humano (anthropos) algo que no debería hacer referencia a toda la humanidad, pues sólo una parte de ella ha sido responsable del desastre medioambiental?” (Ver Web).

 

Más allá de estas interesantes y graves cuestiones planteadas y luego de este escueto recorrido por los textos de algunos autores que se han referido a la crisis civilizatoria en ciernes no se puede negar que estamos ante una metamorfosis de lo humano que viene a resumir decenas de miles de años de la vida de la humanidad sobre el planeta. Una gran alteración  “bionoosférica”.

 

Estamos entonces en momentos de profunda crisis política, económica, ecológica y social que se viene expandiendo por el mundo, es claramente visible desde mediados de la década del 2000, y aparece como un punto de clivaje bio-noosférico  con características de crisis civilizatoria.[2]  

Pero en el momento actual y como síntoma evidente de esta crisis epocal nos hallamos frente a  una pandemia de coronavirus de la que no ha podido escapar ningún rincón del planeta   y al ingreso del mundo entero en una recesión económica que promete superar  a cualquier otra anterior del capitalismo moderno, podría  ser  “epocal” es decir de las que resumen no cientos sino miles de años de existencia de la humanidad.

 

Dos características salientes de este nuevo escenario son:

 

 1) Hay un riesgo ya permanente de pandemias, ineludible  e inevitable debido a la cantidad de habitantes del planeta, la necesidad de producción mega masiva de alimentos en forma permanente y  las formas de hiper- interconexión global  socio-política y económica en que vive la  multitudinaria humanidad  actualmente. Todo lo que  hace que muy probablemente, haya que convivir, de ahora en más, con el riesgo de   que cualquier nueva enfermedad contagiosa que aparezca, en cualquier lugar del planeta, se convierta en  pandemia. Ello, probablemente, conllevará a una metamorfosis profunda en los modos de vida, los hábitos y las formas de relación laboral educativa y social en todo el mundo.

 

 2) La forma en que están organizadas la producción y el consumo,  en términos de libre mercado, casi sin regulaciones ni control estatal  alguno, en una inmensa parte del territorio del planeta, hace que  las cuarentenas obligatorias, determinadas  por estas pandemias, generen situaciones incontrolables  de desempleo, tanto formal como informal, y aumento, y profundización, de la  exclusión social hasta situaciones de hambre.  Del mismo modo los cambios en las formas de vida trabajo  y relaciones social necesarias, para estar más resguardado de los contagios eventuales de nuevas enfermedades,  no son  posibles de articular en el marco de la actual organización capitalista  de la producción y el consumo

 

Un dato inmodificable, de la realidad actual, es el demográfico. La población del mundo no va a disminuir sino, muy por el contrario,  la tendencia es al aumento hasta llegar incluso a los 10.000.000.000 de habitantes  en relativamente corto tiempo. El  otro dato,  también irreversible, es el de   la interconexión del entramado  global  que ha generado una red interconectada de  conocimientos y practicas científicos,  técnicos y  de funcionamiento industrial y de servicios   que no admite vuelta atrás, es decir,  es imparable por la propia dinámica de la explosión demográfica.

 

Es decir  que solo teniendo en cuenta el problema sanitario el mundo debería incorporar  desde ya  una serie de cambios fundamentales en lo que respecta a las relaciones de producción, intercambio y consumo para hacerse menos mórbido. Y ello  repetimos solo teniendo en cuenta los riesgos epidémicos.  

 

Pero en realidad la gravedad de la cuestión es mucho mayor y va mucho más allá de cuestiones sanitarias En realidad, esta pandemia ha acelerado algo que ya estaba inscripto  en la dinámica económica mundial que era el hecho de que nos estábamos abismando a una profunda recesión como resultado de una crisis de sobreproducción y sobregiro financiero, como ha quedado bien en claro en las citas de los autores con que iniciamos este trabajo. Es decir que el problema existía,  independientemente de la enfermedad contagiosa  Pero  resulta que la enfermedad  nos ha puesto, de golpe, frente a la urgencia de un cambio, demostrándonos con definitiva contundencia que estábamos produciendo irracionalmente  mercancías y servicios que el mundo no estaba en condiciones de producir mientras que dejábamos de producir otros que si son indispensables para mantener un equilibrio biosférico. Es claro que  las pautas “racionales “ del consumo siempre estuvieron alteradas en el capitalismo  y que este proceso se agudizó durante la gran producción industrial del siglo XX pero en la actual globalización financiera  en la que la dinámica de la producción capitalista misma está determinada por las exigencias de la renta financiera  las modalidades  de consumo están consecuentemente alteradas a grado máximo y alejadas en términos generales de lo normal y necesario  entre quienes consumen regularmente y disminuidas criminalmente para vastos sectores de la humanidad. Por dar un ejemplo muy puntual estábamos gastando incalculables recursos en  turismo, particularmente turismo de lujo, entretenimientos  y esparcimientos no educativos ni saludables  y servicios exóticos  solo  accesibles a minorías de la población mundial, es decir de esencia elitista, en lugar de construir  una estructura sanitaria  habitacional  y alimentaria  sólida  y resistente a emergencias  (como precisamente la de la pandemia)  para toda la población mundial.  Hoy, desde  nuestros aislamientos forzosos y  compelidos a consumir bastante menos  y en algunos casos lo realmente necesario , las clases medias   empezamos a visualizar que no habría que haber invertido los miles de millones de dólares que se han gastado en  el entretenimiento y el espectáculo masivos  en marcas de automóviles de lujo  en  yates  y mansiones  en hoteles y resorts de hiper lujo y tantos otros rubros de bienes y servicios totalmente prescindibles,  cuya existencia  en muchos caso aplaudíamos aun cuando estuvieran fuera de nuestro alcance, y sí habría que haber invertido  en  equipamiento  sanitario, hospitales , médicos  e investigación científica para la salud, mejoras habitacionales  para sacar del hacinamiento a millones que hoy están más a la merced de la pandemia que nadie y tantas otras cosas que hoy tanta falta hacen . La pregunta es  entonces: ¿qué  estaba produciendo la humanidad  y para qué? Por otro lado la pandemia hace también evidente que  un mundo  en el que, con el desarrollo tecnológico  y la capacidad productiva que se ha alcanzado,  tenga todavía miles de millones de pobres y déficits habitacionales,  alimenticios y educativos, como  los que hoy se registran, no es viable porque no hay forma de que un sector social se salve solo, que escape  a la crisis social que se produce en situaciones como esta que hoy vivimos. Precisamente esta es una de las  crudas  constataciones a las que nos arroja la pandemia.  O se establece un equilibrio solido de supervivencia que abarque a toda la población mundial sin exclusiones,  o la propia viabilidad de la raza humana estará permanentemente puesta en cuestión y nadie, repetimos nadie, podrá salvarse  de la crisis por si solo  o en grupos  de privilegio.

 

Es necesario hacer la siguiente reflexión: si todos los habitantes del mundo  vivieran como la clase media,  no digamos ya de los países capitalistas desarrollados,  sino de cualquier país del llamado tercer mundo,  los recursos planetarios no darían abasto. SI todos quisieran vacacionar, o cambiar de ropa cada temporada siguiendo a la moda, o salir a comer afuera semanalmente,  como lo hace cualquier persona de ingresos medios,   de Argentina  o Brasil o Sudáfrica, sin ir más lejos, no darían abasto el transporte, los hospedajes, la industria textil ni la alimentaria actualmente existentes. Ni que hablar de querer emular  algunos de  los gastos en lujo superfluo extremos y modos de vida elitistas  de las clases altas y medias altas. Entonces hay un grave problema distributivo,  de modo de vida y   de pautas de consumo  que debe ser profundamente revisado y cambiado. 

 

Obviamente eso implica en un mismo movimiento la necesidad de transformar el modo de producción lo que nos lleva directamente de nuevo a Marx y al materialismo histórico.

 

El “rediseño” productivo,  en un modo distinto del capitalista y de todos los modos pre-capitalistas de producción, basados en la explotación de un sector o sectores de la sociedad por otros,  y su reemplazo  por una estrategia racionalmente planificada y programada , al menos en sus lineamientos básicos,  a nivel mundial y a partir de los principios de inclusión humana total y sustentabilidad  ambiental y ecológica, resulta urgente e  imprescindible  para que esa gran biomasa antropomorfa  que cubre vastas zonas de la roca planetaria  y que ha sido capaz de llegar a un desarrollo inteligente  pueda,  usando  esas inteligencia  (y dándose verdaderamente  cuenta del riesgo de extinción)   comenzar  a reformularse vitalmente, de un modo sustentable  que incluya a toda la humanidad.

 

*El autor es Doctor en Ciencias Políticas. Centro de Estudios y Formación Marxista  Héctor P. Agosti (CEFMA)



[1] Vladímir Vernadski elaboró la teoría de la noosfera a principios  del siglo XX, como una capa  que se agregó  al planeta con el advenimiento del ser humano (noos: mente, inteligencia), luego de la capa biológica de plantas y animales , a la que denominó biosfera.  El antropólogo y paleontólogo jesuita Teilhard de Chardin  volvió a utilizar esos términos en su obra, desplegada en las década de 1930 y 1940.

[2] Hay que decir que este punto de inflexión  también coincide desde el punto de vista marxista con la pronosticada por Marx  finalización del capitalismo como modo de producción, por haberse llegado a un grado máximo de la contradicción entre las relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas.

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